Cuando la primera oleada de inmigrantes llegó, nos impactamos. Costó creer que caminaban con sus hijos por el desierto y nos dolió muchísimo. Con el tiempo esa verdadera procesión comenzó a importarnos cada vez menos y llegó un momento en que normalizamos la miseria. Hoy gran parte de esos cansados extranjeros viven en Santiago, pero en casas de nylon repartidas en la Alameda. Sin papeles, sin un pasaje de regreso, sin trabajo y con hijos que alimentar, que deberán desafiar la vida y la muerte en este invierno. Esto es Reportajes Teletrece.
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