"Lo que se ve no se pregunta", respondió una vez Juan Gabriel cuando le preguntaron por su supuesta homosexualidad, y esa frase icónica de la cultura pop latina (aunque en otro sentido) también califica para Mon Laferte. Personificada como una Betty Boop vestida de luto sobre el escenario del Festival de Viña del Mar, no hace falta consultarle el por qué.
En sus historias hay más derrotas que victorias, lo dice "Tormento" nada más al leer el título y "Pa dónde se fue" representa la agonía de la incertidumbre. Aún así, como el retrato de una clase desamparada, hay dignidad y esperanza. Por ello es que pasado el chaparrón del bolero descarnado, de su historia familiar descrita en "La trenza", la artista chilena avecindada en México es capaz de moverse con soltura por ritmos carnavalescos donde prevalece el reír para no llorar.
Y ahí entra la empatía y el aguante. La mujer de "Mi buen amor" sube al escenario a más de una treintena de mujeres artistas y activistas con las que comparte dos pies de cueca -con la aparición especial de Francisca Valenzuela, que cerraba la jornada-. Hay pañoletas verdes a favor del aborto libre y seguro, y también manos en los ojos como símbolo del rechazo y homenaje a los manifestantes que sufrieron daño ocular por parte de Carabineros y las fuerzas de orden desde el inicio del estallido social.
Minutos antes, incluso, se había referido al comunicado de la policía uniformada nacional cuando le pidieron que declarara por unos dichos en los que los involucraba en los incendios del 18 de octubre. Y que para quienes le recomendaron presentarse o no en Viña 2020, la respuesta fue una: lo que sabe es cantar, aunque tampoco quiso evadir el saltar junto a los asistentes con los gritos de fondo.
Por eso mismo, destapa algunos hits añejados que año tras año se saborean mejor. "Vamos a bailar", propone, y vuelve la cumbia con "Amárrame" y después "El beso", ese ventarrón de Caribe, guayabera y charol. Pero entremedio, con la fanática encendida como barra brava, baja desde la galería el "Con todo si no pa qué" de "Plata ta tá", el reggaetón combativo que firmó junto a Guaynaa con cacerola y cucharón. Hasta bajó del escenario a disfrutar mejilla a mejilla con esas voces que minutos después le entregarían las dos Gaviotas.
Justo después de este momento, la artista se sinceró y reveló que los galardones serían donados a alguna fundación, lo que no significaba que las estaba rechazando, todo lo contrario. Era, según sus palabras, una forma de devolver todo el cariño que ella ha recibibo en este tiempo.
A tres años de su debut en la Quinta Vergara, Mon Laferte repite el efecto de la primera vez: el público abatido en la fiesta del desamor.