Minutos antes de la aparición de Ana Gabriel sobre el escenario del Festival de Viña del Mar 2020, un video introductorio a su espectáculo muestra a dos adultos mayores disfrutando de la vida nocturna: una cena romántica, un beso en la oscuridad y unos recatados pasos de baile en una pista perdida. La artista mexicana entra en escena y se enfrenta a algo similar a la devoción, de repasar a coro canción tras canción, porque ese público en el que pierde la mirada, así como el clip previo, ha vibrado por décadas de pie sobre esa ilusión del amor eterno, un ideal tan efímero como traicionero. Imposible.
Lo dicen sus temas hasta el cansancio; ya lo sabe ella y su público. Y lo demuestra con esa sonrisa pícara mientras interpreta "El destino" en clave abachatada, su primer título en la Quinta Vergara después de 6 años, como alegre de recordar con sus amigas de toda la vida esas historias que no fueron y que musicalizaron la cotidianidad femenina puertas adentro hace 25, 30 y 40 años.
Un vínculo tan profundo que, incluso, hace que la "Diva de América" diga unas palabras con respecto a la contingencia. Que no le gusta la política, que hay que cuidar el Festival pero que "no puedo aceptar que le hagan daño a los pueblos".
Ana Gabriel deja un breve espacio para las atmósferas pop rock, y el Caribe presente con "Baila el reggae", pero extiende el minutaje para ese puente que une la tradición mexicana con el Chile profundo: el mariachi. Uno a uno empiezan a sepultarse esos amoríos marcados a fuego que hoy se miran a lo lejos con resignación y otros que decidieron guardarse en el velador como un "tú te lo perdiste".
Aún con los fanáticos entregados desde el inicio, se guardaron lo mejor de su propio repertorio, fuerza y garganta, para el tramo final. "Luna", "Hasta que te conocí" con Juan Gabriel en el recuerdo, "Quién como tú" y "Simplemente amigos" -con la bandera de Chile en la espalda y un murallón de corazones blancos de papel levantados por los asistentes-. Fervor que, cómo no, le entregó las dos Gaviotas.
Ana Gabriel rejuveneció el alma de la Quinta Vergara y de su público ampliamente adulto, a ver si en la vuelta a casa está el amor de sus vidas esperándolos despiertos.