En el memorial a los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial de un cementerio rumano hay una tumba con dos nombres que destaca sobre las demás. En ese sepulcro descansan dos soldados: Emil Muler y Xaver Sumer. ¿Por qué fueron sepultados juntos? El dramaturgo y periodista español, Guillem Clua lo cuenta a través de un extenso hilo en Twitter.
A Clua le ha tomado varios días contar esta tierna y desgarradora historia de un amor imposible. El relato ya tiene más de 16 mil retuits y lo puedes seguir a continuación:
El otro día os prometí que os explicaría el misterio que se esconde tras esta lápida en la que reposan dos soldados del Imperio Austrohúngaro que lucharon y murieron en la I Guerra Mundial… y que fueron enterrados juntos. Hilo va. pic.twitter.com/rEdzwIN98k
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
En el punto más alto de Sighisoara (Rumanía) se alza la Iglesia de la Colina. A ella se llega por unas empinadas escaleras cubiertas, una de las atracciones del lugar que podéis ver aquí en una foto que tomé. pic.twitter.com/WmqpETHLE9
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Al lado de la iglesia hay un cementerio alemán (esta zona de Transilvania fue repoblada por alemanes desde el S.XII y sus descendientes fueron enterrados allí). Y es en ese lugar donde encuentro el memorial de las víctimas de la I Guerra Mundial. pic.twitter.com/KD8da7vAHX
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
No son más que 30 tumbas dispuestas de manera simétrica. Una tumba para cada soldado, como esta, que llama mi atención por el bello nombre del mosquetero fallecido. pic.twitter.com/H4p6xcQwvz
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Pero una de las tumbas es distinta. En ella hay dos cuerpos: los de Emil Muler y Xaver Sumer. Aquí la podéis ver con detalle. pic.twitter.com/6seUvGEbAp
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Tras descubir la tumba, el también periodista quiso obtener más información y se acercó a la señora que le vendió la entrada al templo. "No habla casi inglés, pero entiende a lo que me refiero cuando le enseño fotos de la tumba. Se ve que no soy el primero al que ha llamado la atención la tumba doble", indica Clua, pero la única respuesta que obtiene de la mujer es "prieteni", que significa amigos en rumano.
¿Qué clase de amigos?, pregunta la marica romántica que hay en mí. Pero la señora no está por la labor. Coge un mapa y señala un punto concreto: la famosa Torre del Reloj del centro de la ciudad. pic.twitter.com/rl4lm5HhxI
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Y con ese dato el guionista logra conocer la identidad de uno de los sepultados.
Los Muler se enriquecieron con la siderurgia e impulsaron la reconversión industrial de la zona. De ahí que existan tantas fotos de su familia. Pero a mí me interesaba solo Emil, que ya de pequeño parecía olerse que su vida iba a ser muy chunga. pic.twitter.com/7cJTFS7mrd
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Lo único que averiguo de él es que fue a la escuela de la colina con su hermano mayor. Aquí salen los dos con un amigo. Emil es el de la derecha. pic.twitter.com/BtqAP9QMrC
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Lo primero que compruebo es el nombre del "amigo", pero parece ser un tal Hermann nosequé, que no pinta nada en esta historia. Thank you, next.
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Lo que sí llama mi atención es que no deja de ser escalofriante que la escuela de Emil estuviera a pocos metros del cementerio donde sus restos reposarían para siempre. ¿Quién se lo podía imaginar? pic.twitter.com/9SgfWGdjUd
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
De hecho, ¿quién se podía imaginar que en verano de 1914 estallaría la peor guerra imanigable? A las pocas semanas, padre e hijos fueron llamados a filas. pic.twitter.com/JeKSENHAbA
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
A Emil no se le ve muy feliz. Tuvo que interrumpir sus estudios en la Universidad de Múnich a la que había sido enviado. Y claro, a nadie le gusta que se le acabe el Erasmus porque los Imperios europeos han decidido aniquilarse entre sí. pic.twitter.com/MgEb7UEWju
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
¿Y qué le pasó en la guerra? No lo sabemos. Lo único que dice la ficha de su foto es que fue herido en 1915 y trasladado al hospital militar de Sighisoara, donde murió unos meses después. pic.twitter.com/FK5TXEGK8P
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Y nada más. En la sala no encuentro más información de Emil Muler. Y lo peor: tampoco de su amigo Xaver Sumer. De él no hay ni rastro. pic.twitter.com/6XJnUmPszg
— Guillem Clua (@guillemclua) 22 de noviembre de 2018
Luego de visitar el museo de la ciudad, Clua se llenó de preguntas, sin embargo, el recepcionista del museo le dio otra pista: "la casa del catalán"...
En la escalera y la sala superior hay algunos cuadros. La mayoría son óleos sin firmar. Estampas amateurs de Sighisoara pintadas por autores anónimos. Uno de ellos llama poderosamente mi atención. pic.twitter.com/E15hYwwYmH
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
Es una calle cualquiera de Sighisoara, con la torre del reloj al fondo, algo lúgubre, con un arbol medio muerto. Examino sus detalles y de repente, se me para el corazón. pic.twitter.com/9evAoALW0B
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
En la esquina inferior izquierda, el pintor ha firmado con su nombre. Primero pienso que me engañan los ojos, pero ahí dice claramente “X. Sunyer”. pic.twitter.com/jIi1RksflT
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
Y de repente la tumba de #EmilyXaver vuelve a mi mente. Y visualizo el nombre de Xaver. Sumer. Sumer con un palito encima, algo que ya me pareció raro la primera vez que lo vi. pic.twitter.com/Cf6NSA6boC
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
Y me pregunto si esa M originalmente era una N. ¿Y si Sumer era en realidad Suñer? ¿Y si Xaver Sumer era una germanización de un nombre catalán como Xavier Sunyer? ¿Era posible o se me estaba yendo la olla pero bien?
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
No tardo en salir de dudas. Bajo el cuadro está toda la información que necesito. El nombre del autor... y el título de su obra. pic.twitter.com/b9WC3escFY
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
Emil’s room. La habitación de Emil. La casa que Xaver Sumer pintó era el hogar de Emil Muler. Y en el centro del lienzo, su ventana. Una ventana que significó tantas cosas, que tuvo que inmortalizarla en un lienzo. pic.twitter.com/XEh3TaPfMT
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
No puedo evitar emocionarme. Ese cuadro es la prueba de que #EmilyXaver se conocieron antes de la guerra. Xaver lo pintó es de 1913, cuando Emil ya se había ido a la universidad de Múnich.
— Guillem Clua (@guillemclua) 24 de noviembre de 2018
Luego de este descubrimiento el dramaturgo español se decidió a encontrar la casa de Emil.
La torre es de planta rectangular y en el cuadro se ve una de las dos fachadas anchas. Por consiguiente deduzco que la casa tiene que estar al norte o al sur de la misma, más o menos en estas áreas. pic.twitter.com/KdxlmbOqqI
— Guillem Clua (@guillemclua) 25 de noviembre de 2018
Pero luego de horas, se da por vencido, no había rastro de la casa.
Finalmente, ya dándolo todo por perdido, bajo hasta la Plaza Hermann Oberth por unas escaleras y le pregunto a un chaval que sirve mesas en una terraza. ¿Reconoces esta calle? Él mira la foto, me mira a mí, mira detrás de mí y señala con el dedo. “Allí.” pic.twitter.com/pZfqMYjIoq
— Guillem Clua (@guillemclua) 25 de noviembre de 2018
Os pongo el cuadro y la foto juntos para que comprobéis que sí, ¡esa es la casa de Emil! ¡Aún existe! pic.twitter.com/iLQEvPwaF5
— Guillem Clua (@guillemclua) 25 de noviembre de 2018
Clua confiesa estar nervioso pero aún asi decide ir a la casa de Emil.
La puerta está cerrada. Llamo al timbre y espero un buen rato hasta que la puerta se abre. Una mujer de unos 50 años asoma la cabeza y me hace pasar. “¿Quiere una habitación?”, me pregunta.
— Guillem Clua (@guillemclua) 25 de noviembre de 2018
Decido adoptar mi personalidad de Carmen Sandiego: “Estoy haciendo un trabajo de investigación sobre la I Guerra Mundial en la zona.” Hala, y si cuela, cuela. “Me han dicho que aquí solía vivir la familia Muler, ¿es así?”. pic.twitter.com/UlD1oPBKc4
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
La mujer me dice que sí. Que el edificio ha pertenecido a su familia desde hace generaciones. WAIT. ¿Su familia? ¿Me está diciendo que ella es descendiente de los Muler? pic.twitter.com/azJx7gcmKK
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Pues sí, amigas. La señora se llama Dorothea Taschler, hija de Helmut Taschler y Maria Muler, que a su vez fue hija de Adolf Muler, el hermano mayor de Emil en esta foto que recordaréis. pic.twitter.com/wtgGSsmhBd
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
En ese momento le cuento lo de la tumba intentando que no me tiemble la voz. Se supone que soy una investigadora fría como el hielo, no te salgas de personaje, Guillem. Y ella asiente con la cabeza: “sí, los enterraron juntos, pero no sé por qué.” pic.twitter.com/aT8FKamq9S
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
“Me han dicho que Emil y Xaver eran amigos,” aventuro yo. Ella asiente de nuevo: “sí, iban juntos al instituto, como la mayoría que están enterrados allí.” Otro escalofrío. Me viene a la cabeza el instituto al lado del cementerio. pic.twitter.com/J40iXAaFdq
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Está claro que #EmilyXaver se conocieron cuando eran adolescentes. O quizás antes. Y que su amistad se forjó en los pasillos de ese edificio, una amistad que se truncó cuando Emil se fue a la universidad de Munich hacia 1912 y Xaver se quedó en Sighisoara.
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Por eso Xaver pintaba la ventana de Emil. Porque le echaba de menos. Incluso un año después de su separación él aún le dedicaba sus cuadros.
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
¡Solo ellos dos están enterrados juntos, señora! Dorothea piensa un poco y acaba diciendo que desconoce el motivo. “¿Quizás la familia de Xaver Sumer no tenía dinero para una tumba propia?” La explicación no me convence nada. pic.twitter.com/12rhDjHCKY
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
En ese momento señalo la ventana que está justo encima de nosotros: “esa era su habitación, ¿verdad?”. Ella abre los ojos como platos. “¿Cómo lo sabes?”. Le enseño la foto del cuadro y me lanzo: “¿me la podría enseñar?”. pic.twitter.com/ZPqQzkd9sc
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Camino de la habitación, uno de los frescos en la pared llama mi atención. Es una representación de un molinero (Müller, en alemán, el símbolo de la familia de Emil). Decididamente estoy en el lugar correcto. pic.twitter.com/YfE3HiAoqF
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
La habitación no está ocupada, así que puedo visitarla sin problema. Dorothea me abre la puerta y se me corta la respiración. Delante de mí está la habitación de Emil. pic.twitter.com/iwufyk1NhS
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Me dirijo a la ventana y desde allí adivino el lugar en la calle desde el que Xaver pintó su cuadro. Y levanto la mano, como si yo mismo fuera Emil, despidiéndome de Xaver, que acaba de salir de mi casa con una sonrisa en sus labios y se gira para saludarme con una sonrisa.
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
En ese momento siento que no me puedo ir. A la mierda el bus a Târgu Mures que sale en un rato. A la mierda todo. Me giro y le suelto a Dorothea: creo que me voy a quedar a dormir aquí esta noche. pic.twitter.com/webZn3F4St
— Guillem Clua (@guillemclua) 26 de noviembre de 2018
Sigo a Dorothea hasta una puerta cerrada con llave. Tras ella hay una habitación más austera que las demás. Deduzco que no está destinada a los huéspedes del hotel. Hay varios armarios, arcones y muebles de diferentes estilos.
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Dorothea abre uno de los armarios y saca una maleta, que coloca encima de un arcón. “Si quieres, puedes examinar su contenido,” me dice. Enseguida entiendo por qué. La maleta está en bastante mal estado, pero al lado de la empuñadura se adivinan dos iniciales. pic.twitter.com/66J86Bfllf
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
EM. Emil Muler. pic.twitter.com/8umrmgXmTV
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Dorothea me dice que no preste atención a las carpetas, ya que no tienen ningún interés para mí. En el maletín está todo lo que necesito. Y cuando lo abro... pic.twitter.com/dS0Dn7lAOA
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
¡Fotos! Docenas de fotos de todos los tamaños, temas y épocas. Un montón de instantes inmortalizados en celuloide, caras anónimas, paisajes exóticos, instantáneas familiares… ¡Hay de todo! pic.twitter.com/u5PLXzMDnj
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Dorothea está segura de que alguna foto de principios de siglo habrá y me invita a buscarla. Yo miro el interior del maletín abrumado. ¡Ahí puede haber tranquilamente 200 o 300 fotos! Me puedo pasar horas examinándolas… pic.twitter.com/XzyrxZ0pun
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Y nada más empezar encuentro la primera foto. Es un pelotón del ejército austrohúngaro: un grupo de jóvenes soldados posando orgullosos con sus uniformes impecables. Seguramente ahí ni siquiera habían disparado una sola bala todavía. pic.twitter.com/xscr6X04Uo
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Y entre ellos, con su habitual cara de “en vaya jardín me he metido”, reconozco a Emil Muler (es el segundo soldado de pie desde la derecha). Me pregunto si alguno de los otros es Xaver Sumer… pic.twitter.com/VzNqdFtqeO
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Hasta que encuentro la segunda foto. Dos oficiales y un soldado. pic.twitter.com/nKMFPmR3DQ
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Y el nombre del soldado no deja lugar a dudas. pic.twitter.com/gTysBdMHi8
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Xaver Sumer. 1914. pic.twitter.com/Cnqif1fB1m
— Guillem Clua (@guillemclua) 28 de noviembre de 2018
Por fin he puesto cara a los dos soldados. Coloco sus fotografías una al lado de la otra. La mirada de ambos se clava en la mía. Y a través del espacio y el tiempo, me parece ver en ellos una súplica común: “cuenta nuestra historia o jamás existiremos.” pic.twitter.com/hzJnOcTVEF
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Lamentablemente no encuentro más fotos suyas. Hay algunas instantáneas más del frente, soldados anónimos hundidos en el barro de las trincheras, momentos de descanso sin rastro alguno de felicidad, oficiales de grandes bigotes y uniformes impolutos… pic.twitter.com/akxveNHOXK
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Y es gracias a ellas y a las anotaciones en sus reversos que me doy cuenta de que Emil y Xaver lucharon en destinos diferentes. Xaver fue mandado al norte, al frente de Varsovia, mientras Emil defendía las posiciones transilvanas contra Serbia.
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Entre 1914 y 1915, año en el que Emil vuelve herido a Sighisoara, los dos chicos no coincidieron jamás. Y cada vez entiendo menos lo que ocurrió. Si ni siquiera lucharon juntos, ¿por qué los enterraron juntos? pic.twitter.com/JWyP8tEME8
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Ya sin nada más dónde poder seguir investigando, Clua estaba a punto de terminar su improvisada investigación. "Lo siento chicos, os he fallado", comentó en Twitter.
¿No se borró su historia ya una vez, como les ocurrió a millones de otros soldados que descansan bajo el suelo de todo el continente? No era justo que yo les abandonara de nuevo en esa tumba de olvido.
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Por eso me pongo a repasar las fotos una a una de nuevo. Las antiguas y las modernas. Todas. Analizo cada cara, cada detalle, cada momento… hasta que doy con esta imagen de los años 50. Dos hombres frente a un retrato. pic.twitter.com/Zxpy6EIQCo
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
No tengo ni idea de quiénes son, pero lo que me llama la atención no son ellos, ni el hombre del cuadro, sino algo que hay al fondo. ¿Os suena? pic.twitter.com/4AY7eqm5db
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Aquí tenéis un plano más cercano. pic.twitter.com/21eI4gAdTp
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Reconozco el cuadro de Xaver al instante. pic.twitter.com/tKlHDpWwlw
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Y las preguntas vuelven. ¿Qué hace ese cuadro allí? ¿Por qué lo tenían esos hombres? ¿No había estado siempre ese cuadro en el Restaurante Bastion, “la casa del catalán”? La cabeza me explota. pic.twitter.com/TH21TEBmfi
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Corro escaleras abajo buscando a Dorothea y blandiendo la foto como si me quemara en las manos. Ella reconoce a uno de ellos al instante. Es Hermann Balan. Fue alcalde de Sighisoara en los años 50, dice.
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
¿Hermann Balan? El nombre me suena terriblemente. ¿Dónde he oído yo antes ese nombre? Y de repente veo la luz. pic.twitter.com/RjWPGi7C6V
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
¿Os acordáis de estos tuits? pic.twitter.com/70vTCsy9J4
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Pues parece que al final Hermann nosequé sí que va a pintar algo en esta historia. pic.twitter.com/rl4UGCLwEx
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Hermann fue amigo de Emil en el instituto. Y probablemente también de Xaver. Y por si os lo estáis preguntando, sí, su familia sigue viviendo en la ciudad. pic.twitter.com/lOJXOqo77h
— Guillem Clua (@guillemclua) 29 de noviembre de 2018
Nos dirigimos a la plaza principal de la ciudadela. Allí vive Alina Balan, nieta de Hermann Balan, el que fuera alcalde en los años 50 y compañero de instituto de #EmilyXaver antes de la Gran Guerra. pic.twitter.com/CHUyvJDPU9
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Dorothea se detiene delante de una de las mansiones y llama a la puerta. Enseguida aparece una oronda mujer de sesenta años de mejillas sonrosadas que parece salida de un cuento de los Hermanos Grimm. pic.twitter.com/JjNdFSVsyU
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Alina y Dorothea se ponen a charlar en rumano con esa complicidad que solo tienen las amigas de toda la vida. Adivino palabras sueltas: “casa catalanului”, “Emil”, “Xaver”, “prieteni”.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Recorremos los pasillos de la mansión, llenos de cuadros, iconos e imaginería religiosa. Dorothea me va traduciendo las explicaciones de su amiga: cuando su abuelo volvió de la guerra se aficionó a coleccionar arte. pic.twitter.com/iEC1wpNPzf
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Los primeros cuadros que obtuvo eran de artistas de la región. Y sí, entre ellos tenía un cuadro de Xaver Sumer. Por alguna razón, era el cuadro más querido por Hermann Balan. Y allí estaba. En un lugar privilegiado del lujoso salón. pic.twitter.com/dMDZwxQ1MN
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
De nuevo tenía delante el cuadro de la ventana de Emil. ¿Cómo era posible que hubiera dos cuadros iguales? Le comento a Alina que ayer vi uno igual en el Restaurante Bastion. Ella vuelve a adoptar la sonrisa de abuelita de Caperucita y dice: “no son iguales.” pic.twitter.com/356WUJ3TNf
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Efectivamente, cuando me acerco a examinarlo me doy cuenta. Los colores del cuadro son distintos. Y en la ventana de Emil se adivina una silueta. Y no solo eso. La fecha del cuadro es de 1916. pic.twitter.com/aPiRRf2YxZ
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
1916. Tres años después del primer cuadro. Un año después de que Emil volviera del frente. El año en el que Emil murió.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
No entiendo nada. ¿Por qué volvió a pintar el cuadro con Emil en la ventana? Y Alina responde que no solo pintó ese. Pintó muchos más, pero se han perdido.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Efectivamente, #EmilyXaver se conocieron en el instituto. Los dos eran amigos íntimos de Hermann Balan. Los tres chicos eran inseparables. Pero la amistad de Emil y Xaver era especial. Así lo dice. Especial. Y lo dice con cierta ternura que agradezco.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Los chicos estaban a punto de terminar el instituto hacia 1912 y Hermann notaba que sus dos amigos se iban distanciando de él. El pobre no entendía por qué. Hasta que un día lo descubrió, lo contó a sus padres y la noticia no tardó en llegar a las familias de Emil y Xaver. pic.twitter.com/Rxe0aKidMB
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Así fue como Herr Muler decidió mandar a Emil a estudiar a Munich, mientras Xaver se quedó en Sighisoara pintando su ventana vacía. pic.twitter.com/ZWHgKKDhWH
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Xaver juró a Hermann que jamás le perdonaría lo que le había hecho.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Pero entonces ocurrió algo que nadie esperaba. En verano de 1914 Gavilo Princip asesinaba al archiduque Franz Ferdinand y a su esposa en Sarajevo y estallaba la I Guerra Mundial. pic.twitter.com/J3VaJrVCKk
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Hermann, Emil y Xaver se fueron al frente y perdieron todo contacto… Hasta que Emil volvió herido en 1915. Alina me cuenta que su estado era delicado. Sus pulmones habían quedado afectados por el efecto de una bomba de cloro. Quedó postrado en la cama.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
La noticia llegó a Xaver, que aún estaba en el frente. El chico hizo todo lo posible por volver a verle antes de que Emil muriera, pero no fue relevado hasta mediados de 1916.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Lo primero que hizo Xaver al poner los pies en Sighisoara fue plantarse en casa de Emil, pero sus padres no le permitieron verle. Ni ese día ni nunca más. Le ocultaron a su hijo que había vuelto… pic.twitter.com/OShpCsXxil
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Y por eso Xaver se plantó en la esquina bajo la ventana de Emil. Iba allí cada día y se pasaba horas con la esperanza de que Emil tuviera fuerzas para levantarse de la cama, mirar al exterior y verle.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Y para entretenerse, pintaba el mismo cuadro una y otra vez. pic.twitter.com/0cqdUOQAHH
Alina detiene su relato. Se ha dado cuenta de que estoy llorando.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
“Dígame que se vieron. Aunque solo fuera un día. Dígame que Emil supo que Xaver no le había olvidado.” Mis palabras suenan casi como una súplica.
Ella vuelve a sonreír, pero no dice nada. Se levanta y rebusca entre los volúmenes de la librería. Saca un álbum lleno de fotos y documentos. Y enseguida encuentra lo que busca: una carta.
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Una carta a Emil Muler. pic.twitter.com/S6T0sQONaT
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Escrita por Xaver Sumer (que aquí vuelve a firmar con su nombre catalán). pic.twitter.com/Rbm4mGoYJc
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Días antes de la muerte de Emil. pic.twitter.com/gBCBGXZV57
— Guillem Clua (@guillemclua) 30 de noviembre de 2018
Una carta de Xaver a Emil. Ni en mis sueños más locos habría imaginado encontrar un tesoro así. Pero no puedo evitar preguntarme por qué está en poder de Alina Balan. ¿Acaso no llegó a su destino? pic.twitter.com/SMXsANGgZb
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
“Mi abuelo la interceptó,” explica la anciana. Cuando Hermann volvió del frente y se encontró con Xaver plantado en la calle, se le rompió el corazón. Se dio cuenta de lo que había provocado con su confesión antes de la guerra.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Intentó disculparse, pero Xaver no quiso ni escucharle. Se pelearon en plena calle y Xaver le rompió la nariz de un puñetazo. pic.twitter.com/xJg18mEPob
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Hermann era consciente de que el dolor que sentía en la cara no tenía ni punto de comparación con el de sus viejos amigos. Se propuso enmendar su error y trató de interceder por ellos plantándose en casa de los Muler.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Les pidió que permitieran un último encuentro entre los chicos, pero ellos se negaron. Y no solo eso. Le enseñaron la carta de Xaver que acababan de recibir y le pidieron que se la devolviera, para que le quedara claro que sus palabras jamás llegarían a oídos de Emil. pic.twitter.com/a5LMI4ZGDc
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Hermann no les hizo caso. Se guardó la carta y en cuanto tuvo ocasión pidió ver a Emil. En la habitación que ya conocemos, Hermann pidió perdón a su amigo del instituto y, junto a su lecho, le leyó la carta de Xaver en un susurro.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Y es en ese mismo susurro que Dorothea empieza a traducirme las palabras de Xaver:
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
"Querido Emil,
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Tus padres no permiten que nos vemos.
Recurro a esta carta para escribir lo que jamás he sido capaz de decirte.
Quiero que sepas que te quiero.
Sí, Emil, te quiero.
Nos habían enseñado que lo nuestro no era amor, pero me he dado cuenta de que lo era."
"Lo que tú y yo hemos tenido es el amor más verdadero que he sentido jamás.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Por eso no quiero perderte sin decírtelo.
Te quiero desde el primer día que entramos en el instituto y nos escapamos al cementerio a fumar un cigarrillo."
"Te quiero desde el día que me calentaste las manos con tu aliento porque yo había perdido los guantes.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Te quiero desde ese beso en el establo de los Sander.
Te quiero tanto que la idea de volver a verte fue lo único que me mantuvo vivo en las trincheras serbias."
"Bastaría con mirarme a los ojos para que lo entendieras. Ojalá pudieras.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
No harían falta palabras. Nos miraríamos y volveríamos a ser niños en los pasillos del instituto, antes de la muerte, antes de las bombas, antes de los viejos en los que nos ha convertido todo este odio."
"Por eso hace meses que estoy bajo tu ventana, para verte otra vez, aunque solo sea un instante.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Para que tu sonrisa vuelva a hacerme creer que nuestro amor lo significó todo y arrojó algo de luz en este siglo que ha nacido muerto."
"Te quiero y pase lo que pase, siempre estaré contigo.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Tuyo, Xavier."
Emil estaba tan débil que parecía que no sería capaz ni de llegar hasta la ventana, pero lo consiguió. Descorrió las cortinas, miró al exterior y por primera vez en años de horror su rostro estalló en una sonrisa.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Porque ahí abajo en la calle estaba Xaver devolviéndole la mirada. Porque el hombre que amaba le había dicho te quiero por primera vez y él le estaba respondiendo, muy flojito, con su aliento empañando el cristal de la ventana.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Xaver nunca pudo oír el “ich liebe dich” de Emil, pero lo sintió en lo más profundo de su alma como una bendición. En ese momento Emil levantó el brazo a modo de saludo… Y así es como Xaver lo pintó en su último cuadro. pic.twitter.com/oE1EHXOOnJ
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Esa misma noche, un 12 de diciembre de 1916, Emil Muler falleció.
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Tenía 22 años. pic.twitter.com/bURq0EmFIO
Al día siguiente de su muerte, Emil fue enterrado en el panteón familiar y Xaver dejó de pintar. Sabemos que murió meses después, ¿pero qué fue de él en ese tiempo? Y lo más importante… ¿cómo acabaron enterrados juntos?
— Guillem Clua (@guillemclua) 1 de diciembre de 2018
Alina rebusca en el álbum y me enseña una foto de la tumba de Emil de 1916. Efectivamente fue enterrado solo. pic.twitter.com/1kyQ5C79RE
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Media ciudad acudió al funeral de Emil. El pequeño de los Muler había muerto como un héroe e iba a ser enterrado con honores. El oficio tuvo lugar en la Iglesia de la Colina, al lado del instituto de los chicos y el cementerio. pic.twitter.com/A17b9JZhGS
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Xaver se presentó a media ceremonia con el alma rota. El cura interrumpió su homilía al verle entrar y todos los asistentes contemplaron con asombro cómo se dirigía al ataúd para darle el último adiós al hombre que amaba.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Pero Xaver no pudo hacerlo. Herr Muler se plantó delante de él en el pasillo, lo agarró por las solapas y lo arrastró al exterior. Xaver suplicaba entre lágrimas que sólo quería despedirse. Por toda respuesta, el padre de Emil lo lanzó al suelo y le propinó varias patadas. pic.twitter.com/CPrMwXAs6I
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Hermann Balan lo contempló todo desde su banco lleno de rabia y culpa, pero no se atrevió a hacer nada. Nadie movió un dedo.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
En la calle, la sangre y las lágrimas fundían la nieve bajo el cuerpo de Xaver Sumer. El chico se levantó como pudo y juró que jamás volvería a Sighisoara.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
La ciudad estaba demasiado llena de recuerdos que no dejaban de acecharle y de vecinos que lo miraban con desprecio. Con Emil muerto, sentía que ese ya no era su lugar y que su vida carecía de todo sentido.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Y cuando la vida deja de tener sentido, lo único que te guía es la muerte. Por eso Xaver volvió a la guerra, que aún estaba lejos de terminar. pic.twitter.com/TTL1Bbx5VE
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Pocos meses antes, Rumanía había entrado en la Gran Guerra como aliada de Francia y Rusia. Transilvania se había convertido en escenario de cruentas batallas, especialmente en la frontera con la actual Hungría. pic.twitter.com/lFENxlPgZu
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
En esas trincheras volvió a luchar Xaver durante meses… hasta que ocurrió lo inevitable. pic.twitter.com/qLqa3jv0gs
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Es el certificado de defunción de Xaver Sumer. pic.twitter.com/duAB9gyL4c
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
En él puedo leer claramente su nombre, su fecha de nacimiento (descubro que fue el 9 de febrero de 1893), la fecha de su muerte (26 de septiembre de 1917) y en el apartado de “observaciones”, una palabra que no presagia nada bueno: “öngyilkosság”. pic.twitter.com/TwhhMO0PQa
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
“Öngyilkosság” significa suicidio. pic.twitter.com/xP5mue1NB2
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Xaver Sumer, incapaz de soportar el infierno en el que se había convertido su vida, rota su alma, vacío su futuro, se quitó la vida en una trinchera del frente húngaro.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Tenía 24 años. pic.twitter.com/VOxlV6trCC
Fue enterrado en un cementerio militar a las afueras de Oradea (hoy provincia rumana de Crisana) con una sencilla cruz blanca de madera.
— Guillem Clua (@guillemclua) 2 de diciembre de 2018
Pero... ¿Cómo acabaron sepultados en la misma tumba?
Hermann Balan, el amigo que descubrió la relación de Emil y Xaver en el instituto. Hermann Balan, el culpable de que Herr Muler mandara a su hijo a Munich para apartarlo para siempre de Xaver. pic.twitter.com/FLwaaAubrD
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
El amigo de la infancia de Emil y Xaver jamás se perdonó el dolor que había desencadenado con su indiscreción. El sentimiento de culpa por la inhumana muerte que ambos sufrieron lo acompañó toda la vida. pic.twitter.com/CZMT9UyGfd
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Pasaría una década antes de que pudiera empezar a redimirse. En 1928 Rumanía celebraba el décimo aniversario del armisticio y de la fundación del estado rumano con la anexión, entre otros territorios, de Transilvania (Sighisoara incluida). pic.twitter.com/EN2sJwg1AD
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Muchas ciudades decidieron construir memoriales para conmemorar la fecha y honrar a los soldados que perecieron en la contienda. El ayuntamiento de Sighisoara fue uno de ellos.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Y el encargado de planearlo fue un alto funcionario que acababa de entrar en el consistorio llamado Hermann Balan.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
No le costó demasiado obtener el permiso de exhumación del padre de Emil. Para el viejo oficial era un gran honor que su hijo descansara en un monumento nacional a los caídos. pic.twitter.com/oSoaI9yyCH
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
El 1 de diciembre, Día Nacional de Rumanía, se inauguró el memorial en una ceremonia civil. Media ciudad acudió para honrar a sus muertos de nuevo, con Herr Muler a la cabeza, ataviado para la ocasión con todas sus medallas. pic.twitter.com/Ysj7TGXLCt
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Lo que nadie podía esperar, y él menos que nadie, es que su hijo no estaría solo en esa tumba. pic.twitter.com/QVG0ecKwEe
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Como es lógico, mantuvo su plan en secreto para que nadie pudiera detenerle. Y se salió con la suya. pic.twitter.com/A1RKcYj3St
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Al verlo, Herr Muler entró en cólera y se enfrentó a Hermann a gritos delante de todo el mundo. ¿Cómo había sido capaz? ¿Cómo se atrevía a mancillar el honor de su familia de ese modo? El hombre estaba fuera de sí.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Por eso Hermann lo tumbó de un puñetazo, como Xaver había hecho con él mismo diez años antes. pic.twitter.com/wvfCKHGPQQ
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
“Yo maté a mis mejores amigos mucho antes de que lo hiciera esa horrible guerra.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Y usted fue cómplice de ello.
Todos lo fuisteis.”
Los vecinos de Sighisoara agacharon la cabeza avergonzados ante las palabras de Hermann:
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
“es hora de permitirles descansar en paz de una vez, juntos, como tendrían que haber vivido y como héroes de algo mucho más valioso que una guerra.”
Dorothea está tan sorprendida como yo. Alina nunca le había contado ese episodio de su bisabuelo. Y su familia tampoco… Por primera vez la veo incluso alterada. pic.twitter.com/z2BI62S3dL
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Y no es de extrañar. Herr Muler se fue del cementerio con el rabo entre las piernas y jamás se volvió a hablar de Emil en su casa. Metió todas las cosas de su hijo en una maleta y la encerró en un armario.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
El reloj del salón marca las doce. Es hora de irse. Me despido de Alina y ella me da un abrazo que huele a rosquillas y aguardiente. Espero de todo corazón que nos volvamos a ver algún día.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Me planto delante de la tumba de Emil y Xaver de manera casi ceremonial. Se me hace difícil creer que estuve allí el día anterior. Parece que haya pasado un siglo. pic.twitter.com/lOctMUf1dH
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Respiro profundamente.
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Contemplo la lápida.
Leo sus nombres una y otra vez.
Emil y Xaver.
Xaver y Emil.
"Vuestra historia ha sido contada."
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
FIN
— Guillem Clua (@guillemclua) 3 de diciembre de 2018
Guillem Clua explicó en su sitio web que la historia no es completamente real. "Emil y Xaver existieron, sí. Pero solo en el relato que todos nosotros hemos compartido se amaron con una intensidad que todos desearíamos experimentar" comentó el dramaturgo y finamente agregó que "la ficción nos salva. Estoy convencido de ello. Ante una realidad que nos abruma y nos hiere, la ficción sana. Ese ha sido mi objetivo todo el rato".