Tres razones para pensar dos veces antes de hacerse retoques cosméticos
Es una industria millonaria en todo sentido: en 2015 se practicaron 21 millones intervenciones cosméticas quirúrgicas y no quirúrgicas en el mundo, según la Sociedad Internacional de Plástica Estética (ISAPS).
Retoques como los que cada vez más personas se hacen solían ser procedimientos reservados para quienes habían sufrido accidentes, nacido con defectos o algunos privilegiados que se aseguraban de mantenerlos en secreto.
Hoy en día son tan normales que parecería que antes de someterse a una intervención lo único que hay que preguntarse es dónde, cuándo y cómo quieres que te la hagan. Pero no es tan sencillo.
Por un lado, aunque la cifra que citamos de la ISAPS -"la única organización que recolecta este tipo de data a escala global"- nos da una buena idea de la dimensión, hay una parte importante de esta industria que no está regulada.
Y eso no sólo implica que se practican muchas más sino que también causa preocupación.
Las estrellas empezaron antes. En los años 50, Marilyn Monroe se cambió la nariz y el mentón. |
Por otro lado, a pesar de que las intervenciones cosméticas han hecho más felices a millones, hay ciertos riesgos que no deben tomarse a la ligera, desde físicos hasta culturales.
La BBC habló con tres jóvenes cuyas experiencias nos llevan a hacernos esa pregunta clave: "¿Qué pasa si...?".
¿Qué pasa sí algo sale mal?
"Tan pronto como terminaron la intervención, me fui a mi auto y lloré a moco tendido. Me sentí como si me hubiera autoagredido".
Tina, que no quiere usar su nombre real, es una de las miles de mujeres jóvenes que han recurrido a los rellenos inyectables en su rostro como una solución rápida para mejorar su autoestima.
Es uno de los procedimientos cosméticos más fáciles de hacer, ya que no tiene que ser realizado por un profesional médico en una clínica registrada.
Tina, quien tiene 24 años, pagó US$100 por el retoque en su salón de belleza local.
"Fue casi demasiado fácil", opina.
"Antes de que me diera cuenta, ya me estaban inyectando y pensé: "¡Dios mío, me estoy cambiando los labios!".
"Se veían horribles inmediatamente después. Tremendamente hinchados", recuerda.
Los labios hinchados de Tina. |
"Esa noche sentí el dolor más fuerte que he sentido jamás. Me quedé despierta desde las 02:00 hasta las 05:00 en el baño pendiente del labio pues temía que se estallara".
"Y sentí vergüenza por haberlo hecho sólo para por vanidad".
"En nuestra opinión los rellenos dérmicos son una crisis a punto de ocurrir"
Del estudio de la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos Estéticos, que recomendó que el procedimiento sólo estuviera disponible con receta médica.
Tina cuenta que su compañero se molestó.
"¡Se volvió como loco! Me decía: '¡Te la pasas diciendo que quieres verte natural! ¿Por qué diablos te hiciste eso?'".
Tina es una de las muchas mujeres jóvenes que han sentido la necesidad de mejorar su apariencia con procedimientos cosméticos.
El estudio de ISAPS indica que el retoque cosmético con Botulinum Toxin, (incluido BOTOX® Dysport y Xeomin) fue el más popular de todos -quirúrjicos y no quirúrjicos- en el mundo en 2015.
¿Qué pasa si pierdo algo de mí?
Aun cuando los procedimientos cosméticos salen bien, las personas pueden quedar con dudas persistentes sobre ellos.
Sharon Dhaliwal alteró su nariz cuando tenía 23 años, después de haber sido intimidada por las burlas en la escuela.
"Era una nariz larga con un gancho y el cirujano dijo que podía eliminar la prominencia", dice.
Sharon Dhaliwal, antes y después de la rinoplastia. |
Y funcionó: después de la operación se volvió más extrovertida y ya no se sentía mal cuando se miraba en el espejo.
Pero ahora se pregunta si debería haber considerado su prominente nariz india como normal, en lugar de la suscribirse a la visión eurocéntrica de la belleza según la que sólo una pequeña nariz de botón es atractiva.
"Me quité parte de mi identidad", lamenta.
"Me molesta que nadie me dijera que era hermosa, aunque tuviera una nariz grande".
¿Qué pasa si me baja en vez de subirme la autoestima?
El procedimiento quirúrgico más popular es el aumento del pecho: en 2015, los 35.000 cirujanos plásticos consultados por ISAPS reportaron 1.488.992 intervenciones.
Sarah, quien tampoco quiso dar su nombre real, se hizo esa operación cuando tenía 21 años.
"Estaba muy insatisfecha con la forma en que mi cuerpo se veía", señala.
"Cuando tenía unos 13 años desarrollé un trastorno alimentario. Empecé por escoger los pedazos de mi cuerpo que realmente, realmente odiaba. Creo que el principal blanco de mi odio eran mis pechos. A los 18 años decidí que la única manera de estar bien era haciéndome cirugía estética".
Sarah asistió a una consulta gratuita en una clínica inglesa donde dice que fue recibida por un miembro del personal tan cálido y acogedor que no parecía ser una médica profesional.
"Me hizo algunas preguntas sobre mi salud personal y luego me dio un sujetador deportivo y unos rellenos de silicona", cuenta Sarah.
"En ese tiempo yo era talla 6 y tenía una estructura muy pequeña. Los rellenos eran de tamaño D, por lo que -a pesar de que estaba convencida que se veía bien-, en retrospectiva, entiendo la razón por la que no tenía pechos grandes: yo era muy pequeña".
Sarah se registró para hacerse la cirugía y pagó un depósito no reembolsable de US$750. Le colocaron los implantes debajo de sus músculos pectorales.
Pero después el dolor era tan insoportable que durante semanas no podía siquiera sentarse en la cama sin ayuda.
Inmediatamente se sintió cohibida y completamente falsa.
Aunque ahora ya le gusta su busto, sigue sintiéndose incómoda cuando tiene una nueva pareja sexual.
"Siento que es algo que tengo que admitir: 'Efectivamente, soy tan superficial que pasé por todo ese dolor y me gasté todo ese dinero'", explica.
"Los implantes sólo últimos 10 a 15 años si tienes suerte, así que tienes que pasar por todo eso otra vez para reemplazarlos o eliminarlos".
"Gran parte de la publicidad en esta industria da la impresión de que estos tratamientos son un boleto de oro a un estilo de vida glamoroso", señala Rajiv Grover, expresidente de la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos Estéticos (BAAPS).