¿Quién necesita robots que jueguen fútbol?
Es bajito, no mide más de un metro y treinta y cinco centímetros. Es blanco, muy blanco, pero tiene unos ojos negros inmensos. Así es el robot NimbRo OP2X, el orgullo del Departamento para Sistemas Inteligentes Autónomos de la Universidad de Bonn. Este año, esta máquina y el equipo que la programa alcanzaron el primer lugar en la liga de tamaño adulto de RoboCup, el campeonato mundial de fútbol en el que sólo participan robots. En el partido decisivo, NimbRo se enfrentó a otra máquina antropomorfa concebida en Alemania por investigadores de todo el mundo, el robot Sweaty de la Universidad de Offenburg.
Metas ambiciosas
RoboCup, que tiene lugar anualmente, es el contexto ideal para medir la movilidad y la capacidad de coordinación de los robots humanoides, explica Grzegorz Ficht, uno de los científicos que ha hecho posible el desarrollo exhibido por NimbRo. El objetivo final de Ficht y sus colegas es crear un equipo completo de robots que, de aquí a 2050, sea capaz de vencer a campeones humanos en la cancha de balompié. Pero, desde una perspectiva tecnológica más amplia, enseñar a una máquina a patear pelotas es sólo un medio para alcanzar otros fines. Dotar a robots con facultades similares a las de un humano o superiores puede ser muy útil.
“La meta es poder enviar a robots autónomos o semiautónomos a lugares donde no pueden ir los humanos”, comenta Ficht, poniendo como ejemplo la zona donde ocurrió la catástrofe nuclear de Japón en 2011. La inspección de lugares donde han ocurrido desastres naturales o la investigación en el espacio son sólo dos de los ámbitos donde los seres humanos pueden reemplazados por las computadoras creadas a su imagen y semejanza. Desde luego, eso también da pie para temer que masas de trabajadores pierdan sus empleos.
El miedo a los “humanoides sociales”
Por ejemplo, el Gobierno japonés financia desde hace años el desarrollo de robots con miras a usarlos como trabajadores sociales y acompañantes de personas con discapacidades físicas o mentales. ¿Máquinas inexpresivas a cargo de personas vulnerables? No necesariamente. Hace poco, un “humanoide social” fabricado en Hong Kong por Hanson Robotics y bautizado Sophia causó conmoción por su capacidad para imitar gestos humanos, mostrar más de cincuenta expresiones faciales y sostener conversaciones sencillas.
A pesar de esos avances, Ficht considera absurdo el miedo a una sustitución masiva de trabajadores humanos por robots; por otro lado, no faltará quien alegue que Fitch la tiene fácil por ser un obrero altamente cualificado. De hecho, el investigador de Bonn dice confiar en que los robots se encarguen de las labores que los humanos no desean realizar y en que el mercado laboral se ampliará considerablemente para expertos como él: los programadores y fabricantes de robots.