En Estados Unidos, los periódicos se toman con mucha seriedad sus responsabilidades con el proceso democrático.
Lo asumen con tanta seriedad que, de hecho, pueden parecer algo pomposos a los ojos de un lector de otro país.
Cuando se trata de la elección presidencial, parecen creer que el apoyo que le otorgan a un candidato tiene un enorme significado y que sus palabras serán valoradas con la máxima seriedad por parte de sus lectores.
Sabemos cuán equivocados están porque prácticamente todos los grandes diarios apoyaron a la candidata demócrata, Hillary Clinton, o, al menos, evitaron respaldar a su rival republicano, Donald Trump. Eso ocurrió incluso con periódicos que en el pasado han respaldado con fidelidad a los aspirantes republicanos.
Ahora, tanto los diarios como el resto de los medios más grandes están cayendo en cuenta que su influencia parece ser nula cuando se compara con la de Facebook.
En 1992, un tabloide británico proclamó que había ganado el diario The Sun, cuando los conservadores se hicieron con una inesperada victoria electoral.
En Estados Unidos hay gente que se pregunta si la red social hizo el mismo truco para la candidatura de Trump.
Este es su argumento: unos 156 millones de estadounidenses tienen cuentas en Facebook y, según un estudio reciente, dos tercios de ellos obtienen sus noticias allí.
Aunque muchas de esas noticias pueden proceder con frecuencia de los grandes medios -quizá de los mismos que apoyaron a Clinton-, lo que los usuarios ven en Facebook está determinado por quienes son sus amigos y qué es lo que ellos comparten.
Es entonces cuando entra en juego la idea de una burbuja que filtra la información: quienes se inclinan por Trump solo verán noticias que reflejan su visión del mundo y lo mismo le ocurrirá a quienes tienen un pensamiento liberal.
Se podría decir que ese mismo filtro siempre ha funcionado, pues los electores liberales y conservadores por igual tienden a leer periódicos que reflejen sus mismas ideas.
La diferencia, sin embargo, radica en que los editores de los diarios intentar hacer dos cosas: ofrecer al menos algunas visiones alternativas a la suya y asegurarse de que los hechos en los que se basa cualquier historia sean suficientemente sólidos como para soportar el escrutinio público.
Ninguna de esas cosas ocurre en Facebook. El algoritmo que selecciona las noticias que muestra la red solo ofrece aquellas informaciones que considera que tú y tus amigos quieren creer y no realiza ninguna verificación de los datos que contiene.
Así, noticias que acusaban a los Clinton de asesinato o que aseguraban que Barack Obama es musulmán habrán llenado las páginas de Facebook de millones de personas con tendencia favorable a votar a Trump.
Esto funciona en ambos sentidos. Una noticia falsa que cita a Trump diciendo en 1998 que algún día podría postularse a presidente por el Partido Republicano porque "son el grupo de votantes más tontos de este país" aún circula en las redes sociales entre sus oponentes.
Demócratas y republicanos han hecho un amplio uso de Facebook desde hace tiempo. De hecho, fue la campaña de Barack Obama en 2008 la que lideró el uso de redes sociales en las elecciones.
Para la campaña de Trump, que consideraba a la mayor parte de los grandes medios como hostiles y prejuiciados en su contra, Facebook y Twitter ofrecían una forma potente de hacer llegar su mensaje directamente a los votantes sin tener que pasar por el escrutinio de ningún periodista inoportuno.
¿Habría llegado Trump a la presidencia si no hubiera existido Facebook o algo similar?
Es algo difícil de saber, pero lo que sí parece claro es que las redes sociales sirvieron para polarizar los puntos de vista de los votantes en una campaña que ya era dura y pueden haber animado a algunos electores indecisos a salir en apoyo de Trump.
Esto quita fuerza al discurso oficial de Facebook, según el cual esa compañía es sólo una plataforma tecnológica y no un poderoso medio de comunicación con Mark Zuckerberg como editor en jefe.
Pero hay algunas señales de que la compañía ya está lista para hacer frente a esta pesada responsabilidad o para iniciar un serio proceso de examen de conciencia.
El miércoles, mi colega Jane Wakefield se reunió con Mike Schroepfer, jefe de tecnología de Facebook, y le preguntó sobre el papel que él pensaba que habían jugado las redes sociales.
Esta es su extraordinariamente poco esclarecedora respuesta: "Es difícil especular. Nuestra perspectiva es que la gente pueda comunicarse y compartir sobre aquello que quieran hablar. Ese es nuestro objetivo final".
Su editor en jefe ha compartido algunos de sus pensamientos.
En un post en Facebook adornado con un emoji de "me siento esperanzado" y una foto suya cargando a su hija pequeña mientras veía la cobertura electoral, Zuckerberg dijo: "Había estado pensando en todo el trabajo que tenemos por delante para crear el mundo que queremos para nuestros hijos".
Aparentemente eso significa "curar todas las enfermedades, mejorar la educación, conectar a todo el mundo y promover la igualdad de oportunidades". Algo que tomará mucho tiempo y que se extenderá más allá de cualquier periodo presidencial.
Era todo muy californiano, pero quienes escribieron comentarios sobre el mensaje parecían encantados con el mismo. "Gracias por tus maravillosos comentarios y por ser socialmente responsable al usar tu influencia para el bien", era una respuesta típica.
Pero Zuckerberg no ofreció ninguna reflexión sobre cómo él había usado su influencia sobre la forma como los estadounidenses veían la campaña electoral y sobre si su impacto había sido positivo para el proceso democrático.
Los magnates de la prensa desde William Randolph Hearst hasta Rupert Murdoch han buscado someter la política a sus designios. Pero ellos se han deleitado con sus poderes.
Zuckerberg parece estar decidido a simular que él no es más ni menos influyente que cualquiera de sus 1.600 millones de lectores, sentados frente a la televisión viendo cómo cambia el mundo.
Y así lo reafirmó este jueves, durante la conferencia Techonomy 2016, en Half Moon Bay, California.
"Personalmente, creo que la idea de que las noticias falsas que circulan en Facebook, algo que es por otra parte una muy pequeña cantidad del contenido, influyó de alguna manera en las elecciones es una locura", aseguró.
"Los votantes toman decisiones basados en las experiencias que vivieron".