Para muchos, el tema que estamos tratando puede ser nuevo. Pero si alguna vez se ha encontrado luchando con los botones de una camisa diseñada para el sexo opuesto, probablemente se haya sentido confundido, como si de repente hubiese olvidado cómo manejar algo tan simple como los botones. La razón de este pequeño caos es curiosa: históricamente, las camisas de hombre y mujer se han diseñado con los botones en lados opuestos. Mientras que en las prendas masculinas están a la derecha, en las femeninas están a la izquierda.
Uno podría pensar que esta disposición responde a una lógica relacionada con la predominancia de zurdos o diestros según el género, pero la realidad es otra. La mayoría de las personas son diestras, sin importar su sexo. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cómo es que casi la mitad de la población mundial ha terminado abotonándose la camisa con su mano menos hábil?
El origen de los botones asimétricos es un enigma envuelto en la historia de la moda, sin una explicación documentada oficialmente. Sin embargo, expertos y aficionados a la historia de la vestimenta nos ofrecen fascinantes teorías.
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Botones en el lado izquierdo: vestirse o no vestirse solo
Una de las más aceptadas sugiere que la distinción se debe a la moda de las mujeres europeas de clase alta y media de siglos pasados. En aquella época, tanto hombres como mujeres lucían numerosas prendas, pero las mujeres, con su vestimenta más compleja, a menudo requerían de la ayuda de criadas para vestirse. Así, por conveniencia, se cree que, para facilitar este proceso, los modistos optaron por coser los botones al lado contrario.
Otra teoría, más aventurada, propone que la disposición de los botones ayudaba a las mujeres a montar a caballo sin que el viento penetrara su vestimenta. Además, hay explicaciones que van desde la lactancia materna hasta decisiones estilísticas de Napoleón, aunque todas convergen en un punto: a pesar de la evolución de la moda y la desaparición de la exclusividad de los botones como artículo de lujo, esta característica se ha mantenido, convirtiéndose en un estándar para la vestimenta femenina.
Botones en el lado derecho: vestirse para la guerra
Por otro lado, la tradición masculina de abotonarse a la derecha podría tener sus raíces en la preparación para el combate, particularmente en el contexto militar. La teoría más aceptada sugiere que esta disposición facilitaba el desenfunde de la espada, evitando que esta se enganchara en la ropa durante un duelo.
"La espada de un caballero siempre se llevaba en el lado izquierdo, para poder desenvainarla con la mano derecha", explica a The Guardian Paul Keers, autor de A Gentleman's Wardrobe. "Si la chaqueta se abotonaba a la derecha sobre la izquierda, la empuñadura de la espada podía engancharse en la abertura de la chaqueta al desenvainarla, por lo que cualquier espadachín serio exigía una túnica que se abotonara a la izquierda sobre la derecha. Como indicio de un estilo de vida masculino, esta tradición se extendió a otras prendas de vestir", agregó.
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Siguiendo un razonamiento parecido, existe otra hipótesis que sugiere que la disposición de las placas de armadura, solapándose de izquierda a derecha, tenía como fin prevenir que las puntas de las lanzas enemigas penetrasen los escudos durante el combate. Esta técnica de defensa, que posicionaba el lado izquierdo, resguardado por el escudo, hacia el adversario, influenció el diseño de las chaquetas masculinas, las cuales se continúan abotonando de izquierda a derecha, manteniendo viva esta estrategia defensiva hasta la actualidad.
Independientemente de si alguna o todas estas explicaciones reflejan la verdad, surge una interrogante fundamental: ¿por qué persiste esta costumbre en tiempos modernos? Hoy en día, sin tantas prendas que ponerse, las mujeres son plenamente capaces de vestirse por sí mismas, los hombres ya no necesitan estar constantemente listos para un duelo de espadas, y la aristocracia ya no practica la equitación lateral.
La respuesta parece residir en la fuerza de la costumbre. Al parecer, nadie ha sentido la necesidad de cuestionar o modificar esta peculiaridad de la moda, convirtiéndola en un vestigio más de nuestro pasado que seguimos llevando sin mayor cuestionamiento. Una peculiaridad que, aunque poco notada, nos acompaña día a día en nuestro vestir.