“Recuerdo una luz blanca y azul. Mi cuerpo fue lanzado al aire y recuerdo una sensación de estar flotando”, ha contado la japonesa-canadiense Setsuko Thurlow en entrevistas. Tenía 13 años cuando la bomba atómica de Hiroshima cayó a dos kilómetros de ella. Ese día Thurlow sintió el más ensordecedor silencio a su alrededor y vio miles de personas “gravemente quemadas e hinchadas. Ya no parecían humanas”.
Unas 140.000 personas murieron en el bombardeo atómico del 6 de agosto de 1945, los que sobrevivieron son los “hibakusha”; término japonés que significa ‘persona bombardeada’.
De esa terrible vivencia Setsuko salió convertida en una mujer llena de fortaleza. Hoy tiene 85 años y vive hace décadas en Canadá, donde se ha desempeñado como trabajadora social en varias agencias, incluida la Junta de Educación de Toronto, y creó los Servicios Familiares Japoneses de Toronto Metropolitano, para ayudar a inmigrantes de habla japonesa. Además, Setsuko se ha dedicado a denunciar la proliferación de armas nucleares en el mundo llevando adelante campañas de activismo, como charlas a niños y diplomáticos.
62 años después de que la bomba de Hiroshima cambiara su vida, Thurlow fue la elegida de recibir el Premio Nobel de la Paz en representación de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). Desde su lanzamiento en 2007, Setsuko ha sido una figura central en la campaña de ICAN y jugó un papel importante en las negociaciones en la ONU que llevaron a un acuerdo para prohibir las armas nucleares.
Thurlow condenó las amenazas cruzadas entre Donald Trump y Kim Yong-Un: “Es muy difícil para muchas personas entender, pero es extremadamente importante juntos evitar que esto vuelva a ocurrir”.