Hicieron todo lo posible por salvarlas.
Y, gracias a los esfuerzos de cientos de voluntarios, más de 250 de las cerca de 650 ballenas piloto que quedaron varadas desde el jueves en la costa de Nueva Zelanda, regresaron al mar.
El motivo que las llevó a esta playa en el extremo norte de la Isla Sur, se desconoce.
Pero mientras que se esclarecen las razones, las autoridades ya han comenzado los operativos para trasladar los cientos de cadáveres a una zona que no está abierta al público.
Excavadoras
En un principio, el Departamento de Conservación (DOC, por sus siglas en inglés) había pensado dejarlas en la playa rodeadas de una valla, pero más tarde decidió que sería mejor mantener los cuerpos en proceso de descomposición lejos de la gente.
De quedarse allí, se convertirían en un peligro para la salud pública.
"Las ballenas pueden tener una serie de enfermedades -como la brucelosis, que afecta el sistema respiratorio- que pueden transmitirse a los seres humanos", le dice a BBC Mundo Nicholas Higgs, vicedirector del Instituto Marino de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido.
"Y si la zona es un área recreativa, esto puede convertirse en un peligro", añade.
Aunque llevarlas no será fácil.
Las autoridades emplearán excavadoras para mover los cuerpos, que serán trasladados a unas dunas de arena que forman parte de una reserva natural cerrada normalmente al público.
"Es un trabajo grande", admite Trish Grant, de DOC, y añade que tomará varios días ya que esto solo puede hacerse cuando baja la marea.
Antes de llevarlas hace falta perforarlas: cortar su gruesa piel con cuchillos y agujas gigantes para impedir que exploten.
Explosiones
Cuando el animal se muere, comienza un proceso natural de descomposición.
La piel de la ballena se arruga y dentro del estómago del animal se acumulan gases.
"Si se mueve el cadáver o si se lo rompe una vez que está inflado de gases, puede ocurrir que explote, pero eso no suele suceder de forma natural", señala Higgs.
"Es posible, pero eso es más que nada una leyenda urbana".
Si llegara a ocurrir, mejor no estar cerca, según cuentan quienes presenciaron uno de estos eventos el olor del gas que expulsa el cetáceo es uno de los más pestilentes que existe.
Para evitar esta situación, es recomendable hacer incisiones en el cuerpo de la ballena tal y como lo están haciendo en Nueva Zelanda.
Además, perforarlas evita que se conviertan en una suerte de globo y que la marea las lleve flotando nuevamente al mar, "donde pueden convertirse en un peligro para las embarcaciones", comenta Higgs.
En cambio, si mueren en el mar, la gran mayoría acaba en el fondo del océano donde los depredadores se alimentan de su carne, y, en cuestión de días o semanas, lo único que queda de ellas son sus huesos, que pueden perdurar por varias décadas.