Si hay vida extraterrestre fuera de nuestro Sistema Solar, los científicos apuestan a que está en Europa, la luna helada que orbita alrededor de Júpiter.
De hecho, los investigadores de la NASA lo creen cada vez con más fuerza y por eso tienen pensado enviar dos misiones al satélite en un futuro cercano.
A la distancia, la luna Europa (no mucho mayor que nuestra propia Luna) parece estar cubierta de garabatos hechos por un niño de dos años.
De cerca, vemos que estas marcas son en realidad grietas en el hielo, muchas de las cuales están rellenas de un contaminante desconocido de color parduzco.
El resto de la luna tiene una superficie tortuosa, irregular, como si enormes bloques de hielo se hubiesen desplazado y dado vuelta en medio de un lodazal.
La gravedad del planeta ayuda a crear fuerzas de marea que expanden y encogen el satélite. Pero las fuerzas que han creado el terreno rugoso de Europa pueden explicarse mejor por las plataformas de hielo que flotan sobre un océano de agua líquida.
"El hecho de que haya agua líquida bajo la superficie, lo cual sabemos por misiones anteriores (...), la convierte en uno de los objetivos más emocionantes para buscar vida", le dice a la BBC Andrew Coates, profesor del Laboratorio de Ciencias del Espacio Mullard de UCL en Surrey, Reino Unido.
El líquido podría extenderse hasta una profundidad de entre 80 y 170 km en el interior del satélite, lo cual quiere decir que Europa podría tener dos veces más agua líquida que la que hay en todos los océanos de la Tierra.
Y aunque el agua es un prerrequisito vital para la existencia de vida, es posible que Europa tenga otros también, como una fuente de energía química para sostener vida microbiana.
Es más, puede que el océano se comunique con la superficie a través de varios medios como por ejemplo burbujas cálidas de hielo subterráneo que suben por la plataforma helada.
Así, estudiar la superficie podría ofrecer claves de qué esconde la luna en su interior.
Determinar su habitabilidad
Ahora, la NASA está preparando dos misiones para explorar este mundo intrigante. La primera, que probablemente partirá en 2022, es una misión de reconocimiento llamada Europa Clipper. La segunda podrá un pie en la Europa y tendrá lugar unos años más tarde.
Clipper cuenta con nueve instrumentos entre los que figuran una cámara que tomará imágenes de casi toda la superficie, espectrómetros para entender su composición, un radar para mapear la plataforma de hielo en tres dimensiones y encontrar agua que esté debajo y un magnetómetro para caracterizar el océano.
"Estamos tratando de investigar la potencial habitabilidad de Europa, sus ingredientes para la vida: agua, y si hay o no energía química para generar vida", le dice a la BBC Robert Pappalardo, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA (JPL, por su siglas en inglés).
A diferencia de Encelado (luna de Saturno), por ejemplo, Europa es más grande "y tiene un poco más de todo: más actividad geológica, más agua, más espacio para ese agua, más calor, más ingredientes en estado puro y más estabilidad ambiental", le explica a la BBC Curt Niebur, científico del programa Clipper.
Campo magnético
Pero hay algo más que se destaca en el caso de Europa: su vecindario.
Su ruta orbital nos acerca al poderoso campo magnético de Júpiter, que atrapa y acelera partículas.
Las intensos cinturones de radiación que se producen como consecuencia impulsan reacciones en la superficie de Europa que generan sustancias químicas llamadas oxidantes.
En la Tierra, la biología explota las reacciones químicas entre oxidantes y compuestos conocidos como agentes reductores para proporcionar la energía necesaria para la vida.
Sin embargo, los oxidantes que se generan en la superficie son sólo útiles para los microbios de Europa si llegan a las profundidades del océano.
Afortunadamente, el proceso de convección que empuja las burbujas tibias de hielo hacia arriba podrían también impulsa el material de la superficie hacia abajo.
Una vez dentro del océano, los oxidantes podrían reaccionar con las agentes reductores que se generan cuando el agua de mar reacciona con el fondo oceánico rocoso.
"Hacen falta los dos polos de la batería", explica Pappalardo.
Fuentes múltiples
Dado que los mares de la Tierra están llenos de vida, es difícil pensar que los océanos profundos de Europa puedan ser estériles. ¿Pero podrán las misiones reconocer la vida extraterrestre?
"El objetivo de la misión que tocará la superficie de la luna no es solo detectar vida, sino convencer a los demás que lo ha hecho", afirma Niebur.
Para ello, el equipo de investigadores determinará si hay vida o no basándose en múltiples fuentes de evidencia directa.
"No haces una sola medición y dices: '¡Eureka! la encontré. Miras a la suma total", cuenta el investigador.
Además, han creado un marco de trabajo para interpretar los resultados, algunos de los cuales pueden ser positivos y otros negativos.
"Creas una suerte de camino para tomar decisiones que analiza las diferentes variables. Siguiendo estos caminos, el resultado es: sí, encontramos vida, o no, no encontramos", concluye Niebur.