¿Por qué algunas personas detestan ser abrazadas? La ciencia tiene una respuesta
No a todas las personas les gusta dar o recibir abrazos. Pese a que a la mayoría disfruta de este gesto, ya sea para dar o recibir cariño -o bien como consuelo en momentos de tristeza- existen varias que, por alguna u otra razón, les incomoda.
Si eres parte de este grupo debes saber que la ciencia tiene una respuesta; Suzanne Degges-White, orientadora de la Universidad de Northern Illinois, explicó a Time que la razón de este disgusto se remite a la niñez de cada ser humano.
“Nuestra tendencia a participar del contacto físico, ya sea abrazarnos, darle una palmadita en la espalda a alguien o ser cariñoso con un amigo, suele ser producto de nuestras experiencias en la primera infancia”, dice la profesional.
A este factor se suma, por supuesto, la crianza. Si un niño, por ejemplo, es criado por padres "fríos", los abrazos que reciba a futuro podrían incomodarlo.
Además, este efecto puede manifestarse en su forma opuesta, es decir, inducirlo a ser un "hambriento de contacto"; necesitará dar abrazos sobre todo en espacios sociales.
"En una familia que no fue físicamente demostrativa, los niños pueden crecer y seguir el mismo patrón con sus propios hijos", sostiene.
“Algunos niños crecen y se sienten ‘hambrientos’ de contacto y se convierten en abrazadores sociales que no pueden saludar a un amigo sin un abrazo o un toque en el hombro”, agrega.
Darcia Narvaéz, profesora de psicología en la Universidad de Notre Dame, añade que la carencia de cariño puede tener dos consecuencias en particular: un transmisor de impulsos emocionales subdesarrollado que disminuya la capacidad de ser cariñoso; y una menor secreción de la "hormona del amor" (oxitocina), que promueve la formación de lazos entre las personas.
La docente, finalmente, advierte que esta situación puede afectar notoriamente al joven en su desarrollo social. De ahí que los abrazos, dice, sean piedras angulares en dicha etapa.