La respuesta es simple: se transforma en aire.
Las dietas y los régimenes de ejercicio podrían prometer "hacer desaparecer la grasa" de tu cuerpo. Pero todos sabemos que eso violaría todas las leyes de la física de nuestro Universo.
Si no desaparece así como así cuando bajamos de peso, entonces... ¿qué pasa con ella? ¿dónde se va? ¿en qué se transforma?
No es tan obvio: no se transforma en energía, ni la totalidad de ella se excreta a través de sudor, heces u otro fluido. La premisa es simple: cuando un cuerpo pierde peso, se pierden átomos.
En 2013, el físico australiano Ruben Meerman nos hizo el favor de estudiar qué le pasa a esa grasa acumulada en distintas partes de nuestro cuerpo, una vez que la actividad física hace que se adelgace.
Aquí viene lo interesante. Según Meerman, cada 4.5 kilogramos de peso perdido, 3.8 los exhalamos en forma de Dióxido de Carbono (CO2) a través de nuestro sistema respiratorio.
Los restantes 0.72 kilogramos, se transforma en agua, la que expulsamos de nuestro cuerpo en forma de lágrimas, orina y... otras cosas.