Niña o niño, rosado o celeste: ¿por qué encasillamos a los bebés?
Estatura, número de calzado o medida de la cintura: hasta la pubertad, la mayoría de los niños y niñas se desarrollan de la misma manera. Sin embargo, la clasificación niño o niña es tan importante para muchas personas, que expresan esa distinción a través de ciertos colores, ropas o accesorios. ¿Por qué?
La investigadora sobre sicología de desarrollo Stefanie Peykarjou conoce bien el tema de "la clasificación de cosas por categorías”, por ejemplo, "animal o persona”, "chico o chica”. Ella cree que esta conducta se desarrolla "muy pronto cuando somos bebés”. Nos ayuda a entender y prever lo que nos rodea: ¿Es una piedra o una hormiga? ¿Cómo se comporta algo o alguien?
Peykarjou añade que lo "importante es que no nos quedemos con esa primera clasificación automática que solemos realizar, sino que incorporemos un proceso mental abierto”.
En otras palabras, si la niña se llama Lisa y le gusta usar ropa y hacerse peinados hermosos, también puede ser traviesa. Tal vez prefiera jugar con autos en lugar de muñecas o con ambas cosas. "Pero cuando se clasifica a los pequeños constantemente como niños o niñas, y su entorno tiene claras expectativas hacia ellos, dicha actitud puede, por supuesto, afectar al desarrollo individual", asegura la psicóloga.
Juguetes dependiendo del género
La influencia del marketing de género es tan grande que es cada vez más difícil para los niños descubrir sus propios gustos e intereses. La experta en género Aline Oloff cree que dichas atribuciones por estereotipos en los primeros años de la niñez pueden influir más tarde en la elección de la profesión. "Si nos fijamos solo en el área de los juguetes, se les ofrece diferentes diseños y objetos, dependiendo de si son niñas o niños".
Que la brecha de género, es decir, la atribución inconsciente de preferencias, características y habilidades según el sexo comienza en la guardería, no es nada nuevo: los llamados "Experimentos del Bebé X", de la psicóloga Phyllis A. Katz de la década de los 70, mostraron que los adultos tratan de forma diferente a los niños dependiendo de su sexo: a "Mary" se le ofreció la muñeca con más frecuencia para jugar; a "Johnny", la pelota. En ambas ocasiones era el mismo bebé y llevaba siempre puesto, una ropa amarilla.
La cadena británica BBC realizó el mismo experimento y lo grabó en un video. Los resultados fueron idénticos: a la niña se le ofreció muñecas y peluches. Al supuesto niño se le ofreció juguetes para desarrollar habilidades motoras y espaciales.
Expectativas con muchas consecuencias
Los niños prefieren "hacer" y las niñas "cuidar”, son así "por naturaleza”. Este tipo de comentarios son como las profecías que llegan a cumplirse: los niños desde muy pequeños quieren corresponder a las expectativas que los demás han depositado en ellos.
En un experimento sobre habilidades motoras se demostró que las expectativas de los adultos difieren y aunque objetivamente no hubo diferencias entre niñas y niños, los padres tendían a sobrevalorar a los hijos y a subestimar a las hijas. Es decir que de ninguna manera se puede hablar de desarrollo libre e independiente de ambos géneros.
"Como niña, necesitas una autoconfianza superior a la media para no perder las ganas de divertirte con las cosas técnicas, cuando a tu alrededor están convencidos de que los niños son mejores en ese ámbito", dice Sascha Verlan, coautor de "Rosa-Hellblau-Falle" o "La trampa celeste y rosa", un libro sobre estereotipos de roles en la vida familiar cotidiana.
Ni rosado ni azul
Desde el momento en el que se sabe el sexo del bebé, los adultos comienzan a atribuirle ciertos roles antes de haber nacido: es un niño "activo”, porque da pataditas en la barriga y la niña es "más buena”, porque no se mueve tanto durante el embarazo. Con un niño, el padre puede jugar al fútbol y a una niña, la mamá la puede vestir con ropa linda.
Al fin y al cabo, nacimos en una sociedad que permanentemente clasifica a los pequeños en "niño” o "niña”. ¿Cómo se puede dejar de repetir este modelo? "Por un lado, dejando que los niños vivan sus preferencias y no sancionando a los niños pequeños cuando quieran jugar con muñecas, pintar o quieran comprarse unas zapatillas doradas”, aconseja Oloff.
La sicóloga Peykarou añade que "deberíamos prestar más atención a las particularidades de nuestro hijo que a su género”.