Mujeres Bacanas: Utako Okamoto y la medicina que puede salvar vidas
Utako Okamoto fue una médica japonesa que en 1962 descubrió, junto a su marido, el ácido tranexámico, un fármaco que ayuda a contener la hemorragia posparto. En esos años sus colegas hombres minimizaron su tremendo descubrimiento científico y Utako no logró convencer a los obstetras de la ciudad de Kobe para que implementaran el agente antifibrinolítico en pacientes con riesgo de hemorragia.
Después de publicar sus resultados se convirtió en presidenta de la Universidad Kobe Gakuin donde trabajó desde 1966 hasta su jubilación en 1990. Recién el año 2009 el ácido tranexámico pasó a formar parte de la lista de la OMS de medicinas esenciales.
Okamoto vivió para ver el principio del estudio que se realizó el 2010 usando ácido tranexámico en 20.000 mujeres con hemorragia posparto, pero la científica murió en 2016, a sus 98 años, y no alcanzó presenciar la publicación de los resultados sobre la exitosa prevención de la mortalidad como efecto del ácido.
En el Japón de postguerra, en el que escaseaban las mujeres científicas, Okamoto no logró convencer a los doctores locales de que hicieran un ensayo clínico con las mujeres que sufrían hemorragias postparto. El remedio entonces pasó a una compañía farmacéutica que lo promocionó para tratar los casos de menstruación con sangrado abundante. El ácido tranexámico quedó semiolvidado durante casi medio siglo y eso considerando que la hemorragia postparto sigue siendo la principal causa de muerte materna en el mundo. Cada año 100.000 mujeres mueren desangradas poco después del parto.
El estudio de la Escuela de Londres de Medicina Tropical e Higiene concluye que el ácido tranexámico puede reducir en un tercio el riesgo de que una mujer muera desangrada. Además es muy barato, porque es fácil de producir y porque no tiene patente. Este medicamento ya está disponible en varios países y a un bajo precio, en el Reino Unido cuesta US$4 y en Pakistán apenas US$1.
Quienes realizaron el estudio alcanzaron a entrevistar Utako Okamoto en 2010: “Sin hacer el estudio, yo ya sé que será eficaz”, apostó la doctora. Lamentablemente murió sin ver realizado su sueño de salvar miles de vidas.