Mujeres Bacanas: Rosa Lewis, la reina de los cocineros
Nació en una familia pobre y de nueve hermanos en Leyton, por lo que Rosa Ovenden no tenía mucha más opción que trabajar desde muy temprana edad; a los 12 años dejó los estudios, y fue contratada como criada, haciendo los trabajos más duros en una casa en la era victoriana; era casi esclavitud. Lentamente fue ascendiendo hasta la cocina y, con ingenio, empuje y cabeza, terminó siendo la cocinera más famosa de principios del siglo XX en Gran Bretaña, la favorita de la gran sociedad, convirtiéndose en una verdadera empresaria gastronómica de banquetes. Eso sí, aunque se codeó con la realeza y aristocracia, jamás dejó su acento cockney, el del pueblo proletario inglés.
Demostrando su talento en la cocina, a los 16 años Rosa trabajó para el exiliado Conde de París; unos años después, con lo aprendido de la técnica francesa, comenzó a ser requerida en las cocinas de las más importantes familias de Gran Bretaña. Eso incluyó a Lady Randolph Churchill, la madre de sir Winston. No se sabe con certeza si fue en esa casa, o en otra, donde el rey Eduardo VII fue a comer y sorprendido por la calidad de la cena, pidió felicitar a la cocinera. Rosa, quien luego se casó con un mayordomo de quien heredó el apellido, comenzó una amistad de años con el Rey, lo que hacía que la llamaran a cocinar a todas las casas y eventos donde iría el monarca. Ella armó una verdadera empresa gastronómica de banquetería, con varios empleados, convirtiéndose en “la Reina de los cocineros”. Siempre se le corrieron rumores de una aventura amorosa con el Rey, y lo que sí se sabe es que su marido poco le importaba; ella estaba centrada en su trabajo, y usó el matrimonio para poder trabajar tranquila, ya que para una soltera en esa época habría sido imposible.
En 1902, Rosa compró el ya conocido Cavendish Hotel, y creó ahí un epicentro social de la época, con fastuosos banquetes y bailes, y su conocida cocina. Fueron los años de gloria de la criada convertida en empresaria, los que vieron comenzar su final con la muerte del rey en 1910, y luego con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Durante el conflicto, Rosa acogió en el Cavendish a soldados y militares, como un refugio, y sirviéndoles comida que los hacía sentir seguros y en casa, sin cobrar.
Tras el fin de la guerra, Rosa siguió con el Cavendish, pero los tiempos habían cambiado; ella feliz se los recordaba a quienes pasaran por su mesa, queriendo detener el tiempo. Nunca perdió su particular personalidad y colorido hablar; fue inmortalizada por Evelyn Waugh en Vile Bodies, su novela sobre los aristócratas jóvenes y decadentes de Gran Bretaña. Rosa podía ser una mujer de otra época, pero siempre fue descrita –en los varios perfiles que se le hicieron en la época, incluido una para la revista norteamericana The Newyorker- como una mujer original. Y una, que teniendo nada, armó una leyenda.