Mujeres Bacanas: Peggy Guggenheim, la gran mecenas del arte
Su apellido es sinónimo de fortuna y arte. La vida de Marguerite Guggenheim fue eso pero también tuvo importantes dosis de amores intensos, sexo, alcohol, aventuras y tormentos. Descendiente de dos familias judío-europeas que se instalaron en los Estados Unidos y amasaron fortunas con la minería, todo lo que la rodeó siempre fue peculiar. Su padre murió en el hundimiento del Titanic y su madre era obsesiva compulsiva.
A los 21 años Peggy Guggenheim heredó una pequeña fortuna de 2,5 millones de dólares (serían unos 20 millones de dólares actuales). Trabajó en una librería y de a poco fue adentrándose en el mundo del arte y la cultura. En 1920 viajó a París donde se maravilló con la bohemia y la vanguardia europea. Al año siguiente volvió a Nueva York al matrimonio de su hermano y ahí conoció a su primer marido y padre de sus dos hijos. A través de él también fue conociendo a personajes como James Joyce, Marcel Duchamp, Man Ray, Isadora Duncan, Ernest Hemingway y Ezra Pound. No todo fue fiesta y glamour porque esa historia de amor, y las muchas otras que siguieron, estuvieron marcadas por episodios de violencia y abuso.
A los 40 años heredó más dinero tras la muerte de su madre y decidió instalar una galería de arte en Londres, como no tenía suficientes conocimientos de arte moderno, se asesoró con Marcel Duchamp. La “Guggenheim Jeune” abrió con una exposición de Jean Cocteau, que resultó ser algo incomprendida. Luego vinieron muestras que incluyeron obras de Kandinsky, Tanguy, Brancusi, Calder, Braque, Picasso. Las ventas no anduvieron como Peggy imaginaba y para dar sensación de negocio y no desanimar a los artistas, ella misma adquirió varias de las obras en secreto, iniciando así lo que sería su futura colección. Tras la baja respuesta del público inglés el plan era trasladar la galería a París, pero justo estalló la II Guerra Mundial y entonces Peggy aprovechó para comprar todo el arte que fuera posible. Los artistas y las familias más adineradas estaban despojándose de sus obras y así terminó llenando un granero en la campiña francesa para mantenerlos a salvo de los nazis. Por esa época se juntó con Max Ernst y otros artistas que escapaban de los campos de concentración y se refugiaron en Marsella donde vivió un fogoso romance con Ernst.
Finalmente volvieron a Estados Unidos, se casaron, y en 1942 Peggy abrió una nueva galería llamada “The Art of This Century Gallery”. Allí siguió descubriendo y potenciando nuevos artistas de vanguardia. Uno de sus principales méritos de galerista habría sido reconocer el talento de un joven Jackson Pollock, (aunque dicen que en realidad fue Piet Mondrian quien visualizó el valor en sus caóticas pinturas).
En 1943 Peggy se separó de Ernst y decidió volver a Europa para instalarse finalmente en Venecia. Compró un Palazzo a orillas del gran canal y lo llenó con su colección de obras de arte abriéndolo al público algunos días a la semana. En Venecia Peggy se transformó en la excéntrica dama que nos muestran la mayoría de sus fotos; siempre acompañada de sus adorados perros, usando anteojos de mariposa, aros colgantes diseñados por Tanguy y elegantes túnicas.
Marguerite “Peggy” Guggenheim murió en 1979 producto de una apoplejía. Heredó su palazzo y su colección a la Fundación Guggenheim a condición de que todas las obras de arte se mantuviesen juntas y expuestas en Venecia. Al final de su vida, Peggy dijo sentirse feliz de haber vivido una existencia plena donde siempre hizo lo que quiso: “¿Liberación de la mujer? Yo era una mujer liberada antes de que hubiera un nombre para eso”.