De niña guerrillera a atleta profesional, Mira Rai ha desafiado todas las oportunidades que no tuvo por vivir en las alejadas montañas de Nepal. Hoy es la deportista más importante de su país y un ejemplo de que con ganas todo se puede.
Mira creció en la remota Bhoipur, que se encuentra en la parte este de Nepal. Una pequeña aldea dependiente de la agricultura, donde las mujeres se ocupan de cocinar y limpiar su casa, recolectar fardos para los animales, buscar agua y además madera. No tienen acceso a educación, a diferencia de los hombres.
La infancia de Mira fue básicamente un entrenamiento: cargaba sacos de 30 kilos de arroz por horas para poder revenderlos y además estaba encargada de ir a buscar agua a varias horas de su casa también. Su ayuda doméstica se acabó cuando a los 14 años se unió a la guerrilla maoísta donde entrenó durante dos años en la jungla de Nepal.
Tras el fin de la guerra en 2006, decidió inscribirse a un programa de rehabilitación del gobierno donde además podía correr por diversión. La primera carrera de 21 km en la que corrió, lo hizo con el estómago vació y se desplomó a 400 metros de la meta. Sin embargo sus ganas fueron más allá y fue a entrenarse con un maestro karateka en Katmandú.
Un día entrenando en las montañas de Chandragiri se encontró con un grupo de corredores con quien compartió parte del recorrido. Uno de ellos la instó a participar de una carrera que se organizaba en los Himalayas. Sin saber que era una carrera profesional, Mira participó de los 50 kilómetros en el Himalayan Outdoor, y ganó sin una dieta especial ni ropa técnica. Red Bull organizaba el evento y desde ese momento comenzó a auspiciarla en lo que serían muchos triunfos por venir, en diferentes partes del mundo como Australia e Italia. Incluso batió un récord en los 80 kilómetros en el Mont Blanc.
Hoy Mira no se ha olvidado de lo difícil que fue para ella tener una oportunidad y como el deporte le significó una motivación para salir de su casa y romper con el estereotipo de casarse y quedarse a cargo del hogar. Tras una lesión que la dejó fuera de las competencias el 2016, se consiguió 90 pares de zapatillas y comenzó a entrenar a niñas de otras aldeas. Quiere impulsar que otras personas de su país se formen como atletas y ayudar a que consigan auspicio. Su lema es “Khana pugyos, dina pugos,” que significa “Que haya suficiente para comer, que haya suficiente para dar”.