Mujeres Bacanas: María Merian, la entomóloga artista
Antes de que María Merian, artista y entomóloga, se dedicara a registrar, pintar, observar, y estudiar a los insectos, muchos aún creían que los gusanos nacían de la carne en mal estado o que las mariposas las generaba espontáneamente el barro. No sólo su aporte fue invaluable para la ciencia en un mundo, el de los insectos, que hasta entonces nadie tomaba muy en cuenta, sino que fue una pionera en viajar y hacer una expedición, sólo por motivos científicos.
María nació en Frankfurt, y cuando su padre murió, su madre se casó con el pintor Jacob Merrell, quien la animó con el dibujo y la pintura. Desde la adolescencia, que María comenzó a interesarse, además, por algo que a las otras mujeres del siglo XVII les daba asco: los insectos. “Al principio, partí con los gusanos de seda en mi ciudad natal. Me di cuenta de que las orugas producían bellas mariposas o polillas, y que los gusanos de seda hacían algo similar. Esto me llevó a coleccionar todas las orugas que podía encontrar, para ver cómo cambiaban”.
María se casó, tuvo dos hijas, y seguía dibujando y pintando el mundo natural de los insectos, y cómo estos eran parte de un proceso mayor de la naturaleza; cómo todo pequeño ser viviente era parte de una cadena. Su matrimonio no iba bien y María, independiente y fuerte para la época, se llevó a sus hijas y comenzó a vivir sin marido en varias ciudades, vendiendo pinturas y estudiando. En 1679, publicó su primer libro de pinturas científicas, “La maravillosa transformación de las orugas”.
En 1699, a los 52 años, Merian se embarcó en un viaje sin precedentes; pagado por sus pinturas e invitada por la colonia holandesa, partió con su hija más joven a Surinam. Estuvo dos años ahí, pintando plantas, bichos, mariposas y más, estudiando y coleccionando, armando un registro fundamental sobre entomología y botánica. En sus dibujos, las plantas tienen pequeñas mordidas, no todo es perfecto, demostrando cómo se enlaza la vida en esa pequeña escala. A su vuelta, en 1705, publicó el fruto de esa aventura, emprendida en el nombre de la ciencia: Metamorphosis insectorum Surinamensium, el que fue un éxito y, hasta hoy, sigue siendo considerado un aporte en el campo.
El libro se vendió y se expuso en todo Europa. Cuando María murió, el resto de sus pinturas fueron compradas por el Zar de Rusia; hasta hoy muchas siguen en San Petersburgo. Y sus dibujos, hechos hace cientos de años, siguen siendo hermosos; la genialidad no envejece.