Mujeres Bacanas: Jeannie Rousseau, la espía francesa
La información de inteligencia que llegaba a los aliados en Gran Bretaña era de mucho valor; cuando se preguntó dónde la conseguían, la respuesta fue que de una agente, “una mujer joven, la más notable de su generación”. Así era descrita Jeannie Rousseau, la francesa que siendo veinteañera fue una de las más destacadas espías contra los alemanes, y quien sobrevivió a campos de concentración cuando fue apresada.
Rousseau nació en Saint-Brieuc, en Bretaña. Siempre tuvo mucha habilidad para los idiomas y estudió y dominó inglés y alemán, además de su lengua madre el francés. Cuando los alemanes llegaron a sus tierras, su padre, esperando ayudar a la familia, la ofreció como traductora; Jeannie comenzó a trabajar con el enemigo, juntando información cada vez más valiosa. El destino cambió cuando, en un tren, se cruzó con un antiguo conocido que justamente organizaba al grupo de espías aliados, llamados los Druidas. El le ofreció participar, ella aceptó de inmediato. En 1941, Jeannie Rousseau se transformó oficialmente en espía; más adelante tendría el nombre código Amniarix.
Jeannie, que era hermosa y encantadora y estaba lejos de las sospechas alemanas, supo que los nazi estaban construyendo unas bombas de largo alcance inéditas en la historia, los misiles V1 y V2. Aunque era difícil de creer mandó la información, y como todos sus reportes eran fiables, el mismo Churchill mandó a bombardear Peenemünde, donde se construían las armas; se destruyeron miles de armamentos nazis.
Jeannie fue capturada por la Gestapo, pero liberada; se trasladó a París, donde su trabajo en la cámara de comercio francesa aún le daba acceso a los alemanes y sus secretos, que ella siguió reportando a los aliados. Iba a ser redestinada a Londres, pero cuando la misión para trasladarla estaba en curso, Jeannie fue finalmente descubierta y apresada en 1944, y pasó por el campo de concentración de Ravensbruck, y las prisiones de Königsberg y Torgau; ella se negó a hacer trabajo forzados citando a la convención de Ginebra; muchas de las que la imitaron perdieron la vida. Jeannie enfermó de tuberculosis pero fue eventualmente liberada en el inminente fin del conflicto, y mientras pasaba su convalecencia en Suiza, conoció a otro sobreviviente de campos de concentración, Henri de Clarens, quien se convirtió en su marido y padre de sus hijos.
Tras la guerra, Rousseau se dedicó a la traducción en distintas organizaciones, y su gran labor se mantuvo secreta, sin salir a la luz hasta 1993, cuando recibió un premio por parte de la CIA. Luego recibió también la Legión de Honor Francesa. Sólo dio un par de entrevistas contando su historia, en 1998. Murió a los 98 años.