Una carrera de 50 años, ser la creadora de la famosa La Pérgola de las Flores y otra treintena de obras teatrales, hacen de Isidora Aguirre una de las mujeres más importantes de la dramaturgia nacional del siglo XX.
Hija de un ingeniero y de una pintora, Isidora Aguirre nació en 1919 en Santiago. Desde niña recibió una educación de tipo artístico y estuvo rodeada de intelectuales de la época, amigos de sus padres, como María Luisa Bombal, Pablo Neruda y su tía Esther Huneeus, la creadora de Papelucho. Antes de cumplir los veinte años realizó estudios de trabajo social, literatura, piano, ballet moderno y dibujo.
A sus 21 se casó con un español, con quien se mudó a París 5 años después. Los conocimientos aprendidos le sirvieron mucho para sobrevivir en la capital francesa donde trabajó de ilustradora, al mismo tiempo que continuaba estudiando teatro y cine. De vuelta en Chile, arriba de un trolebús se topó con el actor y director de teatro Hugo Miller, quien tras el encuentro, se convirtió en su profesor de dramaturgia en la Academia Chilena del Ministerio de Educación en 1952. Desde aquí la vocación de Isidora se vuelca por completo hacia el teatro hasta su muerte en 2011.
Así Isidora comenzó a trabajar con los teatros que estaban al alero de las universidades, como el Teatro Experimental de la Universidad de Chile y el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, lugar donde estrena en 1960 su icónica La pérgola de las flores. La obra, musicalizada por Francisco Flores, desarrolla una historia donde el choque de clases, la comedia y música, la transformaron rápidamente en un clásico del teatro chileno y en la primera obra nacional en tener éxito internacional.
La mayoría del trabajo de Isidora Aguirre, estuvo siempre influenciado por los postulados teatrales de Albert Brecht, donde se planteaba el teatro con un compromiso social, piezas testimoniales que daban cuenta de los problemas de la época. Así, la dramaturga realizaba exhaustivas observaciones en terreno junto a una intensa investigación documental de manera de crear historias que vinieran de la realidad. Por ejemplo para Los Papeleros de 1962, la escritora pasó un mes viajando cada día a basurales periféricos de Santiago para ver cómo vivían y trabajaban los recolectores de papel. Isidora tenía la convicción de que sólo así podía escribir una obra que realmente retratara la realidad de la miseria, la explotación y la desigualdad social que existía en la labor de estas personas. Otras obras que se identificaron con esta metodología de creación desde hechos reales, fueron Población Esperanza, Los que van quedando en el camino y Retablo de Yumbel. Además de esta corriente realista en su trabajo, Isidora Aguirre escribió obras de carácter histórico como Lautaro. Epopeya del pueblo mapuche (1982) y Manuel (1990), inspirada en la vida de Manuel Rodríguez.
El éxito de las obras de Isidora Aguirre fue gracias a su preocupación y puesta en escena de los problemas sociales de la época, que la terminaron por convertir en una de las grandes dramaturgas chilenas del siglo XX. También fue una gran patrocinadora de la formación de grupos teatrales, donde ejercía de profesora y a la vez promovía la actividad teatral en provincia.