Mujeres Bacanas: Gabriela Pizarro, la otra madre del folclor chileno
Gabriela Pizarro vivió su primera infancia en el sur, con una madre interesada en la música que prendió el interés de su hija en el canto, y una nana que también la llevaba a las chinganas; pronto la pequeña Gabriela ya estaba familiarizada con las costumbres y cantos campesinos. La familia luego se trasladó de Lebu a Santiago, donde Gabriela continuó con sus estudios y tuvo su introducción fundamental al canto chileno, como parte de las Escuelas de verano de la Universidad de Chile, donde fue pupila de Margot Loyola y conoció a pares como Víctor Jara. Fue parte también del coro de la universidad.
Al igual que Margot Loyola y Violeta Parra, Gabriela Pizarro entendió la importancia de preservar el canto campesino, sus rimas y palabras, sus tonadas, y viajó a Lebu y también a Chiloé, a entrevistar cantantes populares y registrar canciones, material de gran valor como legado. En 1957 forma parte de la creación del grupo folclórico Millaray, donde también cantaba quien se convertiría en su marido, Héctor Pavez, y padre de sus cinco hijos. Con Millaray se presentaron hasta en el Teatro Municipal de Santiago en 1960.
En 1973, con el golpe militar y la llegada de la dictadura de Pinochet en Chile, el trabajo de Gabriela Pizarro se termina, ya que enseñaba canto y baile y era parte de la Universidad de Chile. Fue sacada de su puesto, y por los años siguientes toda su gran labor de educadora y difusora de cuecas y chincolitos fue acallado; el grupo también se disolvió y Pavéz partió al exilio. Víctor Jara era asesinado. Fueron años duros en que Pizarro tuvo que cantar donde podía, lo que fue aliviado con esporádicas giras a Europa y Canadá, donde era aplaudida y valorada por la comunidad internacional. En 1989, con la democracia, su vida volvió a una normalidad, grabando discos y recibiendo el respeto que merecía su dedicada labor.
Pizarro murió de cáncer en 1999 y dejó ocho discos de estudio, de romances, cuecas, tonadas religiosas y más.