Mujeres Bacanas: Frida Kahlo, pintora de la feminidad latina
Cuando André Breton, padre del surrealismo, vio los cuadros de Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón no pudo evitar agregar a esta mexicana al conjunto de artistas que pintaba e interpretaba sueños. Sin embargo, Frida nunca se sintió cómoda con esta calificación de ser surrealista pues según ella no pintaba sueños sino que “la expresión más franca de mi ser”.
Frida sufrió desde niña. Tuvo poliomielitis y en su juventud tuvo un grave accidente en un tranvía que la dejó con secuelas que la perseguirían en más de treinta operaciones, corsets y dolorosas sesiones de estiramientos durante el resto de su vida, así como serían la base para su obra artística.
Sus largas estadías en cama producto del accidente, le otorgaron un tiempo obligado donde Frida se dedicó a construir un universo emblemático, donde la mujer y su sexualidad tuvieron una nueva mirada, a la vez que reflexionaba sobre su propia vida y los hechos que iban ocurriendo. Así ella se convirtió en la protagonista de sus pinturas, rodeada de elementos cargados de simbolismo junto a elementos mitológicos mexicanos y precolombinos, todo pintado con colores brillantes con una finalidad simbólica y dual. Por ejemplo el amarillo representaba la enfermedad y el miedo, y a la vez la alegría.
Su infancia la caracterizó en su pintura en escenarios amplios, paisajes áridos o inhóspitas habitaciones, debido a que sus enfermedades y operaciones habían disminuido su capacidad motriz y por ende el poder jugar con otros niños.
Conocer y enamorarse de Diego Rivera fue uno de los eventos artísticos, tormentosos y más significativos de su vida, ya que fue el origen de muchas emociones hechas pinturas que mostraron el amor, la infidelidad, el despecho y la traición que a veces son expresados en sangrientos paisajes o en Frida como el origen de la vida.
Su inolvidable cara, coronas de flores y trajes mexicanos tradicionales puso de manifiesto una belleza latinoamericana que no trataba de imitar lo europeo sino que proponía una nueva femineidad con bigotes y cejas pobladas incluidas. Esta interpretación además venía acompañada de ser una mujer fuerte y autosuficiente, que no seguía las convenciones de la época, convirtiéndose hasta hoy en un símbolo contra la opresión machista.