“Le atribuyo mi éxito a que nunca di ni tomé ninguna excusa”. Florence Nightingale es la fundadora de la enfermería moderna, sacando el cuidado de los enfermos del mundo religioso y entregándolo a la ciencia y el mundo secular. Su dedicación a la enfermería comenzó incluso cuando, viniendo de una familia acaudalada que habría preferido que ella se casara y se dedicar al hogar, optó por su carrera y llamado, y luego se hizo famosa en la atención de soldados para la guerra de Crimea.
Nació en Florencia, pero pronto su elegante familia volvió a Inglaterra; en plena época victoriana, el destino de Florence parecía estar forjado como el de toda señorita de su clase: ser esposa y madre. Pero ella, contrariando a su familia, sentía vocación por servir, y un especial interés por la enfermería. Incluso cuando tuvo novio y este le propuso matrimonio, decidió finalmente no casarse, pues le quitaría el tiempo de su pasión por el cuidado de enfermos. En 1844, se matriculó en una escuela de enfermería en Alemania. Unos años después volvió a Londres, a trabajar como enfermera, rápidamente demostrando talento e inteligencia.
Hasta que en 1853 comenzó la Guerra de Crimea, entre el imperio británico y el ruso. Nightingale lideró un contingente de 34 enfermeras y monjas que se trasladaron hasta el imperio otomano, el campo de batalla y botín del conflicto, para atender a soldados enfermos. Hasta el momento, el ejército había parado de contratar enfermeras porque no hacían un buen trabajo, pero la guerra estaba cobrando demasiadas vidas y los soldados sobrevivientes y heridos estaban en pésimas condiciones. Nightingale llegó a Crimea y pronto se dio cuenta que la tarea era incluso más difícil de lo esperado: el hospital de campaña estaba contaminado, con agua sucia, basura, ratones y bichos, los enfermos esperando en sus propios excrementos. Florence puso a todos a limpiar; es suyo el legado de la importancia de sanitizar espacios para que los enfermos mejoren y la de la higiene, conocimientos hasta entonces no propagados popularmente. Se hizo famosa, por su abnegado trato a los enfermos; The Times hizo una crónica alabando su trabajo, y la imagen de Nightingale, paseando de noche por los pasillos de los pacientes, con una lámpara en la mano, velando por su salud, se hizo un ícono popular; la apodaron “la dama de la lámpara”.
A su regreso fue recibida como héroe nacional; ayudó a la creación de un hospital y ahí fundó su propia escuela de enfermería, la base de la práctica moderna de ese campo de estudio. Escribió varios libros al respecto que se convirtieron en biblias de su profesión, y siguió siendo tratada como ídola hasta su muerte, a los 90 años.