Mujeres Bacanas: Carrie Fisher, la princesa de armas tomar
“No quiero que mi vida imite el arte; quiero que mi vida sea arte”. Es conocida en todo el mundo, por varias generaciones, como la Princesa y General Leia Organa, una de las líderes de la fuerza rebelde en Star Wars. Pero Carrie Fisher ha librado tantas otras batallas: de salud mental, de adicciones, ha sabido usar la risa como arma, ha pataleado contra el sexismo en Hollywood con ingenio y, ahora, se recupera de infarto que sufrió en un avión, mientras estaba en gira promocionando su último libro. Una campeona.
Antes de ser princesa galáctica, Fisher ya pertenecía a la realeza Hollywoodense: es hija de Debbie Reynolds (Cantando bajo la lluvia, entre varias otras maravillas) y el cantante Eddie Fisher; la familia feliz duró poco, cuando Fisher dejó a Reynolds por una amiga de la familia: Elizabeth Taylor. Carrie siempre fue una ávida lectora; al minuto de elegir un camino laboral optó por la actuación, tomando clases en Londres. Cuando iba a entrar a una universidad, llegó el papel de Star Wars, y el resto fue historia.
El papel de Leia Organa no era cualquiera: a diferencia de otras heroínas de acción de la época, Leia tenía personalidad y voz, era una líder y una protagonista, no sólo un adorno. En los años siguientes retomaría su rol en la trilogía, mientras también actuaba con los hermanos Belushi, con Woody Allen y más. La vida romántica también era de película, e incluyó relaciones con Paul Simon y Dan Akroyd.
Carrie Fisher siempre ha sacado la voz acerca de sus problemas de salud mental, y vivir con el diagnóstico de desorden bipolar, y cómo usó las drogas como una muleta contra esto; su testimonio ha ayudado a visibilizar la lucha de las personas con este trastorno.
Fisher es también una excelente escritora: su primer libro, una novela semi autobiográfica de 1987 llamada “Postales desde el abismo”, usa el humor para recorrer pasajes de su vida como la adicción a las drogas. El libro se transformó en una película con Meryl Streep. En los 90, Carrie se dedicaría en mayor parte a sacar más novelas, y también se convirtió en una exitosa “doctora de guiones”, colaborando en películas como “El cantante de bodas”, “Hook”, “El espejo tiene dos caras” y tantas más y, por supuesto, en la segunda entrega de trilogías de Star Wars.
Mientras, Fisher siguió usando su turbulenta vida personal e historial de adicciones para el humor: en 2007 presentó Wishful drinking, un monólogo que se transformó en un éxito en Broadway, luego salió en formato libro y en especial para HBO. En los últimos años volvió al frente de la cámara, donde siempre ha hecho cameos y participaciones, retomando su rol de Leia; ante quienes criticaron su cuerpo, más viejo y con más kilos que hace décadas, Fisher peleó de vuelta a través de redes sociales. Además, escribió sus memorias, The Princess diarist, donde cuenta cómo fueron sus años de juventud en el mundo de George Lucas, siendo el pasaje más bullado la desclasificación de su affaire con Harrison Ford.
La actriz murió de un infarto el 2016 a la edad de 60 años.
Si alguien pudo levantarse de cualquier caída, es Carrie Fisher.