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Medio Ambiente

Camboya: la delgada línea entre crecimiento y conservación

Camboya: la delgada línea entre crecimiento y conservación
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La rica biodiversidad de los Montes Cardamomo, en el suroeste de Camboya, se encuentra en peligro por la mala gestión y el cambio climático. Y con ello, también el futuro económico del país.

El bosque de los Montes Cardamomo de Camboya es, con razón, el orgullo de las autoridades locales y de los conservacionistas. Al fin y al cabo, por aquí pululan especies raras endémicas, que prácticamente están extintas en otras partes de Asia. Entre ellas, el cocodrilo siamés, el gibón (una familia de primates hominoideos) o el pez dragón.

Muchas de las exitosas historias de conservación son fruto del compromiso permanente de la organización Conservación Internacional. La ONG se centra en la cooperación con los grupos indígenas. Estos renuncian a la caza furtiva y a la deforestación y a cambio reciben asistencia médica segura, educación y oportunidades para obtener nuevas formas de ingreso.

"Es importante entender que la tala ilegal seguirá siendo un problema mientras que el comercio de especies y de madera sea lucrativo y no haya medios de vida alternativos", explica Tracy Farrell, Director Regional del Programa Greater Mekong de la ONG Conservación Internacional.

El período de la tala ilegal se inició con los Jemeres Rojos. El grupo guerrillero se escondió en la década de 1970 en los Montes Cardamomo y expulsó a los nativos de sus bosques. Negociantes tailandeses pagaron a los rebeldes para que talaran los árboles de la zona, y así poder vender la madera en Tailandia. El comercio se estableció y se prolongó hasta finales de 1990, incluso más allá de la época de los Jemeres Rojos. Para entonces, los terrenos arbolados casi habían desaparecido.

¿Es la tala una amenaza?

No obstante, aunque así lo parezca, este episodio de la tala masiva no es la mayor amenaza para el bosque, según Timothy Killeen, científico ambiental que ha trabajado para Conservación Internacional en Camboya y escrito un libro sobre los Montes Cardamomo.

"En un bosque tropical nunca hay más de 10 a 15 especies valiosas de árboles ", explica Killeen. "Si las descartamos, aún quedan otras 500 especies, que no son tan importantes. Sin embargo, el bosque está ahí".

Esta declaración puede parecer confusa en un principio. Aún más, teniendo en cuenta un artículo en el diario camboyano The Phnom Penh Post, que acusaba a Conservación Internacional de hacer la vista gorda a la tala ilegal en el bosque protegido de Camboya. La ONG insiste en que ella no aprueba los desmontes ilegales. Sin embargo, Killeen afirma que la cuestión sobre si la tala de árboles realmente pone en peligro al bosque o no, es más compleja.

"La gente pobre, que va al bosque, tala un árbol, lo corta en pedazos y lo transporta sobre el hombro, nunca va a ser una amenaza importante para el bosque", matiza Killeen. "El impacto y la intensidad de la tala ilegal son muy bajos, debido a la naturaleza del mismo bosque”. Cuando se tala un árbol, a menudo crece otro.

Tala y quema

La tala ilegal, tal y como la describe Killeen, no destruirá ningún bosque de un solo golpe. Sin embargo, esto se consigue a través del desmonte por incendio, una técnica utilizada para obtener superficies de cultivo para la agricultura. Y es que mediante la tala y quema de árboles es posible limpiar la tierra, en su totalidad.

En este sentido, Farrell aclara que se alienta a las comunidades locales a no talar más superficies que las acordadas oficialmente. No obstante, la realidad es que se destruye bosque en grandes cantidades y que estas prácticas destructivas se acercan peligrosamente a la frontera con las montañas Cardamomo.

El uso de tala y quema en Camboya también se remonta a la época de los Jemeres Rojos, al igual que la tala ilegal para proporcionar ciertas maderas a Tailandia. El centro de los Montes Cardamomo fue el último refugio de los rebeldes, quienes expulsaron a la población local y quemaron sus tierras.

Cuando finalmente los Jemeres Rojos fueron derrotados, los habitantes originales del territorio ocupado regresaron como colonos ilegales. En 1998 el gobierno formalizó la propiedad de la tierra, pero a menudo a costa de los más pobres. Sus tierras fueron vendidas a empresas con concesiones de tierra a largo plazo para cultivar miles de hectáreas de caña de azúcar, caucho y aceite de palma.

La labranza de monocultivos, como la palma de aceite, tiene efectos negativos relevantes sobre el medio ambiente. Sin embargo, según Tim Forsyth, profesor de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, existe un problema añadido. "En mi opinión, la mayor amenaza en este momento, y durante los últimos 20 años, es la conversión de bosques y terrenos agrícolas de calidad media en monocultivos y plantaciones industriales de árboles", explica Forsyth. Y añade: "la gente está muy empeñada en plantar árboles porque creen que es bueno para el medio ambiente".

La energía hidráulica

La población local, a menudo, cree que un mayor número de árboles tiene un efecto positivo en el equilibrio hídrico, según explica el profesor. Pero esta idea no es correcta. Las hojas de los árboles de teca, por ejemplo, son tan grandes que cuando llueve se forman mayores gotas de agua sobre ellas, que a su vez son más difíciles de absorber por el suelo. Un buen suelo, por el contrario, es una premisa para la energía hidráulica, una forma de energía que está creciendo de forma muy rápida en Camboya.

El consumo medio anual de electricidad en el país probablemente se triplicará de aquí a 2024. Por este motivo, empresas chinas planean construir más embalses, 10 de los cuales ya han sido edificados en el entorno del Bosque Central Protegido de los Cardamomo y uno dentro de la zona de conservación. La productividad de estas represas también depende en gran medida de la calidad del suelo, según aclara Killeen. Por ello, la prevención de la deforestación masiva de árboles endémicos es vital para mantener el suelo en buen estado.

"Si el depósito se llena de sedimentos en vez de agua, eso se traduce en una menor obtención de energía y, finalmente, en menos ingresos", afirma Killeen. Y concluye: "Este es un argumento económico muy sencillo. Solo si la línea divisoria de las aguas por encima de la presa está protegida, se puede garantizar la vida útil de la instalación".

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