En una conferencia internacional sobre comercio de especies silvestres amenazadas, cabe esperar encontrar a muchos conservacionistas y activistas por los derechos de los animales. Pero sorprende, a primera vista, el hecho de encontrarnos también con cazadores.
"Estamos aquí para defender los principios del uso sostenible de la convención, pero también para abogar por el comercio de trofeos de caza”, declara Joseph Goergen, defensor de la caza de trofeos en la mayor conferencia sobre biodiversidad del mundo, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (conocida como CITES, por sus siglas en inglés), que tuvo lugar durante la segunda quincena de agosto de este año en Ginebra.
Goergen es director de conservación en la Fundación Internacional Safari Club, que "financia y organiza programas de conservación para la vida silvestre”, explica. La organización forma parte del Safari Club International (SCI), un grupo con sede en Estados Unidos compuesto por cazadores, más de 50.000, que abogan por la libertad de caza. Goergen creció en el estado norteamericano de Wisconsin, pescando y cazando ciervos. Desde entonces, su pasión por la caza lo ha llevado hasta África.
Cada dos o tres años, los 183 signatarios del tratado (entre ellos, la Unión Europea) se reúnen en el marco de la Convención CITES. Juntos deciden qué especies de plantas y animales no deben ser comercializadas para su protección, y cuáles sí, pero bajo qué condiciones.
Cientos de ONGs y grupos de interés acuden a la conferencia para ejercer presión, incluidos representantes de la caza mayor. Consideran que tienen derecho a disparar contra animales salvajes en safaris organizados y a llevarse a casa determinadas partes de los ejemplares cazados, como colmillos o pieles.
SCI y otras organizaciones de caza presentes en la conferencia, como Conservation Force, cuyo presidente se jacta de haber defendido los derechos de los cazadores en muchas conferencias, entienden su afición como una estrategia legítima para proteger las especies en peligro. Pero no todos están de acuerdo.
El debate sobre si el comercio de animales amenazados ayuda u obstaculiza su protección es una de las principales discusiones de la Convención CITES.
Matando animales para protegerlos
Este año, los defensores de la caza de trofeos no están satisfechos con el resultado de las negociaciones. Lamentan que la CITES imponga cada vez mayores restricciones y prohibiciones al comercio. Las jirafas, por ejemplo, ahora están incluidas en el listado de especies protegidas por la CITES. De modo que sus huesos, carne y pieles solo pueden exportarse con un permiso especial.
"En general se tiende al endurecimiento. Consideramos que esto entorpece la protección de la vida silvestre”, critica Goergen.
"Si es necesario solicitar un permiso para llevar a casa trofeos de caza mayor, muchos cazadores dejarán de reservar safaris en los que puedan cumplir con su pasión de cazar leones, jirafas o elefantes. Y eso repercutirá en los ingresos destinados a los programas de conservación”, argumenta.
Entre 2005 y 2014, se importaron alrededor de 1,26 millones de trofeos a los Estados Unidos, la mayoría de ellos de Canadá y Sudáfrica. Así lo demuestran las cifras de la ONG Traffic, que vigila el comercio de animales y plantas amenazadas. Zimbabue también ocupa un lugar destacado en la lista de los apasionados de la caza mayor.
Los cazadores pagan hasta 150.000 dólares estadounidenses (unos 135.130 euros) por un safari de caza. Parte de ese dinero se destina a las comunidades locales y se utiliza para medidas de protección ambiental y contra la caza furtiva, según Emmanuel Fundira, presidente de la Asociación de Operadores de Safari de Zimbabue, que colabora con SCI.
"Apoyamos a los cazadores de trofeos porque su dinero nos permite financiar nuestros esfuerzos de conservación”, explica Fundira, quien se sintió decepcionado porque la solicitud de Zimbabue para vender sus reservas de marfil fue rechazada durante la CITES.
Según la ONG Save the Rhino, tras la introducción de la caza legal de trofeos de rinocerontes blancos en 1968, la población del sur aumentó de 1.800 a unos 18.000 en 2018. Aunque la propia organización no acepta donaciones procedentes de la caza de trofeos, reconoce que la práctica supone un incentivo económico para que los grandes propietarios apuesten por el mantenimiento de poblaciones reproductivas viables.
Fundira también señala que el negocio de la caza proporciona puestos de trabajo y un incentivo económico para proteger a los animales y sus hábitats. Esto es importante, teniendo en cuenta que los 40.000 elefantes de Zimbabue no son precisamente populares entre la comunidad local, ya que se dedican a pisotear los campos, e incluso han muerto personas a causa de ellos.
¿Un mito de la conservación?
La bióloga alemana Daniela Freyer duda de que las comunidades que viven en áreas de caza mayor se beneficien de los extranjeros que vienen a matar a los animales.
"Las asociaciones de cazadores a menudo afirman que el dinero beneficia a las comunidades locales, pero esto no se corresponde con la realidad”, critica la fundadora del grupo de derechos de los animales Pro Wildlife. Freyer asume que los supuestos beneficios para las comunidades rurales no son más que una tapadera para justificar la importación de trofeos como colmillos y pieles a Europa y Estados Unidos.
Es difícil seguir el rastro exacto del dinero, pero Pro Wildlife no es la única organización que advierte sobre la sobreestimación de los beneficios económicos.
"Un análisis de la literatura existente sobre la economía de la caza de trofeos muestra (...) que las comunidades que viven en las inmediaciones de estos cotos de caza obtienen muy poco de estos ingresos”, señala un informe de 2013 de Economists at Large, una asociación de economistas comprometidos con la sostenibilidad.
En algunos países, hasta el 97 por ciento de los ingresos procedentes de la caza permanecían en la industria de la caza o iban a parar a gobiernos corruptos y no llegaban a las comunidades locales, según un informe de 2019 de la Campaña para la Prohibición de la Caza de Trofeos (CBTH, por sus siglas en inglés).
Freyer ve con buenos ojos que los cazadores de trofeos se sienten a la mesa de negociaciones, pero cree que "debe quedar claro para todas las partes de dónde provienen sus argumentos. Creemos que la caza de trofeos no siempre es sostenible, aunque se venda de esa manera”, sostiene Freyer.
Sin caza de trofeos a la vista
La CBTH también señala que la caza de trofeos puede actuar como una cortina de humo para la caza furtiva, ya que partes de animales cazados ilegalmente pueden ser enviados bajo la apariencia de permisos de trofeo.
Según la CBTH, las poblaciones de fauna silvestre (en particular de las especies raras apreciadas por los cazadores) están en realidad disminuyendo en las zonas de caza. No ayuda que grupos como SCI ofrezcan premios, como, por ejemplo, por matar a los "cinco grandes de África” (el león, el leopardo, el rinoceronte negro, el elefante y el búfalo cafre), cuatro de los cuales están en peligro o son vulnerables.
Para que la caza sea sostenible debe estar estrictamente controlada, según algunos conservacionistas, y las poblaciones deben ser lo suficientemente fuertes. En el caso de animales raros, los datos no respaldan que la caza tenga un efecto positivo en la protección de especies.
"La caza de trofeos debe estar muy controlada para que pueda tener lugar”, afirma Philip Muruthi, vicepresidente de la African Wildlife Foundation. "Hay muy pocos lugares con datos que apoyen que la caza de elefantes, u otra fauna silvestre, esté bien gestionada”, aclara.
Aún así, admite que, de momento, la caza continuará, y es mejor dialogar con los cazadores para minimizar los daños. Si la comunidad mundial realmente quiere que la caza sea cosa del pasado, debe actuar de una vez por todas e invertir más dinero.
"Sabemos que la conservación de elefantes es muy cara para los países involucrados”, dice Muruthi, "Por ello, la comunidad internacional debe intervenir y prestar su apoyo”, concluye.