"La canción del trasero del infierno".
No es el nombre más auspicioso para una melodía y, sin embargo, se inspira en una de las pinturas más célebres de la historia, "El jardín de las delicias", del pintor holandés Hieronymus Bosch, El Bosco.
Después de mirar de cerca la obra, la estudiante Amelia Hamrick decidió transcribir la "música escrita en la parte posterior (el trasero) de uno de los personajes del panel derecho de la pintura".
Este individuo particular parece haber sido aplastado por un arpa gigante incrustada en un laúd, ante una audiencia de monjas, monstruos y un personaje que parece un sapo.
Bienvenidos a la mente de El Bosco, quien murió hace 500 años y cuya obra más famosa y ambiciosa se expone en el Museo del Prado, en Madrid.
La pintura del holandés, realizada entre 1490 y 1510, es una visión del pecado y la moralidad, y el diablo está en los detalles.
Como dice el crítico británico Alastair Sooke, "El jardín de las delicias" es "probablemente la escena más famosa del infierno en el arte occidental".
Si el infierno son los otros, la versión de El Bosco incluye gente retozando con búhos, fresas y traseros tatuados con notas musicales.
"Decidí transcribir la canción (del trasero del personaje) a una partitura con la notación moderna", escribió Hamrick en su blog, antes de que su transcripción se volviera viral en internet.
"La canción del trasero del infierno", de 500 años, es una pieza fascinante: tocada en laúd, arpa u organillo, o interpretada como canto gregoriano, la música se eleva más allá de una pequeña porción del tercer panel del cuadro de El Bosco.
Ahí es donde reside la genialidad del pintor: en lo que parece ser un paisaje panorámico que engloba el Edén, un lugar de abandono hedonista, y el infierno, aparecen pequeños detalles que revelan cosas inesperadas.
Los jugadores
Tortura, mutilación y backgammon. Un área del tercer panel de la pintura muestra a unas criaturas diabólicas acuchillando a un hombre por la espalda y una espada con un corazón atravesado, así como dados y otros juegos de mesa.
Las figuras grotescas no sólo están causando dolor: están apostando con sus víctimas.
Según un tour interactivo de la pintura, un "tríptico transmedia" que incluye el documental "Hieronymus Bosch, tocado por el diablo", de Pieter van Huystee, "el panel de El Bosco se aleja de otras representaciones medievales del infierno, en las que frecuentemente se ve a personas que hierven, se queman o son comidas vivas".
En este material informativo también se dice que "el sufrimiento que se muestra en este panel no sólo es físico, sino también psicológico: las almas se están volviendo locas por el miedo, la ansiedad, el caos y la angustia".
Pájaros
Además del sufrimiento hay sentido del humor. En el panel central vemos a gente desnuda montada sobre pájaros gigantes, incluyendo un petirrojo, un pato y un pájaro carpintero.
Tal vez sea una broma visual de El Bosco: de acuerdo con el tour interactivo, los pájaros pueden tener un doble sentido: "Si bien la palabra holandesa 'vogelen'ya es obsoleta, podría referirse a tener relaciones sexuales (Vogel significa pájaro)".
Por otra parte, el crítico de arte estadounidense Kelly Grovier le menciona a la BBC sobre un "huevo de Pascua que, para encontrarlo, uno debe simplemente trazar una equis imaginaria desde las cuatro esquinas de cuadro, ya que se ubica al centro de la pintura".
A pesar de que "El jardín de las delicias" representa la "condena", se trata de una obra lúdica. Según Sooke, "Bosch tiene la reputación, por encima de todos, de haber creado la imagen del infierno".
"Parece que encontraba regocijo es sus creaciones peculiares", dice el especialista.
Concha de mejillón
La primera referencia escrita de "El jardín de las delicias" data de 1517, cuando el canónigo italiano Antonio De'Beatis acompañó al cardenal de Aragón en una visita a Bruselas, Bélgica.
"Había unos paneles en los que se han pintado cosas extrañas. Representan personas saliendo de una concha, otras que montan aves, hombres y mujeres, blancos y negros, haciendo todo tipo de actividades y poses", escribió en su diario.
En su "Diccionario de lenguaje sexual e imágenes en la literatura de Shakespeare y Stuart", Gordon Williams sugiere que las conchas han sido "símbolos venéreos" desde la antigüedad y nota que la concha de El Bosco es de un mejillón en vez de una ostra.
"Tiene perlas de semen regadas… Plinio (autor romano) menciona especies de mejillones llamadas Venereaeo o 'conchas de Venus'", dice.
Fresas
Las primeras descripciones del tríptico se refieren a este como la pintura de la fresa, fruto que aparece varias veces en el panel central.
En una sección, un hombre le ofrece una fresa a una mujer con una expresión lasciva, lo que implica un giro a las representaciones bíblicas del Edén.
En otra, unas parejas se dan fresas unas a otras, una escena tradicionalmente asociada con el amor cortés, aunque aquí están más que coqueteando.
Según el crítico holandés Reindert Falkenburg, El Bosco "pervierte el tema del amor cortés con la fruta del amor, una metáfora tradicional para la unión amorosa, religiosa y mundana, ahora transformada en una prisión infernal".
La monja cerdo
Puede parecer que el cerdo en hábito de monja es el elemento más significativo de esta escena, pero el pie amputado es lo que da el mensaje más sorprendente.
El Bosco pinta el miembro extirpado como una recordatorio de una afección conocida como "fuego de San Antonio", una gangrena causada por comer pan infectado con moho negro.
En 1950, un compuesto de hongos fue sintetizado para crear el LSD. Según el documental interactivo de Pieter van Huystee, "si le comprabas al panadero equivocado, se te pudrían las extremidades y comenzabas a tener alucinaciones, que llevaban finalmente a la locura".
"¿Pintó El Bosco 'El jardín de las delicias' mientras sufría de una alucinación?", se pregunta.
Hombre árbol
El historiador de arte alemán Hans Belting cree que esta figura es un autorretrato de El Bosco.
De todo modos, "El Jardín de las delicias" elude cualquier análisis, dice por su parte Falkenburg. Para él, es un trabajo diseñado deliberadamente para resistir la interpretación.
El famoso historiador del arte alemán Erwin Panofsky escribe en el libro "Los primitivos flamencos" que, pese a todas las investigaciones, no puede evitar sentir que"el verdadero secreto de las pesadillas magníficas" de El Bosco no han logrado revelarse.
"Hemos abierto algunos agujeros en la puerta de una habitación cerrada, pero de alguna manera parece que no hemos descubierto la llave", asegura.