Los chefs que participan en el Premio Mundial Culinario Vasco (Basque Culinary World Prize) están convencidos de que sus platillos tienen el poder de mejorar la sociedad.
El Centro Culinario Vasco (Basque Culinary Center), la universidad promotora del premio, ofrece US$110.000 para el cocinero o la cocinera que demuestre iniciativa, creatividad y que traiga algún cambio positivo a la sociedad con su comida.
Situada en la comunidad autónoma del País Vasco, en la costa norte española, la universidad es una institución con la inusual característica de estar completamente dedicada a la gastronomía.
El centro forma a futuros chefs desde su creación en 2011 y se dedica a crear una nueva imagen para el arte culinario.
El premio, que ha sido comparado a un premio Nobel de la comida, será otorgado este 11 de julio al mejor proyecto culinario, no solo en términos de sabor sino en función del impacto que ha tenido en la sociedad.
Finalistas
De los 20 finalistas, 9 provienen de países latinoamericanos, incluyendo Brasil, Chile, Bolivia, México, Colombia y Venezuela.
El panel de jueces incluye celebridades como el chef británico Heston Blumenthal, el chef peruano Gastón Acurio, la autora mexicana Laura Esquivel, el chef mexicano Enrique Olvera, entre otros.
Joxe Mari Aizega, director general del centro, explica que la universidad permite reconocer la importancia de la comida y de los que la hacen.
"Nadie solía escuchar a los chefs, se esperaba que se quedaran en la cocina," dice Aizega.
"Ahora podemos ver la comida como una herramienta de regeneración económica. Es una parte importante de la industria del turismo."
Los primeros estudiantes de esta facultad se graduaron el verano pasado, después de recibir 4 años de rigurosa formación en varias materias de la gastronomía.
Los finalistas han propuesto diversos proyectos para mejorar algún aspecto de la sociedad que consideran importante.
Explorando productos sostenibles, la mexicana Alicia Gironella, una "activista de la comida lenta", se ha dedicado a proteger a las especies locales en extinción.
Leonor Espinosa, una concursante colombiana, trabaja con minorías indígenas y rurales ofreciéndoles una educación culinaria y agrícola, mientras que la brasileña Teresa Corçao lo hace con unos 3.000 niños en escuelas públicas de Rio de Janeiro y ha creado un instituto para brindar apoyo a productores ecológicos.
El representante de Reino Unido, Alberto Crisci, fundó restaurantes y talleres culinarios en cuatro prisiones, con el objetivo de reducir las probabilidades de reincidir y darles a los prisioneros más oportunidades de empleo al salir.
En cuanto al mexicano Gabriel Garza, su objetivo ha sido ayudar a ciegos y personas con dificultades visuales para que obtengan más autonomía y puedan cocinar sin ninguna ayuda.
El poder de la cocina
De esta manera, el concurso promueve la idea de cambiar el mundo desde detrás del fogón.
"La cocina no es un fin en sí mismo, sino un camino para lograr cosas más importantes. Tiene un poder real para transformar la sociedad porque toca todo: la educación, el medio ambiente, el espíritu empresarial, la identidad cultural, la agricultura, el comercio", dice el director general Aizega.
"Durante mucho tiempo, ese poder no ha sido bien entendido. Hoy, por fin lo es".
La cocina ha demostrado ser un poderoso motor para el cambio," afirma.