Los adultos que no se pueden separar de sus juguetes de peluche
La mayoría de nosotros tuvimos un juguete de peluche favorito cuando niños, un aliado silencioso que con el tiempo fue relegado a una repisa o un cajón.
Pero hay algunos adultos para quienes estos juguetes continúan siendo una presencia fundamental, al punto que nunca se separan de sus peluches.
Jamie Knight, un desarrollador de 27 años que trabaja para la BBC, es uno de ellos.
"La mayoría de la gente me conoce como Jamie + León", dice, refiriéndose al león de peluche de más de un metro que lo acompaña a todas partes.
¿Su razón?
"Soy autista, lo que es una forma elegante de decir que tengo una forma diferente de pensar y percibir el mundo", explica Jamie.
"Para mí, el entorno típico es tremendamente caótico: un anuncio repentino en un supermercado me hace el mismo efecto que una granada de aturdimiento", describe.
"Y mi cerebro necesita más estructura que el de la mayoría: entre más predecible el mundo, mejores mis posibilidades de procesarlo", le dice a la BBC.
Estructura y seguridad
Una de las estrategias de Jamie es cenar siempre lo mismo, todas las noches -pasta rellena con salsa- y siempre tener a León a su lado.
"Es un juguete, no me engaño pensando que está vivo", explica.
Pero su cercanía le da cierta estructura y consistencia a su entorno: el león de peluche tiene un olor y una textura familiares que le ayuda cuando se siente "desbordado" por todo lo demás a su alrededor.
¿Qué es el autismo?
- Es una condición que afecta cómo la gente percibe y se relaciona con el mundo
- Más de una de cada 100 personas está ubicada en algún punto del espectro del autismo
- Los autistas pueden ser hipersensibles al ruido, sentirse sobrepasados por las situaciones sociales y entrar en crisis cuando se sienten desbordados
- El síndrome de Asperger es una forma de autismo.
Fuente: The National Autistic Society
Según el profesor Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, la dependencia de ciertos peluches típica de la niñez puede mantenerse en las personas adultas que valoran particularmente la rutina.
"La razón por la que los niños desarrollan esas relaciones no está clara, pero puede surgir de la necesidad de autotranquilizarse o establecer rutinas con objetos familiares. Por ejemplo, han demostrado ser muy útiles para reducir el estrés de ir al dentista", explica Hood.
Y, según el experto, aunque al crecer esos fuertes lazos tienden a romperse, "las personas con autismo por lo general prefieren estructura y rutina, lo que lo explicaría".
Los peluches confortan en momentos difíciles. |
León, sin embargo, no fue siempre así de visible, pues hubo una época en la que Jamie trataba de ajustarse a cierto concepto de "normalidad".
Pero eso no dio resultado, por lo que en lugar de tratar de "derrotar" a su autismo, decidió aceptarlo.
Cuando estaba en la secundaria, León pasaba la mayor parte del tiempo en casa, pero en la medida que Jamie fue creciendo las demandas aumentaron y empezó a necesitar más consistencia.
"Así que, en la universidad, estaba casi todo el tiempo conmigo", cuenta Jamie. "Era bastante popular", dice se su león de peluche.
Apoyo invaluable
Su autismo hace que Jamie a veces sea no verbal, incapaz de hablar, aunque es capaz de comunicarse utilizando servicios de mensajería y aplicaciones, como hizo a veces para este reportaje, con León en su regazo.
También sabe algo de lenguaje de señas, y sus mejores amigos también lo han aprendido para poder comunicarse sin problemas.
Tilley Milburn se apoya en su cerdo Del para negociar los retos de la vida cotidiana. |
Por lo general trabaja desde casa, pero dice que cuando sale a la calle la reacción a León es "mínima o ninguna".
"De hecho, León me ha favorecido en mi carrera, aunque por accidente", cuenta. "Es bastante memorable y eso ayuda a que la gente me recuerde también".
León también resulta útil en situaciones que a Jamie le resultan incómodas, como abrazarse con alguien, pues León puede hacerlo por él.
Dice que el peluche se ha vuelto parte de su identidad y que perdería algo valioso si no estuviera ahí.
Y lo mismo puede decirse de la actriz y comediante Tilley Milburn, quien también se apoya en su cerdita de peluche Del.
Mucho más que un juguete
A Tilley le diagnosticaron Síndrome de Asperger a los 20 años y estaba viviendo en una residencia cuando descubrió a la cerdita en una tienda de juguetes.
Y Del llegaría a convertirse en su mejor amiga y colaboradora, un personaje con voz propia que incluso participa en reuniones de negocios.
Tilley y Del (en el centro) actúan con varios artistas involucrados con la ONG Heart n Soul ("Alma y corazón") |
"Del es un peluche, pero para mí también es mucho más que eso", dice Millburn.
"He tenido juguetes que han ido y venido, pero Del es el primero al que le di voz y personalidad", le explica a la BBC.
Según la actriz, de niña no era más apegada a los peluches que la mayoría. Pero empezó a sentirse aislada en su juventud, cuando se tuvo que mudar a una residencia.
"En esa época estaba bastante encerrada en mí misma, vivía en una residencia y me costaba ajustarme al ambiente, sobre todo porque no podía moverme con libertad", recuerda.
"Y Del empezó a convertirse en una fuente de confort y una forma de comunicarme con los enfermeros y hasta con mi mamá".
"Ella dice que Del es mucho más razonable que yo, así que siempre está pidiendo hablar con Del".
¿Un gran juguete o un gran amigo? |
El dúo trabaja junto visitando grupos comunitarios, actuando en espectáculos de comedia o cantando, además de colaborar en una caricatura. Pero Del no siempre abre la boca.
"No es una adicción. Y no diría que es una obsesión. A veces puedo tener una reunión en la que Del no dice ni una sola palabra", cuenta Tilley.
Según la actriz, ella siempre se sintió diferente al resto y está consciente de las miradas que recibe cuando sale.
Y a menudo tener a Del cerca le ayuda a retomar el control de la situación.
"Soy un poco traviesa porque me molesta que la gente se me quede viendo, me señale y se burle. Y a veces pienso: 'Les voy a dar algo para mirar' y saco a Del", le dice a la BBC.
Por lo demás, y como sucede también con sus dueños, las personalidades de los peluches que les ayudan a negociar con un mundo que a veces les resulta extraño también cambian o evolucionan con el tiempo.
Jamie, por ejemplo, dice que vivir con León no es algo que necesariamente hará toda la vida, pero por el momento le está funcionando.
"León está cambiando con el tiempo, como también me pasa a mí. Y tal vez un día ya no esté conmigo tanto tiempo, tal vez algún día ya no lo esté".