AFP
Los ídolos de K-Pop, tan de moda entre los adolescentes, enamoran con sus sonrisas y música pegadiza. Un documental presentado en el festival de cine de Busan, en Corea del Sur revela la otra cara: una selección despiadada.
El director tailandés Nawapol Thamrongrattanarit no lo podía creer cuando recibió la autorización para grabar entre bastidores a los BNK48, uno de los grupos de K-Pop más famosos de Asia.
En las entrevistas individuales, que alterna con secuencias de las actuaciones y entre bambalinas, las cantantes tailandesas describen una "competencia bastante sombría entre los miembros", sus sacrificios para ser seleccionadas y los largos ensayos diarios.
También hablan de la jerarquía dentro del grupo, entre las "prima donne", reclamadas para asistir a actos promocionales que se traducen en ingresos suculentos, y las relegadas al rango de dobles.
Una de las escenas más impactantes del documental "BNK48: Girls Don't Cry" muestra a una de estas jóvenes bailando fuera del escenario, imaginándose que forma parte del espectáculo.
"Hay que afrontar la realidad de la vida", explica Jib, de 14 años. Lo dice con una madurez impropia para su edad.
El documental "BNK48: Girls Don't Cry" narra la odisea de este grupo que cuenta con cientos de millones de fans en Asia, e inspirado en el japonés AKB48, otro grupo de K-Pop.
Hasta ahora los documentales sobre los ídolos pop asiáticos, con frecuencia desconocidos en Occidente, estaban muy controlados por los agentes musicales.
"Como una terapia"
El director tailandés pudo sin embargo entrar en las vidas de estas jóvenes y contarlas sin artificios. "Generalmente, los ídolos pop están entrenados y sólo dicen cosas insignificantes en los medios de comunicación", explica el director, uno de los más prometedores de Tailandia.
"Pero ellas empezaron inmediatamente a hablarnos de la realidad, de las dificultades y de las presiones a las que se ven sometidas", añade en una entrevista con la AFP durante el festival de cine de Busan, en Corea del Sur, el más importante de Asia.
"No me han impuesto ninguna restricción", asegura Nawapol, que suele relatar en películas la vida de los jóvenes tailandeses confrontados a los desafíos de la modernidad.
"Me limité a sentar a los miembros del grupo delante de la cámara y empezamos a hablar. Para ellas, era como una confesión, una terapia", describió.
Una de las integrantes del grupo explica que se presentó a una audición sólo para cumplir el sueño de su madre, otra porque una echadora de buenaventura predijo que un día se convertiría en una estrella y una tercera por miedo a una vida anónima. "No ser nadie es aterrador", declara Korn, de 19 años.
También sacan a relucir el peso de las redes sociales, donde lo que cuenta es el número de "me gusta" y que las siguen muy de cerca.
"Tenemos la impresión de estar perseguidas todo el tiempo", explica Pun, de 17 años, para quien es un peso verse obligada a sumar seguidores.
El documental, que obtuvo un gran éxito en Tailandia, fue seleccionado para el 23º festival internacional de cine de Busan.
Durante los doce meses en los que el director siguió sus vidas, esta veintena de chicas de entre 12 y 22 años experimentaron muchos cambios.
Nawapol espera poder reunirse con ellas "dentro de cinco años y ver por dónde las llevó la vida".