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“La libertad del Diablo“ deja petrificado al público en la Berlinale

“La libertad del Diablo“ deja petrificado al público en la Berlinale
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Everardo González trajo a Berlín el infierno de la violencia en México. Con testimonios de víctimas, sicarios, policías y militares, el cineasta explica que es muy fácil cometer atrocidades.

Un cuerpo abandonado en la frialdad de un bosque es el símbolo anónimo de los más de 100.000 ejecutados y más de 300.000 víctimas que dejó la guerra contra el crimen organizado en el lapso de cinco años en México. Es el tema que aborda el documental que tuvo su estreno mundial en la sección Berlinale Special, que cuenta con una pequeña selección de filmes cuyo objetivo es la reflexión.

A través de testimonios de familiares de desaparecidos, sicarios, policías federales y miembros del Ejército Mexicano, la cinta contrasta los relatos de unos y otros. A la par de la impotencia, desesperación y odio que manifiestan las víctimas, el documental constata que los victimarios están atrapados en un sistema corrupto y brutal, en el que hay que obedecer órdenes. El que deserta, es un muerto más.

González dotó a sus entrevistados de una máscara de color piel y una tela flexible, que otorga a sus protagonistas una cierta teatralidad, más allá de proteger su identidad y de permitir al expectador escuchar su testimonio con una cierta distancia. 

Una niña describe cómo unos hombres armados sembraron terror en su casa, se llevaron a su mamá a la que nunca volvió a ver.  Una madre cuenta entre sollozos que busca a sus hijos que se los llevó una patrulla de la Policía Federal, el Ministerio Público (la Fiscalía) no la dejó presentar una denuncia por desaparición forzada. Otro hombre, en su desesperación por encontrar a sus hermanos, empieza a comprar droga y le pide a los que se la venden que lo lleven con su jefe para preguntarle por ellos. Logra verlo, pero estuvieron a punto de matarlo.

Acumular muertos

Un sicario recuerda que su primer muerto fue a los 14 años. Le enseñaron a usar armas y le regalaron un Audi A4.  "¿Qué te da matar?", pregunta una voz tras la cámara. El joven sicario responde: "Poder. Así como los pilotos dicen tener tantas horas de vuelo, uno acumula muertos. Tengo tantos muertos tras de mí. Cuando matas ya no sientes nada".

"Mi trabajo tiene que ver con la realidad y la realidad mexicana es esto", dice el cineasta, y recuerda el testimonio de uno de sus entrevistados: "Un policía federal confiesa que decide mejor hacer justicia por su propia mano porque los jueces son corruptos. La historia de ese policía está ligada con la de una mujer que fue separada de sus hijos por la policía y después fue ignorada por los tribunales, los Ministerios Públicos (Fiscalía) y por las leyes. Ellos le decían, no tenemos nada que hacer".

Aquel policía dice ante la cámara que cuando se tiene a un sicario es mejor matarlo porque seguirá asesinando. "Por eso es tan fácil convertirse en alguien atroz en México, cometer atrocidades, porque la desesperación es fuerte".

Se trata del sexto largometraje documental de Everardo González después de "El Paso", en el que aborda la historia de dos reporteros que tuvieron que buscar asilo político en Texas. "Agentes del Estado, coludidos con el narcotráfico, los perseguían". Eso lo llevo al actual documental.

Un militar cuenta que cuando se ponía el uniforme se sentía orgulloso. Le gustaba que la gente lo viera con respeto. Luego relata cómo sintió que obedeciendo órdenes se deshumanizaba, y cuando intentó renunciar no lo dejaron. Sus jefes lo amenazaban, le decían que como desertor del Ejército mexicano lo encontrarían, le iría mal. Su lucha fue larga y acabó desertando. Ahora dice: "Es un asco ser militar".

Tal vez el relato más crudo es el de un sicario que reconoce que la única vez que sintió remordimiento fue cuando tuvo que matar niños. Fueron órdenes que tuvo que cumplir. "En este trabajo no hay compasión, la recompensa es el dinero".

La impunidad, la clave del mal

Everardo González está convencido de que la impunidad es la causa de la violencia y la corrupción, y recuerda el caso del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) acusado de haberse apropiado del equivalente a más de 860 millones de dólares, que sigue dado a la fuga.

"Duarte en Veracruz fue tan ladrón que eso opacó su condición de asesino de periodistas. Que no se sepa en dónde está no lo cree nadie. Me da mucho miedo que pueda haber un estallido social en México. Estamos hartos de abrir un periódico y darnos cuenta de que la clase política lo único que hace es servirse con la cuchara grande. Vemos con mucha envidia a otros países en donde se gobierna para sus ciudadanos".

El cineasta responsabiliza al Estado mexicano y a la clase política de la situación en el país. Manifiesta que esperaría una actitud más firme hacia México por parte de la comunidad internacional, de países como Alemania. "Lo que vivimos es un espejo de la propia historia de Alemania. Aquí también se sembró mucho odio, miedo y violencia".

Pero reconoce que de manera inmediata la única salida tiene que ver con la compasión y la empatía. "Si no miramos a los ojos a las víctimas y a los victimarios, que a su vez son víctimas, difícilmente se puede legislar en favor de la sociedad. Mientras sigamos teniendo técnicos y no humanistas en el poder, vamos a seguir teniendo los mismos problemas".

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