Una araña se posa sobre la espalda de un joven. Sus patas miden más de 20 centímetros y tiene pinzas como si fuera un escorpión. El animal se ve escalofriante.
Pero el joven no muestra miedo ni nerviosismo. Lo que siente al darse vuelta y ver la araña látigo sobre su omóplato es genuina alegría.
El retrato del biólogo estadounidense Kenneth J. Chapin con una araña látigo en su espalda fue tomada en 2014 en una cueva en Puerto Rico.
Lleva años estudiando estos animales de aspecto violento y aterrador, y asegura que en verdad son seres "delicados y tímidos".
El investigador de 29 años brinda charlas para terminar con el miedo y la desinformación que rodea a las arañas látigo, una combinación que ha llevado a su muerte y hasta exterminio.
Las apariencias engañan
Hay más de 150 especies de Amblypygi, comúnmente llamadas arañas látigo o escorpiones sin cola, pero que no son ni un animal ni el otro. Son amblipigios.
Aunque pueden llegar a medir 70 centímetros en diagonal, estos animales no son peligrosos para el ser humano. De hecho, ni siquiera tienen veneno.
Sin embargo, su mala fama les antecede debido a su tenebroso aspecto.
Chapin, por ejemplo, estuvo trabajando en Ecuador, en una región donde habita una tribu aborigen. Allí, la sabiduría popular indica que hay que alejarse de las arañas látigo por ser peligrosas.
"Ni siquiera se ven como si fueran del planeta Tierra", explica este investigador de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA). "Parecen como unos locos seres alienígenas grandes y tenebrosos".
El problema de ser tenebroso
México, Brasil y Cuba son los países con mayor diversidad de estos animales que habitan sobre todo entre los trópicos.
Pero para fortuna de aquellos con aracnofobia, es difícil encontrarse con una araña látigo. Tienen hábitos nocturnos, por lo que durante el día suelen esconderse dentro de árboles o cuevas.
Según Chapin, algo destacable de estos arácnidos es que cuidan a los más pequeños. En algunas especies de amblipigios, las madres pueden llegar a cargar con las crías en sus espaldas durante varios meses.
En la cadena alimenticia, sus depredadores son los murciélagos y lagartijas grandes, mientras que ellas se alimentan de cucarachas, grillos, saltamontes, colibríes y lagartijas chicas.
"Los grillos deberían tenerles medio, no los seres humanos", dice Chapin.
Un monstruo en la vida real
En la película "Harry Potter y el cáliz de fuego", la reacción de los jóvenes magos ante una araña látigo es la opuesta a la de Chapin. El miedo se apodera de ellos en cuanto sienten al animal sobre sus brazos o rostros. A Ron Weasley, por ejemplo, se le desfigura la cara del pánico.
Lo interesante, cuenta Chapin, es que si bien en el libro se describe una araña de ficción, en la película el ejemplar creado digitalmente para la escena fue una araña látigo.
"A pesar de que las películas de 'Harry Potter' están llenas de mitología, criaturas y animales que no existen en la naturaleza, en este caso pensaron que usar un animal de verdad era útil para sus objetivos, por tratarse de un ejemplar tan extraño como los monstruos que aparecen en la saga".