Tom Jones estremece el Teatro Caupolicán con su estampa, voz y grandes éxitos
Tom Jones guarda recuerdos como si fuese un relicario. Canciones, momentos, rostros. Vio un ensayo de The Beatles para un programa de televisión, miró a la cara a Elvis Presley y reavivó su carrera en los años 80 gracias a “Kiss” del fallecido artista Prince. Eso sí, los años nunca le han pasado por encima, menos pisoteado. Quizás lo único concreto que asimila sus 76 años —además de acumular hits— es su cabellera blanca. Esa que luce con orgullo desde hace un par de temporadas. El resto, el mismo showman que inició su carrera hace cincuenta años y que durante la noche de jueves sacudió el Teatro Caupolicán exultante de carisma y distinción sobre el escenario.
Como un galán empedernido, el "Tigre" galés juega con sus fanáticas. Aparece sobre el escenario y con un toque de falsa modestia mira sorprendido, como si no se esperara el recibimiento de las 4 mil personas que coparon el recinto de San Diego.
Lo que sí impacta es el perfecto estado de su voz, un rugido sin fisuras que al comienzo de "Burning hell" estremece el teatro a ritmo de blues, solo acompañado de su baterista y guitarrista. Un ejercicio con afán de precalentamiento para regalar su mejor repertorio vocal: los graves más profundos y las habilidades de un crooner que es capaz de llenar todo el espacio.
Ya con toda su banda sobre el escenario -consistente, además, en un segundo guitarrista, un tecladista, bajista, acordeonista y un trío de bronces- transforma los ritmos de acuerdo a la ocasión.
En este formato íntimo, traslada a su clásica "Sex bomb" hacia Las Vegas, como una canción hecha para una big band. Y el efecto es el mismo que su versión dance: una explosión de lujuria y de los gritos del público, a los que el artista responde con un "yo también te amo".
De hecho, siguiendo con las variaciones, Tom Jones pasa de un pequeño carnaval en "Raise a Ruckus", al rock and roll de "Take my love", hasta una renovada "Delilah". Cadenciosa, latina, bluesera.
Un animal que reclama su corona de macho salvaje con "Soul of a man" -mientras una potente luz cenital difumina su figura al punto de solo reconocer su cabellera-. Pero que de la misma forma muestra su faceta más emotiva al recordar a Elvis Presley con "Tower of song".
Se homenajea a sí mismo con "It's not unusual", su primer éxito; vuelve a desatar pasiones con "You can leave your hat on" -lanzando su chaqueta hacia un costado del escenario- y acompañado de imágenes de los distintos "James Bond" en "Thunderball"; además de recordar la pista de baile con el funk de "If I only knew" y la propia "Kiss".
Todas las caras de un hombre que no tuvo miedo a los cambios ni a la renovación. Y que como resultado de su búsqueda por encontrarse en la vanguardia musical, década tras década, se transformó en un artista de todas las épocas.