"El conjuro 2": Esta es la historia real del escalofriante caso en el que se basó el nuevo filme
En agosto de 1977, la vida de los habitantes de Enfield, al norte de Londres, Inglaterra, cambiaría para siempre. Una niña de once años llamada Janet Hodgson, asustada, avisó a su madre Peggy que su cama no paraba de sacudirse, pero esta no alcanzó a percibirlo. Sin embargo, en la noche siguiente, fue testigo que un pesado mueble de mudanza se movió de su ubicación, en medio de ruidos y golpes en el piso y las paredes, luego de apagarse las luces de la casa. Ese fue el inicio del llamado "Poltergeist de Enfield", el caso en el que se basó la película "El conjuro 2".
Tanto los vecinos de los Hodgson como la policía y los diarios fueron testigos de los hechos paranormales. Ruidos inexplicables, una silla que se mecía sola, juguetes que volaban por la pieza de los niños y un ladrillo de Lego que golpeó al fotógrafo del Daily Mirror que intentó tomar una imagen.
Después de eso, el caso fue derivado a la Sociedad de Investigación Psíquica y creciendo al mismo ritmo que las situaciones que empezó a vivir Janet.
La niña levitó, al igual que una silla; fue arrojada fuera de su cama por una entidad invisible y estrangulada por la cortina de su pieza, con su madre y los vecinos como testigos.
Pero lo más peligroso ocurrió después, cuando una voz masculina y extraña comenzó a salir de la garganta de Janet —tal como muestra el tráiler de la película—.
Quienes investigaron el caso lograron identificar una voz que decía que había muerto en la casa de los Hodgson y que el Poltergeist poseía inteligencia, ya que respondía a preguntas simples.
"No sabíamos nada de la historia de la casa antes que ocurrieran los hechos. Las emociones, los recuerdos, creo que si tuviera que hacerlo otra moriría", dijo Janet a la producción de "El conjuro 2".
Eso sí, profesores de psicología y expertos en la materia encontraron pruebas de que la niña había falsificado los incidentes en favor de la prensa. Dos años después, los informes llegaron a su fin.
Pero en entrevista con BBC en 2011, el fotógrafo Graham Morris reafirmó que muchos de los acontecimientos fueron auténticos.