Maribel Acién, Universidad Miguel Hernández
María tiene 16 años y ha acudido a urgencias de su centro de salud por presentar dolor abdominal. Está empezando con la regla y no puede más. Desde hace unas horas vomita todo, tiene diarrea y se siente fatal.
El médico de guardia le pondrá un inyectable y podrá irse a casa. Pero María siente cierto reparo por haber decidido ir a urgencias “solo” por la regla. Lleva mucho tiempo quejándose a su familia y al médico de cabecera de los fuertes dolores que siente. Pero todos le dicen que es “normal”, sin darle demasiada importancia.
Esta situación no es tan infrecuente y seguro que muchas mujeres se sienten identificadas con ella en mayor o menor medida. ¿Pero cuáles son las causas del dolor menstrual? ¿Cuándo debe considerarse normal o patológico y cómo debemos tratarlo?
El origen de la dismenorrea
La menstruación se produce por la descamación del endometrio, la capa de moco que cubre el interior del útero. La caída de los niveles de hormonas femeninas, sobre todo de los estrógenos, es la responsable.
Cuando se acompaña de dolor hablamos de dismenorrea o dolor menstrual. Es un dolor cólico tipo contracción o un dolor sordo localizado en el bajo vientre de la mujer, que irradia a la vulva o espalda. Se acompaña en ocasiones de síntomas digestivos, urinarios, alteración del sueño y cambios de humor. Y todo ello es experimentado por la mujer justo antes o al inicio de la menstruación.
Las culpables últimas de estas molestias son las prostaglandinas, sobre todo la PGF2alfa, que se producen en el endometrio bajo el efecto de la progesterona, la otra hormona femenina.
Solo en ciclos con ovulación habrá producción de progesterona y, en consecuencia, de prostaglandinas. La PGF2alfa es una potente contractora de las arterias del endometrio y de la musculatura uterina, provocando el dolor menstrual. Y sus efectos sobre el músculo liso del aparato digestivo y urinario explican el resto de síntomas acompañantes.
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Por tanto, en ese sentido, el dolor menstrual o dismenorrea debe ser considerado “normal” o “no patológico”. Aunque no por ello debe dejar de ser tratado.
El dolor de regla predispone al dolor crónico
Investigaciones recientes muestran una peor calidad de vida de la mujer con dolor menstrual, y una mayor predisposición futura a padecer dolor crónico. Sufrir este dolor agudo de forma repetida parece que predispone a desarrollar una hipersensibilidad central al dolor, que llevaría al dolor crónico. Y el tratamiento podría evitar esta situación.
El dolor menstrual afecta fundamentalmente a mujeres jóvenes al final de la adolescencia e inicio de la veintena, sin hijos. Y normalmente mejora con la edad.
Su frecuencia es variable, alcanzando en algunos grupos hasta el 90 %. Se trata, pues, de la condición ginecológica más frecuente. Sin embargo, es difícil saber su prevalencia real ya que se trata de molestias subjetivas referidas por la propia mujer. Y por este mismo motivo, por la subjetividad, se ve influida por las emociones.
Cuando las mujeres estamos cansadas, tristes o estresadas cualquier dolor se percibe con mayor intensidad, también el menstrual. Y viceversa: si tenemos dolor nos sentiremos tristes, ansiosas y fatigadas porque también descansamos peor.
¿Cuándo es patológico?
En cualquier caso, hay algunos aspectos que deben ser considerados antes de tratarlo como “normal”. Para evaluar su intensidad hay que tener en cuenta que la incapacitación que produce dura menos de 24 horas, o como máximo 48 horas. También que se alivia con las medidas habituales: cierto reposo, calor local y analgésico oral.
Una mayor intensidad del dolor, mayor duración o incapacitación, al igual que la ausencia de respuesta a los analgésicos habituales, deben alertarnos. También debe hacer sospechar la presencia de patología que el dolor esté presente desde la primera menstruación o si hay progresión de su intensidad durante la propia menstruación o en el transcurso de los meses. En ambas situaciones es recomendable la evaluación de la mujer por un especialista. Mientras que las mujeres con un cuadro típico de dolor menstrual pueden recibir tratamiento sin necesidad de más pruebas.
Así se tratan las reglas dolorosas
Atendiendo a sus causas, el tratamiento principal consiste en la toma de analgesia, fundamentalmente antiinflamatorios no esteroideos (AINES), por su efecto sobre las prostaglandinas. Se recomienda su uso pautado desde el día antes en que se espera la menstruación y durante los dos primeros días.
Entre los AINES más empleados se encuentran la Indometacina, Naproxeno, Ibuprofeno y el Ácido Mefenámico, que han demostrado ser muy útiles para disminuir el dolor y la cantidad de sangrado. Las tasas de éxito rondan el 65-100 %, sin diferencias entre ellos.
Una segunda línea de tratamiento son los anticonceptivos hormonales. Estos actúan inhibiendo la ovulación e impidiendo por tanto el mecanismo hormonal base para la producción de prostaglandinas, frenando así el dolor. La eficacia de los anticonceptivos para aliviar el dolor menstrual ronda el 70-80 %.
Pero como en muchas otras circunstancias, el dolor menstrual también mejora con el ejercicio moderado regular. Se debe a que la actividad física aumenta la liberación de endorfinas. Estas sustancias, producidas por nuestro organismo, aumentan la sensación de bienestar y producen analgesia al actuar sobre el cerebro.
Una dieta equilibrada, rica en antioxidantes y baja en grasas, evitando simultáneamente el consumo de tabaco o alcohol, junto al empleo de técnicas de relajación o yoga, pueden hacer el resto.
Maribel Acién, Profesora en Ciencias de la Salud, Obstetricia y Ginecología, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.