AFP
En muchos países los trabajadores aprovechan la hora del almuerzo para correr, ir al gimnasio o a la piscina. En Suecia algunas empresas decidieron ir mucho más allá y convertir la actividad deportiva en una obligación laboral.
Es el caso de la empresa pública de distribución de agua Kalmar Vatten o de la marca de ropa Björn Borg, creada por la exestrella del tenis sueco.
Cada viernes, los empleados de la firma de moda deportiva abandonan la sede de la empresa en Estocolmo con destino a un centro deportivo del barrio.
Desde hace dos años, la hora de entrenamiento semanal es obligatoria, por decisión del director general Henrik Bunge, un cuadragenario con un cuerpo parecido al de un luchador profesional.
"Si uno no quiere hacer deporte e integrarse en la cultura de la empresa, se marcha", declara Bunge sin pestañear, aunque asegura que nadie abandonó la compañía por culpa de esa medida.
Los objetivos son claros: productividad, rentabilidad y convivialidad.
En 2014, un estudio de la Universidad de Estocolmo demostró que practicar una actividad física durante la jornada laboral tenía ventajas para el empleado --más en forma y concentrado-- y el empleador, que consigue una reducción del 22% del absentismo laboral, un dato destacable en un país donde las bajas por enfermedad son dos veces superiores a la media europea.
Con las mejillas rojas y una sonrisa en los labios, unos 60 empleados se dirigen al vestuario, visiblemente satisfecho, tras participar en una clase de yoga.
"La mayoría de nosotros piensa que es realmente un buen momento en la semana de trabajo", dice Cecilia Nissborg.
Naturaleza y actividades al aire libre
Los suecos tienen una cultura luterana que valora la ascesis, el esfuerzo y el ejercicio físico haga el tiempo que haga.
"Pensamos que estamos en forma, fuertes y felices si nos movemos mucho al aire libre en la naturaleza", asegura Carl Cederström, investigador en economía en la Universidad de Estocolmo y autor de "Síndrome del bienestar", un libro que denuncia los riesgos del deporte y el bienestar a cualquier precio.
Además existe la "idea de que si uno hace deporte y cuida su cuerpo es una buena persona", explica.
Los suecos se enorgullecen de ser el pueblo más deportista de Europa. Según el Eurobarómetro, en 2014, el 70% de ellos hacía deporte una vez por semana, y el 51%, entre dos y tres veces semanales.
Cada miembro de la comunidad debe estar en forma, una voluntad que se remonta a los años 1930 cuando imperaba el culto de la juventud, el vigor y la "higiene social".
Pero también se considera como "un deber respecto a su empleador", afirma Cederström.
Actividades subvencionadas
Desde finales de los años 1980, la mayoría de las empresas subvencionan las actividades deportivas de sus empleados hasta 500 euros anuales, exonerados de impuestos. Algunas organizan también clases de deporte durante las horas de trabajo.
En Björn Borg, Bunge afirma haber creado un lugar de trabajo en el que se vive y trabaja mejor. Desde el comienzo de ese proyecto, todos los datos claves del grupo están en alza, afirma.
La hora de deporte obligatoria, que se hace casi siempre en grupo, estrecha la relación entre los distintos servicios y permite atenuar las relaciones jerárquicas.
"Al entrar en esta sala, estamos todos en el mismo nivel. Tu lugar en la empresa no tiene ninguna importancia, todo el mundo entra siendo igual a los demás, celebra Ida Lang, contable en Björn Borg.
Para Carl Cederström, aunque esa búsqueda del bienestar y el resultado a través del ejercicio físico no es propia del país nórdico, "Suecia es realmente extrema [especialmente] en el caso de las empresas que imponen el deporte obligatorio".
Una práctica que le parece cuestionable. "Cuando se empieza a pensar que se es una mejor madre o un mejor padre, un mejor amigo, si se hace deporte, se puede llegar a una situación en la que se deduce que las personas que no viven de forma muy sana, que tienen sobrepeso o fuman, son peores personas", lamenta.