El polémico tratamiento con drogas psidodélicas para dejar de fumar
Parches de nicotina, chicles, síndrome de abstinencia... Dejar el tabaco es difícil, pero existen distintos métodos que los fumadores pueden probar.
El investigador Matthew Johnson quiere añadir otro: dice que puede ayudar a los fumadores a dejar el tabaco suministrándoles otra droga (la psilocibina) que lleva años siendo ilegal en la mayor parte de Europa y América del Norte.
Y sí, sabe que es algo poco convencional.
"La idea de que esta investigación parece contraintuitiva… Pero para mí tiene sentido", me dice en su oficina de la Unidad de Investigación en Farmacología del Comportamiento, en la Universidad John Hopkins, en Estados Unidos.
Johnson ha investigado la relación entre las drogas, el cerebro y el comportamiento humano durante más de 20 años.
Los últimos 10 los ha pasado en John Hopkins, donde junto con su equipo se ha centrado en la psilocibina, un psicodélico natural e ingrediente activo de los "hongos mágicos".
A pesar de ser ilegal, si se suministra a fumadores en un ambiente controlado, puede ser extraordinariamente efectiva a la hora de ayudarles a dejar el hábito, según Johnson.
Su investigación se inspira en trabajos realizados en las décadas de 1950 y 1960 que probaron el uso de psilocibina y LSD como tratamientos contra la adicción.
Aunque los resultados fueron muy prometedores, la investigación llegó a un punto muerto cuando el uso de estas sustancias pasó de los laboratorios a formar parte de la emergente contracultura.
Las drogas fueron penalizadas y se hizo imposible continuar con la investigación clínica.
"Sabemos que estas sustancias todavía se consumen, y por no querer promover el uso recreativo descontrolado, hemos sido tan restrictivos que no hemos permitido que se investigue", dice Johnson.
Drogas y terapia combinadas
Aunque la muestra del estudio de la Universidad Johns Hopkins fue pequeña, 71% de los participantes dejó de fumar.
Su programa para dejar de fumar, que ha completado la fase piloto, ha recibido mucha atención recientemente.
El programa parece decepcionantemente sencillo en un primer momento.
Los 15 voluntarios, todos fumadores desde hace tiempo y de la zona de Baltimore, habían intentado varias veces dejar de fumar y no lo habían conseguido.
Comenzaron con un curso sobre terapia cognitiva-conductual.
Este es el enfoque estándar de la psicología a la deshabituación del tabaco, basado en que los individuos reflexionen sobre sus patrones de pensamientos.
Una parte esencial del programa es que los participantes escriban y reciten su mantra personal: una frase simple que cada voluntario crea y que condensa por qué quieren dejar de fumar.
"Es nuestra declaración de principios. Una frase que te recuerde durante todo el proceso por qué quieres dejarlo", dice Johnson.
"Para alguna gente es su familia: 'Quiero estar aquí para mi nieta'. Para otros se trata de algo más filosófico, 'El aire que respiro, quiero que sea libre'".
El mantra se hace todavía más importante el día que toman su primera dosis de psilocibina.
La droga tiene substancias similares a las que se encuentran en hongos alucinógenos.
Tras cuatro sesiones de terapia, los participantes fuman el que se supone será su último cigarro.
Algunos lo hacen la noche antes, otros justo antes de que empiece la sesión.
Luego llega la hora de la droga. Albert Garcia-Romeu, investigador post-doctoral en la misma universidad, guía a los voluntarios en las sesiones de terapia y durante las sesiones con la droga.
"Ellos mismos se administran la cápsula. Nos quedamos con sus celulares y sus zapatos. Les damos unas zapatillas de andar por casa", dice.
"Queremos que se relajen y que sientan casi como si estuvieran en un spa. No tienen que ir a trabajar ni hacer su rutina diaria", explica.
"Una vez empieza a hacer efecto la droga, les decimos que se tumben", dice Garcia-Romeu.
"Se ponen unos auriculares, se cubren los ojos. Se tumban, miran y esperan".
En este momento, los investigadores se apartan.
"Lo que hacemos es terapia psicodélica. Una dosis alta. No es una terapia para hablar", continúa explicando Garcia-Romeu.
"Les decimos que no hablen demasiado porque es fácil quedarse absorbido por las cosas sensoriales que van sucediendo. Intentamos animarles a que se miren adentro y es así donde sucede mucho del trabajo más importante. Yo estoy allí solo para asegurar que están bien".
El objetivo es proporcionar a los voluntarios una experiencia "mística" que les haga reevaluar su relación con el tabaco.
Alta tasa de éxito
El programa estimula a los pacientes a que "miren hacia adentro".
"Hay una tasa de éxito del 71% en el caso de la gente que deja de fumar después de sufrir un ataque al corazón", dice Garcia-Romeu.
Un ataque al corazón es, sin duda, una experiencia profunda. Pero no es algo que puedas ir provocando en la gente para hacer que dejen de fumar.
En su lugar, el objetivo es utilizar un poderoso viaje psicodélico para provocar un efecto similar. Un experiencia intensa y abstracta que cambia la perspectiva del paciente.
La experiencia puede basarse en ver imágines de Dios o recuerdos personales de la infancia.
El secreto es la localización y el contexto, explica Johnson.
"Les pedimos que traigan fotos de ellos mismos a lo largo de los años, de su familia, de gente, de lugares y cosas. Algunos han llenado la habitación de fotos", dice Mary Cosimano, otra de las guías que lleva 15 años trabajando en este campo.
Para potenciar el sentimiento de ritual, los investigadores también ponen la cápsula dentro de una copa de madera con incienso y piden a los participantes que repitan el mantra que han desarrollado durante la terapia cognitiva.
El programa de prueba, aunque pequeño, ha producido resultados prometedores.
De los 15 participantes, 12 seguían sin fumar seis meses después del experimento.
"La mejor forma de entenderlo es desde una perspectiva psicológica", dice Johnson.
"No es una droga que simplemente afecta a los receptores de nicotina del cerebro. ¿Cambia en las condiciones adecuadas la forma en que el cerebro interactúa con sus propios receptores de nicotina? Es algo que podría estar sucediendo. No lo sabemos".
Johnson no es la única persona que trabaja con terapias psicodélicas.
Experimentos similares
Anthoni Bossis forma parte de un equipo en la Universidad de Nueva York que también realiza experimentos similares con la misma droga para combatir la ansiedad en pacientes con cáncer.
Está impresionado por los resultados preliminares de Johnson.
Todavía quedan años de trabajo por delante, pero Johnson es optimista y cree que esta droga podría utilizarse para tratar distintas condiciones psicológicas y conductuales, no solo las adicciones.
Hay, evidentemente, otras barreras que tendrían que superarse antes de que estos tratamientos pudieran generalizarse.
La cuestión principal es cómo desarrollar estos compuestos comercialmente, dice Thomas Insel, director del Instituto Nacional de Salud Mental del gobierno de Estados Unidos.
Y hay también cuestiones legales: "Estas drogas se están usando en el contexto de la psicoterapia y no tenemos un claro marco legal para esto todavía", dice Insel.
Además, es posible que el éxito de estos pequeños experimentos no pueda reproducirse a mayor escala.
Pero tras décadas en las que la terapia psicodélica no se investigó, científicos como Johnson y su equipo están al menos intentando conocer mejor los inesperados efectos de esta droga con mala reputación.