No es suficiente para recomendarlas, pero los científicos parecen haberle encontrado un lado positivo a la muy expandida práctica de chuparse los dedos y morderse las uñas durante la infancia.
Y es que después de seguir a más de 1.000 neozelandeses durante varios años, encontraron que quienes lo hacen son menos propensos a sufrir alergias más adelante.
La razón, como explican en una artículo en la revista Pediatrics, está en la llamada "hipótesis de la higiene", que sostiene que la exposición temprana a ciertos gérmenes ayuda a fortalecer el sistema inmunológico.
¡Y vaya que hay gérmenes debajo las uñas!
Chuparse los dedos y morderse las uñas, sin embargo, no parece proteger de la rinitis alérgica y el asma.
Y los mismos científicos advierten que sus hallazgos no son una razón para estimular su práctica.
Los científicos siguieron a más de 1.000 niños desde la infancia hasta que cumplieron 32 años.
"Aunque no recomendamos alentar este tipo de hábitos, estos parecen tener un lado positivo", dijo el profesor Malcolm Sears, de la McMaster University, en Canadá, uno de los investigadores.
"Sensibilización atópica"
El objetivo del estudio fue evaluar si estos dos hábitos, tan comunes en bebés y niños pequeños, conllevan a un aumento de la exposición a los microorganismos como bacterias y hongos.
Y también si esto ayudaba a entrenar el sistema inmune, lo que entre círculos médicos se conoce como "sensibilización atópica".
Aunque estos hábitos pueden generar beneficios, no es recomendable mantenerlos a una edad adulta.
Para ello un equipo de la Universidad de Otago en Dunedin, Nueva Zelanda, analizó la prevalencia de ambos hábitos en más de 1.000 niños neozelandeses cuando tenían 5, 7, 9 y 11 años de edad.
Y luego los sometieron a distintos test de alergias al cumplir los 13 y los 32 años.
Así encontraron que aproximadamente un tercio de los niños se chupaban el dedo o se mordía las uñas de forma frecuente.
Y también que esos niños tenían una posibilidad significativamente menor de desarrollar alergias a la edad de 13 años: las probabilidades de desarrollar reacciones alérgicas a los ácaros del polvo o el pelaje de gatos, perros o caballos era aproximadamente un tercio menor que entre los niños que no tenían esos hábitos.
Chuparse el pulgar o comerse las uñas en la infancia protege frente a otros alérgenos, ácaros del polvo, los gatos, los perros, los caballos o los hongos aéreos.
Los científicos también encontraron que esa protección se mantenía hasta la edad adulta, aunque en este caso la evidencia fue menos clara.
"Nuestros hallazgos son consistentes con la teoría de higiene, según la cual la exposición temprana a la suciedad y los gérmenes reduce el riesgo de desarrollo de alergias", resumieron en Pediatrics Sears y el profesor Bob Hancox, los directores de la investigación.
Y Holly Shaw, de Allergy UK, le dijo a la BBC que ya eran varias las investigaciones que le daban peso a la idea de que el ambiente influye de forma decisiva en el desarrollo de alergias.
"Tener mascotas en casa, hermanos mayores o vivir en una granja también han sido identificados como influencias ambientales que pueden jugar un rol en e desarrollo de enfermedades alérgicas", dijo.
Y esos son factores que no parecen tener tantos efectos negativos como llevarse constantemente los dedos a la boca.
El lado negativo
Efectivamente, como advierte la Asociación Dental de Estados Unidos, la fuerza muscular empleada para chuparse el dedo puede llegar a modificar la forma de la boca y la posición de los dientes y los labios.
Y un hábito prolongado puede propiciar una deformación en el paladar, trastornos al deglutir y callosidades en el dedo.
La "succión digital" puede presentarse incluso antes del nacimiento, pudiendo observarse en las ecografías cuando el futuro neonato alcanza su segundo trimestre de gestación.
Además, si el hábito continúa cuando empiezan a brotar los dientes frontales permanentes, alterará el posicionamiento de los mismos.
La asociación también advierte que si un niño continúa chupándose el dedo o mordiéndose las uñas después de los dos años incrementa el riesgo de desarrollarproblemas en la mandíbula.
Y hay estudios que sugieren que, en algunos casos, el niño puede presentar problemas de lenguaje.
Mientras, ya de adultos, las bacterias que se encuentran en las uña pueden provocar infecciones en el aparato digestivo o en la boca.
Y, en casos extremos, el dolor causado en las manos puede dificultar la realización de tareas manuales sencillas y necesarias en la cotidianidad.