Los cigarros electrónicos han sido la herramienta principal para que las personas dejen de fumar, lo cual actualmente es objeto de debate debido a los daños que esta alternativa podría causar.
Estos cigarros electrónicos o vaporizadores parecen ser mucho menos perjudiciales que los cigarros convencionales para aquellos fumadores pasivos, siendo este el argumento principal por parte de las empresas de vaporizadores para defender su uso en lugares públicos.
Pero, ¿realmente son inocuos? Según una gran cantidad de estudios, no lo son. Y ahora, una nueva investigación realizada por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley en Estados Unidos asegura que el vapor que emiten estos cigarros electrónicos contiene sustancias tan nocivas para la salud como la acroleína y el formaldehído.
Hugo Destaillats, director de la investigación publicada en la revista Enviromental Science & Technology, explica que “los defensores de los e-cigarros dicen que sus emisiones son mucho menores que las que derivan de los cigarros convencionales, por lo que es mejor usar estos cigarros electrónicos. Yo diría que esto puede ser verdad para ciertos usuarios, en el caso de los fumadores que llevan muchos años fumando y que no pueden dejarlo, pero el problema es que esto no quiere decir que sean saludables. Si los cigarros son súper dañinos, los cigarros electrónicos son simplemente dañinos”.
Temperaturas
En el estudio, los autores utilizaron cromatografía de gases y de líquidos para poder identificar los compuestos químicos presentes en el vapor resultante del calentamiento y vaporización de tres tipos de líquidos de los cigarros electrónicos.
Y para esto utilizaron dos dispositivos de vaporizadores: uno barato, con una bobina de calentamiento; y uno mucho más caro, con dos bobinas de calentamiento en paralelo.
Los resultados arrojaron que la presencia de compuestos tóxicos en el vapor difería en función de la temperatura alcanzada por el vapor. De esta forma, a mayor temperatura, mayor emisión de componentes tóxicos.
¿Qué hay que hacer para subir la temperatura? Simplemente ‘vapear’: con cada calada se aumenta la temperatura.
Pero también, la emisión de compuestos tóxicos varía en función del tipo de dispositivo, resultando menor en el caso de contener dos bobinas de calentamiento. Y asimismo, depende de la antigüedad o ‘edad’ del producto, siendo mayor la emisión de productos tóxicos en los dispositivos que han sido utilizados por un tiempo mayor.
Finalmente, los autores del estudio evaluaron el efecto sobre las emisiones del control del voltaje de los cigarros electrónicos. Lo que se dedujo en que a mayor voltaje, mayor consumo del “líquido electrónico” y mayor temperatura del vapor, lo que a su vez supone una mayor transmisión de químicos tóxicos.
“Esto no quiere decir que los e-cigarros sean seguros a menores temperaturas. Nuestro estudio muestra que hay una emisión de compuestos químicos tóxicos a cualquier temperatura en la que se use el dispositivo. Solo que cuanto más elevada es la temperatura, mayor son los tóxicos”, indicó Hugo Destaillats.
Lejos de ser inocuos
Actualmente hay una gran cantidad de opciones de cigarros electrónicos, donde no solo los dispositivos son diferentes, sino que también tiene distintos tipos de líquidos, pero todos estos comparten dos disolventes comunes: el propilenglicol y la glicerina, cuyo calentamiento provoca emisión de acroleína -un irritante demasiado tóxico para los pulmones- y formaldehído -cancerígeno.
Estos dos disolventes son considerados seguros cuando de alimentos se trata, pero dado que en los cigarros no se ingieren, no son igualmente seguros. De hecho, los autores detectaron 31 compuestos químicos tóxicos derivados del calentamiento de los disolventes en el vapor. El óxido de propileno y el glicidol, tienen una alta probabilidad de que sean cancerígenos.
“Comprender la naturaleza de estos compuestos es muy importante. No solo por cuestiones regulatorias, sino también para fabricar cigarrillos electrónicos menos nocivos, para lo que se necesita saber cuál es la fuente principal de estos cancerígenos”, concluye Hugo Destaillats.