Con frecuencia, las heridas que sufrían les desfiguraban el rostro y los dejaban con cicatrices para el resto de sus vidas. Llegaban con graves quemaduras en las manos y en la cara.
Fue lo que le ocurrió a cientos de pilotos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial.
Algunos, sin embargo, tuvieron la "suerte" de ser trasladados a un centro médico creado por un cirujano plástico innovador, Archibald McIndoe, especializado en el tratamiento de quemaduras ocasionadas por la explosión de los tanques de combustible de los aviones de combate.
"En aquél momento, uno pensaba que McIndoe hacía su trabajo. Pero a medida que uno envejece, se vuelve un poco más sabio. Muchos años después fue que me di cuenta de que lo que había hecho era excepcional", afirma Desmond O'Connell, piloto británico que participó en la Segunda Guerra Mundial.
O'Connell tenía 21 años cuando el bombardero en el que iba, con el objetivo de hundir al barco alemán Bismarck, se estrelló contra una montaña en 1941. El avión fue consumido por las llamas.
Las quemaduras que sufrió el piloto fueron tan graves, que sus compañeros contactaron a su madre para que empezara a organizar su funeral.
Este tipo de heridas, sin precedente para la época, eran las que tenía que tratar McIndoe, un médico de origen neozelandés que trabajaba en el Hospital Reina Victoria, en Sussex, en el sur de Inglaterra.
Conejillos de indias
Para ese momento, había solo tres cirujanos plásticos con experiencia en el área en todo el país.
"McIndoe fue un médico brillante en la reconstrucción física de los pacientes, pero también en su reconstrucción psicológica", le dice a la BBC su nieto, Gordon Bebb.
"Mi abuelo no quería que la gente sintiera lástima por ellos -continúa Bebb- tampoco que se les quedaran viendo. Para mejorar su estado anímico, insistía en que los soldados heridos siguieran usando su uniforme y fueran atendidos por enfermeras bonitas".
Fue con este objetivo que McIndoe creó el 'Club de los Conejillos de Indias'. Sus integrantes eran los pilotos que se estaban sometiendo a las operaciones experimentales de reconstrucción realizadas por el médico.
El grupo se reunía para socializar y realizar actividades que les permitieran reintegrarse a la sociedad con sus nuevos rostros: organizaban paseos, iban a hacer compras y se encontraban en los tradicionales bares británicos.
Comenzó con 39 miembros, pero al final de la guerra, contaba con 649 integrantes.
Técnicas innovadoras
La mayoría de las quemaduras se producían en las manos y en la cara.
"Me operaron tres veces de la barbilla, no lograban que quedara bien. Me pusieron nuevos párpados y reconstruyeron las puntas de mis orejas. Estoy seguro de que cada operación que hicieron en los meses sucesivos se hicieron de una forma distinta", cuenta O'Connell, de 96 años.
Los procedimientos quirúrgicos, dolorosos en muchos casos, podían realizarse a lo largo de más de dos años.
McIndoe perfeccionó una técnica revolucionaria para la épocainventada por Harold Gillies, el injerto de piel que "caminaba".
Era un procedimiento en el que se utilizaba un tubo cubierto de piel que conectaba la zona que necesitaba el injerto con la zona de piel sana. El tubo se iba cortando progresivamente.
De esta manera, se lograba mantener la circulación de la sangre.
"Pasaba entre 12 y 14 horas operando diariamente. Tenía instrumentos diseñados específicamente para los procedimientos porque se dio cuenta de que lo que había hasta el momento, no era suficiente para las heridas que se estaban presentado", recuerda Bebb.
Cambio drástico
Aunque la técnica ya no se usa debido a los avances médicos contemporáneos, su legado sigue vigente.
"Parte de la manera en la que se trata a los pacientes que se someten a este tipo de cirugías en la actualidad, tiene vinculación con lo que McIndoe hizocon el 'Grupo de los Conejillos de Indias'", le dice a la BBC Baljit Dheansa, cirujano plástico del Hospital Reina Victoria, en Sussex, en el sur de Inglaterra.
Y continúa ejemplificando: "La filosofía de tratar las quemaduras poco después de que se producen y de permitir que los pacientes se recuperen. McIndoe se avocó a la deficiencia que tenía el tratamiento que se le daba a los pacientes que sufrían quemaduras en el pasado, que era la necesidad de darles apoyo psicológico".