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El animal que fue víctima de su propio poder

El animal que fue víctima de su propio poder
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El rey de la selva y símbolo de la realeza nos ha fascinado desde hace siglos. Pero precisamente por ello y por todo lo que simboliza, acabamos con la subespecie que más nos inspiraba: "matamos lo que más admiramos".

Los leones se han paseado por la historia inspirando temor y respeto con su belleza y proeza física. Pero a pesar de la fascinación que nos han despertado, hemos hecho desaparecer una de las más célebres subespecies de estas criaturas para siempre.

La imagen del león aparece en insignias de reyes, autos, chocolates y camisetas. La gigante de los medios MGM ha usado su rugido como logo desde 1924.

Los leones se cuentan además entre los sujetos más populares en documentales de historia natural, en los que se exploran todos los detalles de sus vidas.

No parecemos cansarnos nunca de la emoción de verlos cazando o ver a sus cachorros jugando junto a un adulto haciendo la siesta.

Leo el león, la constelación de estrellas de los extrovertidos, ronda el cielo nocturno.

Son la encarnación del poder y la riqueza, y simbolizan la belleza física, la destreza muscular y la majestuosidad.

Los reyes de los reyes

Históricamente, los leones del Atlas o león de Berbería (Panthera leo leo), una subespecie de los leones de la sabana del norte de África, eran muy apreciados pues el macho era grande y tenía una larga y espesa melena negra.

Todos los que querían mostrarle al mundo que eran poderosos querían un león del Atlas.

Los emperadores romanos los deseaban para tenerlos como mascotas.

Los gladiadores a menudo se encontraban cara a cara con ellos en los estadios. Los espectadores se deleitaban ante el espectáculo de ver el coraje humano enfrentado a la encarnación de la elegancia y la fuerza. Y el salvajismo de los leones los convertía en los instrumentos perfectos para la ejecución de criminales y cristianos.

Guardianes de la realeza

En la Inglaterra medieval, había leones de Atlas en la Torre de Londres. Sus jaulas estaban tan cerca de la entrada -la Puerta de los Leones- que ningún visitante podía poner pie en el dominio de la realeza sin mirarse en los ojos ambarinos de un león.

El mensaje era claro: este gobernante tiene hasta al magnífico león bajo control.

Los cráneos de dos leones de Atlas machos fueron encontrados por unos empleados en la fosa de la Torre en 1937. Databan de entre 1280 y 1385, y dieron pistas de la condición de los animales que vivieron en Londres hace 700 años.

Las pobres bestias no fueron alimentadas adecuadamente, crecieron con malformaciones y murieron jóvenes.

Pero nada de eso le importaba a quienes iban a admirarlos. Lo que veían era el epítome de majestuosidad.

En las mentes medievales, un león estaba imbuido de significado religioso: representaba a Cristo el rey.

Además, se creía firmemente que cuando los cachorros de león nacían, se quedaban en su guarida durante tres días sin forma o identidad hasta que escuchaban el rugido de su padre, lo que les daba vida y energía.

Era una referencia clara a Jesús esperando en la tumba a que su padre lo llamara a una nueva vida.

Divinos pero perdidos

El esplendor físico de los leones fusionado con el poder de Dios y la grandiosidad de los reyes, le garantizó a estas criaturas una posición única en el Medioevo.

Pero el deseo de tener leones, y los del Atlas particularmente, implicó que muchos fueron sacados de su hogar natural en el norte de África y, con el pasar de los siglos, el número de los que vivían en libertad cayó dramáticamente.

La invención de las armas de fuego y la popularidad de la caza como deporte en el siglo XIX redujo aún más la población y los últimos leones de Atlas silvestres murieron a bala a mediados del siglo XX.

El poder del león, tan deseado por la élite europea, fue su perdición.

¿Resucitarlos o no?

La investigación actual indica que no hay Atlas puros ni siquiera en cautiverio, pero se está discutiendo recrearlos usando el ADN de una especie cercana de India, o reproduciendo selectivamente leones cautivos que contengan genes de esta subespecie.

Sin embargo, la pregunta es ¿por qué?

Incluso si fuera técnicamente posible volver a ver un león del Atlas puro otra vez, sólo sería una curiosidad y nunca podría volver a pasearse por la sabana de nuevo.

"¿Podemos recrear su ambiente natural o ha cambiado para siempre?", se pregunta Richard Sabin, curador de mamíferos en el Museo de Historia Natural de Londres. "¿O sólo serán ejemplos aislados de su especie que viven en zoológicos para que la gente pague por verlos?".

Hoy en día, lo más cerca que alguna gente llega a los leones del Atlas es cuando visitan la plaza de Trafalgar en el centro de Londres, donde cuatro machos de bronce custodian la Columna de Nelson.

Diseñados por Landseer e instalados en 1867, son un conmovedor recordatorio de nuestro poder para destruir lo que más admiramos.

Richard Sabin, no obstante, piensa que los restos de los Atlas encontrados en la Torre de Londres siguen teniendo un papel importante que jugar.

"Los diezmamos y los llevamos a la extinción. El hecho de que tengamos sus restos en la colección de nuestro museo implica que los científicos pueden extraer información y ponerla en el contexto moderno para darse cuenta de si otras especies cercanas están en peligro de extinción, y potencialmente evitar que lo mismo ocurra".

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