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Dicen que a la tercera va la vencida, pero para Dylan McWilliams, un joven estadounidense de 20 años, afortunadamente no fue así.
Y es que McWilliams, un amante de la naturaleza, sobrevivió ya a su tercer roce sangriento con el reino animal: un ataque de tiburones mientras hacía bodyboard (un deporte similar al surf) en la costa de Hawai.
"Es una especie de locura. Parecería que no tengo mucha suerte, pero en realidad, he sido bastante afortunado en circunstancias desafortunadas", asegura en conversación con la BBC.
El pasado jueves, el joven estaba en su tabla de bodyboard disfrutando de las olas del Pacífico cuando sintió que algo golpeó su pierna.
"Vi al tiburón debajo de mí. Empecé a patearlo, sé que lo golpeé al menos una vez, y nadé hasta la orilla lo más rápido que pude".
Miró hacia atrás y solo veía un rastro de sangre. "No sabía si había perdido la mitad de la pierna o qué".
El ataque de lo que se cree que fue un tiburón tigre de unos 2 metros, dejó unas marcas distintivas de dientes en la pierna de McWilliams que necesitaron siete puntos de sutura.
Pero esta fue solo la tercera parte de sus encuentros inesperados con el lado más oscuro del reino animal.
Cuidado con los osos
El joven, originario de Grand Junction, en el oeste del estado de Colorado, ha estado recorriendo Estados Unidos y Canadá durante los últimos años y financia sus viajes con trabajos ocasionales en granjas o como instructor de métodos de supervivencia.
"Enseño a niños y a quien quiera cómo sobrevivir en el desierto o vivir de la tierra como hacían los exploradores", comenta.
De hecho, él mismo tuvo que emplear algunas de sus técnicas en carne propia en julio pasado, cuando despertó en medio de la madrugada con su cabeza dentro de las fauces de un oso.
"Este oso negro me agarró por la parte posterior de la cabeza, y yo comencé a luchar y pegarle en los ojos hasta que me dejó ir", recuerda.
Sus amigos se despertaron por el ruido, pero cuando llegaron hasta McWilliams, ya el animal de más de 136 kilogramos se alejaba.
Las autoridades del parque encontraron al oso a la mañana siguiente y, después de que las pruebas confirmaran que tenía sangre del joven en las garras, lo sacrificaron.
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A pesar de los nueve puntos que necesitó en la cabeza y unos dolores ocasionales que todavía tiene en la zona donde se incrustaron los dientes del oso, McWilliams asegura que la mala experiencia no lo hizo desistir de seguir haciendo planes al aire libre.
"Siempre me han gustado los animales y paso tanto tiempo con ellos como puedo".
Asegura que estos incidentes ocurrieron por estar "en el lugar y el momento equivocado".
"No culpo al tiburón ni al oso ni tampoco a la serpiente de cascabel", afirma.
Sí, porque también ya se las vio con una serpiente de cascabel.
Veneno de serpiente
Cuenta que esa otra peculiar experiencia tuvo cuando hacía senderismo en el estado de Utah.
"Estaba caminando, tropecé con algo y pensé que era un cactus, pero no pude ver nada. Luego vi que era una serpiente de cascabel enroscada".
Tenía entonces 17 años y pensó que solo había sido una pequeña picada.
"Me entró un poco de veneno, así que me enfermé un par de días", recuerda.
"Tenemos que respetar los límites (de los animales), pero no creo que haya invadido su zona o provocado ninguno de los ataques, simplemente sucedieron", opina.
Sin embargo, después del tercer encuentro con la muerte, el joven prefiere no pensar en un cuarto. Al menos no por ahora.
"Espero que no, pero paso la mayor parte del tiempo al aire libre con animales... así que supongo que podría pasar cualquier cosa".