Cabeza Reversible con Cesto de Fruta (hacia 1590), Giuseppe Arcimboldo
Inclina el cuadro hacia un lado y es un brillante montón de manzanas, peras, uvas e higos colocados en una atrayente, aunque aparentemente convencional,naturaleza muerta.
Dale vuelta al óleo sobre tabla, como si soltaras la fruta, y repentinamente aparece el regordete retrato de un extraño con las fibrosas pestañas de sus ojos castaños haciéndote un guiño juguetón para enfatizar el chiste visual.
Pintada por el artista milanés del siglo XVI, Manneriset Giuseppe Arcimboldo, inspirador de los pintores surrealistas del siglo XX, Cabeza Reversible con Cesto de Fruta engaña al ojo con el incansable ejercicio de construir y destruir una imagen en favor de la otra.
El resultado es una obra divertida y profunda a la vez, que hace recordar no solo lo perecedero de la vida, sino la manera como nuestra existencia física está conformada materialmente del frágil mundo que nos rodea.
Cámara Nupcial del Palacio de Ducal, Mantua, Italia (aproximadamente 1465-74), Andrea Mantegna
Al pararse en el centro de la cámara nupcial medieval del Palacio Ducal de Mantua y mirar hacia arriba, el espacio cerrado se amplía mágicamente.
Repentinamente, aparece un rayo de inalterable bello cielo azul, a través de una abertura circular (oculus) bordeada con figuras angelicales.
Increíblemente, la barrera del techo parece haberse disuelto, revelando una arquitectura invisible que impulsa tu alma en dirección a lo divino.
El efecto es obra del artista italiano Andrea Mantegna, un genio de la dramática perspectiva escorzo y de representar figuras de forma ilusionista di sotto in sù (o “de abajo hacia arriba”).
Mantegna vio la superficie plana de un lienzo o un techo como una oportunidad dellevar al observador en un viaje espiritual hacia adentro, hacia arriba y hacia afuera.
Considerado como el primer artista de la antigüedad en utilizar tal ilusión comouna dimensión del diseño de interiores, Mantegna le dio una nueva vida religiosa a un truco pagano.
Todo es Vanidad (1892), Charles Allan Gilbert
Párate cerca del dibujo en blanco y negro y parece una mera representación de una familiar escena interior doméstica: una mujer sentada en su tocador (o “vanidad”) mirando su reflejo en el espejo.
Da un paso atrás y la imagen se corta lúgubremente hacia una calavera que lo abarca todo, sonriendo góticamente desde las sombras.
Una vez que las dos imágenes superpuestas quedan registradas en la mente, tu mirada se traslada entre la comprensión de una y la otra, mientras ambas forcejean por tener prioridad.
Un artilugio del ilustrador estadounidense Charles Allan Gilbert, el dibujo ofreció a finales del siglo XIX un giro fresco y aterrador sobre la convención del memento mori (“recuerda que puedes morir”) en la historia del arte.
Vista desde un punto de vista del siglo XXI, el sermoneo inherente del dibujo parece algo más que un poco misógino en su énfasis sobre el narcisismo femenino como foco principal de la condenable frivolidad y el vicio.
Manos Dibujando (1948), M.C. Escher
Usada efectivamente, una ilusión óptica momentáneamente obliga al observador a repensar la relación entre el mundo real que habita y el representado en la obra.
Nadie entendió mejor el poder penetrativo de la ilusión que el artista gráfico holandés M.C. Escher.
En su hipnótico Manos Dibujando saca mágicamente desde el bosquejo sobre la superficie un circuito cerrado de la mano-creando-la mano-creando que parece desafiar las limitaciones del dibujo de dos dimensiones.
Obsesionado con las matemáticas de patrones repetidos, Escher fue admirado por destacados físicos y filósofos contemporáneos.
En Manos Dibujando, la punta de grafito del lápiz reflejado parece ser el conducto mínimo por el que la existencia del artista fluye simultáneamente hasta la creación y se disuelve en la nada. Atrapado en la interminable rotación, la mirada del espectador se queda dando vueltas sobre sí misma.
Galatea de las Esferas (1952), Salvador Dalí
A primera vista, la dinámica pintura parece capturar la propulsión hacia el espectador de incontables átomos, como si estuviesen suspendidos en medio de una explosión nuclear sobre una extensión de agua.
Aléjate de la imagen y la aparente anárquica precipitación de esferas se unen libremente en el tímido rostro del busto de una mujer con su cabeza inclinada en una forma que recuerda incontables madonnas del Renacimiento.
Galatea de las Esferas, del surrealista español Salvador Dalí, fue realizada en un momento de intensa ansiedad global ante la posibilidad de un Argamedón nuclear y revela la propia creciente preocupación de Dalí con la teoría atómica en los años que siguieron a los ataques nucleares de EE.UU. sobre Japón en 1945.
La esposa del artista, Gala, inspiró el retrato que queda infinitamente en descomposición y composición.
Al embellecer el nombre de su musa, haciendo eco de la ninfa mitológica del mar Galatea, de la Metamorfosis de Ovidio, Dalí construyó una obra elástica que simultáneamente reúne temas de la antigüedad y de la física de partículas, reduciéndolos a escombros.
Rotorrelieves (1923-35), Marcel Duchamp
Uno de los intentos más hipnóticos de cautivar el ojo del espectador fue creado por el artista pionero francés Marcel Duchamp.
Compuesto simplemente de discos de rotorrelieve sobre los cuales el artista pintó espirales psicodélicas, la obra cinética da vueltas cuando se coloca, como un disco de vinilo, sobre un aparato parecido a un gramófono.
Sin embargo, por más que los Rotorrelieves de Duchamp atraigan la mirada a sus increíbles remolinos, el plan del artista dadaísta de convertirlos en un éxito comercial de ventas terminó siendo un estrepitoso fracaso.
En gran parte olvidados por los antólogos del arte del siglo XX, la ambición de crear una experiencia vertiginosa para el observador, generando una inquietante sensación irresistible de profundidad de 3D sobre una superficie abstracta, no volvería a ser resucitada por otra generación.
Catarata 3 (1967), Bridget Riley
Creada por la artista británica Bridget Riley la obra Catarata 3 tiene el poder de hacerte sentir mareado al solo abrir sus ojos.
Una obra engañosamente sencilla que consiste en ola sobre ola de líneas que provocan mareo, el alucinante lienzo altera tu equilibrio.
Figura clave del Op Art, Riley estuvo fascinada desde muy temprano con las técnicas de Seurat y los puntillistas con sus teorías de la imagen que sugieren que el efecto de una obra finalmente se completa en la mente del espectador.
Para tal fin, Riley aprovechaba el poder emotivo de las figuras geométricas minimalistas y las formas en blanco y negro. El resultado son obras de una elegancia desorientadora que te mueve la mente.
Barriendo Bajo la Alfombra (2006), Banksy
Desde comienzos de la década de los 90 del pasado siglo, el artista británico del grafiti Banksy ha buscado levantar el velo de las hipocresías sociales.
En su famoso mural Barriendo Bajo la Alfombra, descubierto en Chalk Farm, en el norte de Londres, una camarera de hotel mira a su alrededor avergonzadamente al, subrepticiamente, deshacerse de una pala llena de basura.
Sin embargo, en vez de levantar la alfombra, eleva lo que parece ser la membrana que separa el reino del arte urbano (en el que ella existe) del mundo real que se expande por detrás.
Aunque algunas investigaciones recientes han buscado desenmascarar la identidad del artista callejero, sigue permaneciendo mayormente fuera de la vista pública.
Escondido bajo una capucha de oscuridad anónima, Banksy preferiría ser el mago que manipula nuestra visión desde atrás de la cortina.