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Cultura

Mujeres Bacanas: Rosario Castellanos, la poeta de México

Mujeres Bacanas: Rosario Castellanos, la poeta de México
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Sus letras le dieron voz a los que no la tenían, fueran los indígenas de su país o las mujeres, que a comienzos del siglo XX en Hispanoamérica estaban destinadas aún al matrimonio y lo doméstico.

Rosario Castellanos es una de las plumas más importantes de la historia de México, cuyos ensayos, novelas y poemas giraban en torno a ser mujer, y a las diferencias entre pueblos originarios y los que se consideraban “blancos”.

Su infancia estuvo marcada por la región de Chiapas, donde pertenecía su familia y donde ella vivió cuando pequeña; luego se trasladó a DF, estudió en la Universidad Autónoma, donde en los años 60 sería profesora de filosofía y literatura; también estudió en España y enseñó en distintas casas de estudio de Estados Unidos. Su tesis, de 1950 y escrita siendo una veinteañera, ya sentaba bases de lo que después plasmaría en poemas: se llamó Sobre la cultura femenina, y en su genial pluma -llena de humor y frescura-, reflexionaba sobre el lugar del género en una sociedad bastante rígida.

Fue en la poesía donde Castellanos comenzó a llamar la atención y ganar fama, pero también publicó tres novelas que abordan el tema de lo indígena, tomando en cuenta su experiencia en Chiapas, que se convirtieron en material fundamental para México al momento de hablar de discriminación y sus diferencias internas: Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de tinieblas. Además de esa trilogía, Rosario también incursionó en un género como la dramaturgia, con obras como El eterno femenino, donde se ríe de los estereotipos, situando la historia en un salón de belleza. Publicó ensayos y varias compilaciones de poemas -incluida una completa en 1972, llamada Poesía no eres tú-, además de una columna semanal en un diario mexicano. Así, Rosario Castellanos se convirtió en un referente de la ola de liberación femenina que se tomó el mundo en los años 60, y una voz para las mexicanas.

Se casó y sufrió mucho para poder tener hijos, entre abortos espontáneos y una hija que murió al poco tiempo de nacer; finalmente, pudo tener a su hijo Gabriel. Más tarde Castellanos también se involucró en política y lo social, promoviendo la labor del Instituto Nacional Indigenista. Comenzó un rol como diplomática en 1971, cuando fue nombrada embajadora de México en Israel; moriría joven, a los 49 años, en Tel Aviv, en un desafortunado accidente doméstico.

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