Made in Chile: Los cinco grandes aportes de los chilenos para la humanidad
PLANETA GIGANTE
En las últimas dos décadas se han descubierto más de 2.200 planetas. Diariamente, aparece al menos uno nuevo. Uno de ellos es el HD110014b, un planeta tres veces más grande que Júpiter, el que orbita una estrella roja más grande que nuestro Sol.
¿Qué más tiene de especial? Fue descubierto por una joven chilena: Su nombre es Maritza Soto, tiene 25 años, y desde nuestro país, luego de ocho meses de investigación en el observatorio La Silla dio con este cuerpo celeste.
El descubrimiento se realizó en noviembre del año pasado y ahora, su trabajo fue publicado en una revista de la Real Sociedad Astronómica de Londres.
HEPATITIS B
Durante casi un siglo, la Hepatitis B fue un virus que fue reproduciéndose en millones de personas, alrededor de todo el mundo (Principalmente en África, Asia y en parte de Sudamérica) sin una cura eficaz.
Eso, hasta que el bioquímico chileno Pablo Valenzuela, desarrolló en 1986, la vacuna utilizada hasta hoy para combatir esta enfermedad.
ATRAPANIEBLAS
“A sobra de sol, buena es el agua”: así tituló a su reportaje la cadena alemana Deutsche Welle en 2006 para destacar el eficiente uso de un recurso tan escaso como el agua, en el desierto de Atacama, en Chile.
Esto, gracias al llamado “atrapanieblas”: un sistema que ayuda a condensar las densas neblinas de la costa en el norte grande de Chile, conocidas como “camanchacas”, con el fin de convertirlas en agua para el riego de vegetación y consumo humano.
Su inventor: el físico chileno Carlos Espinosa Arancibia, quien donó la patente a la Universidad Católica del Norte y a la UNESCO para su difusión gratuita a nivel mundial. Hoy el sistema ha sido replicado en Israel, Nepal, Guatemala, Islas Canarias y Perú.
ANTICONCEPTIVO SUBDÉRMICO
Durante los 60, en Estados Unidos y en gran parte de Occidente, el tema de derechos reproductivos de la mujer tuvo un gran revuelo. En esa década se creó y autorizó el primer anticonceptivo oral de la historia.
Específicamente, en 1967, Sheldon Segal y el chileno Horacio Croxatto, fueron un paso más allá: el uso de cápsulas subdérmicas en forma de varillas de pequeño tamaño que se colocan bajo la piel del brazo de la mujer.
De esta esta manera, el principio activo del anticonceptivo se aplicaba de manera lenta y prolongada, ofreciendo protección durante tres o cinco años. Esto evitaba actos fallidos al olvidar tomar una de las pastillas a la usanza del método tradicional.
Su efectividad, se dice, alcanza el 99%.
Si uso hasta hoy no es particularmente masivo, se debe a su alto costo.