Muchas mujeres relatan la misma historia: tienen varios días al mes durante los cuales el deseo sexual es tan salvaje, que todo el mundo alrededor tendría que estar alerta. ¡Advertencia, libido fuera de control!
Y, de repente, nada de nada. ¿Sexo? ¡No, gracias! Ese deseo que tenía que ser aplacado tres veces al día en pareja, ahora solo aflora mediante finas artes de seducción. A la mujer se le acabaron las ganas.
Ya en 1980, un estudio ofreció una explicación para esta montaña rusa: el ciclo menstrual femenino y los niveles hormonales cambiantes tienen un impacto masivo en el deseo sexual.
Es algo que no solo se debe a la influencia directa que hormonas como los estrógenos tienen sobre el apetito sexual, sino también a que las fluctuaciones hormonales afectan el bienestar físico y psicológico. Si estás muerto de cansancio o dolor, el deseo sexual es limitado.
Un ciclo comienza el primer día de sangrado de la regla y finaliza el día anterior al comienzo de la siguiente menstruación. La duración de este período es variable, oscilando entre los 21 y los 35 días. Aproximadamente hacia la mitad de ese período, tiene lugar la ovulación. Así pues, un ciclo se puede dividir fácilmente en una primera y una segunda mitad.
Cada mes, el útero se prepara para un potencial embarazo, revistiéndose con una capa de membrana mucosa bien irrigada. Si no hay embarazo, los niveles en sangre de la progesterona (también conocida como la hormona del cuerpo lúteo) y el estrógeno descienden tanto, que se produce la menstruación.
Al comienzo de la primera mitad del ciclo, hay sangrado. En este punto, el deseo sexual es limitado para algunas mujeres. No solo porque los niveles de estrógeno son bajos, sino porque los períodos a menudo se asocian con dolor e incomodidad. Sin embargo, esto puede cambiar abruptamente en cuanto comienza la llamada fase folicular. Aunque hay mujeres que viven la menstruación de una forma diferente. Después volveremos a ello.
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El estrógeno aumenta la libido
Cuando el revestimiento del útero se desprende, la hormona estimulante del folículo (FSH), producida en la glándula pituitaria, inicia la maduración de nuevos folículos. Estos folículos, que contienen el óvulo, producen estrógeno. Los niveles de estrógeno aumentan a medida que el folículo madura y, con él, el deseo sexual de la mujer.
Pero eso no es todo: muchas mujeres se sienten especialmente poderosas y seguras de sí mismas durante esta fase. Practicar deporte les resulta más fácil y la capacidad de concentración mejora respecto a otras fases del ciclo.
Por cierto, las mujeres que usan anticonceptivos hormonales, como la píldora, generalmente se ahorran la montaña rusa del deseo. Con la ovulación, el nivel de estrógeno y el deseo sexual llegan a su apogeo. Las grandes cantidades de estrógeno hacen que se libere la hormona luteinizante, que desencadena la ovulación: el folículo libera el óvulo maduro en la trompa de Falopio, donde puede ser fertilizado durante unas 24 horas.
La progesterona inhibe la libido
El folículo roto, en el que ha madurado el óvulo, se transforma en el llamado cuerpo lúteo. En esta segunda mitad del ciclo, la llamada fase lútea, se producen hormonas decisivas: además de pequeñas cantidades de estrógeno, llega la progesterona, que acaba con la fiesta sexual.
Ahora las cosas se ponen serias: el revestimiento uterino acumulado durante la fase folicular debe engrosarse aún más y prepararse para un posible embarazo. Si el óvulo es fecundado, la progesterona asegura que el útero se mantenga así, preparado para acoger un embrión. Si no se produce el embarazo, el cuerpo lúteo también retrocede y el nivel de progesterona desciende.
En ese momento, la progesterona cede de nuevo el paso al estrógeno, poco antes del siguiente sangrado. Por ese motivo, hay mujeres que aseguran tener más ganas de tener relaciones sexuales justo antes o incluso durante la menstruación.