Desafiando la idea de que la muerte cerebral es definitiva, los investigadores han revivido los cerebros incorpóreos de cerdos, cuatro horas después de que los animales fueron sacrificados.
Aunque los experimentos no llegaron a restaurar la conciencia, plantean cuestiones sobre la ética del enfoque y, más fundamentalmente, sobre la naturaleza de la muerte en sí. Las definiciones legales y médicas actuales de los protocolos de la guía de muerte para resucitar a las personas y para el trasplante de órganos.
Los investigadores de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, conectaron los órganos a un sistema que bombea un sustituto de sangre. La técnica restauró algunas funciones cruciales, como la capacidad de las células para producir energía y eliminar residuos, y ayudó a mantener las estructuras internas del cerebro.
"Para la mayor parte de la historia humana, la muerte fue muy simple", dice Christof Koch, presidente y científico jefe del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro en Seattle, Washington. "Ahora, tenemos que cuestionar lo que es irreversible".
Desde principios del siglo XX, los científicos han realizado experimentos que mantienen vivos los cerebros de los animales desde el momento en que el corazón se detiene, enfriando los cerebros y bombeando sangre o un sustituto. Pero no está claro qué tan bien funcionaron los órganos después.
Según lo publicado por la revista científica Nature, los investigadores de Yale se hicieron una pregunta más radical: ¿podría revivir todo un cerebro horas después de la muerte?. El neurocientífico Nenad Sestan decidió averiguarlo, utilizando cabezas cortadas de 32 cerdos que habían sido sacrificados para comer carne en un matadero cerca de su laboratorio.
Su equipo extrajo cada cerebro de su cráneo y lo colocó en una cámara especial antes de colocar el órgano con un catéter. Cuatro horas después de la muerte, los investigadores comenzaron a inyectar una solución tibia de preservativo en las venas y arterias del cerebro.
Los científicos monitorearon la actividad eléctrica de los cerebros a lo largo del experimento y estaban preparados para administrar anestesia si observaban señales de que el órgano podría estar recuperando la conciencia.
La prioridad de los investigadores es averiguar cuánto tiempo su equipo puede mantener las funciones metabólicas y fisiológicas de un cerebro fuera del cuerpo. "Es posible que estemos evitando lo inevitable, y el cerebro no podrá recuperarse", dice Sestan. "Hemos volado unos pocos cientos de metros, pero ¿podemos realmente volar?".