La brutal "disciplina" detrás del k-pop vuelve a quedar en evidencia
Una de las líneas argumentativas de "Light up the sky", el documental de BlackPink recientemente estrenado en Netflix, es la disciplina a la que sus cuatro integrantes tuvieron que someterse para alcanzar el sueño de convertirse en estrellas de la música surcoreana.
Jisoo, Jennie, Rosé y Lisa —los pilares del proyecto creado por la empresa YG Entertainment— superaron esa barrera y en la actualidad ya son superestrellas a nivel mundial: el conjunto femenino más importante del k-pop, con un arrastre extraordinario en Occidente, sobre todo dentro del público estadounidense.
Sin embargo, y de acuerdo a quienes han abandonado ese objetivo de trascender en la industria del entretenimiento, los pasos a seguir son cada vez más brutales.
BTS —el conjunto de música y baile más exitoso de la historia de su país—, por ejemplo, entrena entre 12 y 15 horas diarias. Una locura, considerando que ese régimen de trabajo parte desde temprana edad (cuando los adolescentes son reclutados) y al que se le van sumando otros tópicos como dietas extremas y contratos que tuvieron que ser regulados por el gobierno surcoreano.
En un reportaje publicado por Icon del diario El País de España, los alumnos de las academias de formación de artistas comienzan a los 11 años y gracias a un software la discográfica puede simular cómo sonarán sus voces años después.
Euodias, una aspirante que abandonó la carrera justo antes de su debut, dijo a BBC que los cursos estaban divididos en A y B, donde el primer grupo contaba con los estudiantes más talentosos, por lo que el segundo grupo necesitaba impresionar mucho más a los profesores. Lo que alargaba todavía más sus horarios de práctica. Algunos, incluso, dormían en los gimnasios porque sus esterillas eran similares a las de sus dormitorios.
"Yo tengo suerte porque me eché para atrás a los 18, pero muchos de mis compañeros lo dejaron todo y se encontraron a los 21 sin carrera musical y sin calificaciones académicas", expresó.
Los padres tienen que solicitar un permiso, con anticipación, para visitar a sus hijos; y si ellos 'tiran la toalla' con respecto a su carrera musical, la familia debe hacerse cargo de todos los gastos de formación hasta el momento de su partida oficial.
Las alumnas deben pesarse frente a los profesores cada día, y si exceden su peso ideal, solo les darán agua en vez de comida. Además, se cuentan dietas extremas como la del pepino o la del vaso de papel o la del hielo. Básicamente, no comer nada para alcanzar el objetivo.
Esto ha generado casos de anorexia, dismorfia corporal o desórdenes alimenticios.Todo con el fin de convertirse en una suerte de "muñecas" con piernas largas y rostros simétricos, al gusto del consumidor.
Además, sus integrantes no pueden rechazar ninguna clase de invitación a eventos importantes ni negarse a prestar su rostro para alguna marca. El mismo reportaje muestra que, incluso, un grupo femenino promociona hasta un pollo asado.
Tampoco pueden revelar relaciones sentimentales ni expresar opiniones políticas contrarias al gobierno local ni disfrutar de la vida común sin pasar antes por un filtro de la empresa de la que son empleados.
Y eso es solo el comienzo de las brutalidades detrás de la millonaria industria.