"Verde que te quiero verde": el curioso uso de las epanadiplosis y otras figuras retóricas raras
Aunque quizás no lo sepas, es muy posible que de vez en cuando utilices aposiopesis.
¿No te lo crees? Ay, si yo te contara?
La aposiopesis, como el calambur, es una figura retórica. Pero al contrario de las comparaciones, metáforas, ironías y onomatopeyas, que son más conocidas, ambas pertenecen a una categoría a la que se le ha colgado la etiqueta de 'raras'.
Y no es la única. También existen la epanadiplosis o la tautología. ¿Extrañas? No tanto.
"A pesar de lo que pudiera parecer, la mayoría de estas figuras están más presentes en nuestra lengua cotidiana de lo que pensamos", señala la lingüista Blanca Garrido Martín, profesora y doctora del Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura de la Universidad de Sevilla.
Repasamos algunas junto a ella.
Aposiopesis
Llamada también reticencia o figura de omisión, la aposiopesis es la "interrupción brusca del discurso con un silencio, dando a entender lo que se calla", según la define en el Diccionario de términos filológicos de Fernando Lázaro Carreter. En la lengua escrita, se marca con puntos suspensivos.
La hipérbole es una figura retórica bastante conocida. Sin embargo la aposiopesis?
Por cierto, lo que acabas de leer es una aposiopesis.
La palabra aposiopesis, hay que reconocerlo, ya es de por sí rara.
"Aposiopesis' es el extraño término griego con el que el retórico y pedagogo hispanorromano Quintiliano denomina a esta figura retórica, si bien Cicerón prefiere llamarla 'reticencia'.
En definitiva, es una interrupción, algo que no es nada extraño en el habla", destaca Garrido Martín.
"En esta figura tiene más importancia lo que no se dice que lo que se dice, pues con ella el hablante deja a la imaginación o capacidad de deducción del receptor el resto del mensaje, dando a entender que es de tanta gravedad que es mejor no decirlo. En otras ocasiones, se utiliza como un recurso irónico y, en ese caso, el texto dicho cobra más fuerza y un doble sentido", añade la lingüista.
Literariamente, la aposiopesis es muy abundante, sobre todo en los diálogos entre personajes, pero también en los monólogos poéticos. Como ejemplo, el final de un precioso poema de Rubén Darío ("Nocturno 3", El canto errante, 1907):
Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba?
Se ha cerrado una puerta...
Ha pasado un transeúnte...
Ha dado el reloj trece horas... ¡Si será Ella!...
"En este poema, los puntos suspensivos sustituyen a la acción: al sonido del cierre de la puerta, al paso de una persona, a las campanadas del reloj? Y, al final, indican duda, suspenso; ¿será ella, la amada?", explica Blanca Garrido.
Pero además de figura literaria, la aposiopesis es un recurso muy utilizado en la lengua cotidiana, tanto en la hablada como escrita.
Se usa sobre todo en la lengua cercana, íntima, rápida, por ejemplo, la de los mensajes de texto o whatsapp.
Pero, para muchos, la aposiopesis más famosa (e intimidante) es tal vez la pronunciada antaño por algunas madres zapatilla en mano: "Como te pille?" (COMENTARIO DE ANALÍA- ME PARECE QUE PILLAR ES MUY ESPAÑOL DE ESPAÑA COMO PARA DECIR "LA APOSIOPESIS MÁS FAMOSA")
Calambur
Esta figura se produce cuando las sílabas de una o más palabras, agrupadas de otro modo, producen o sugieren un sentido radicalmente diverso. ¿Un ejemplo? Diamantes que fueron antes de amantes de su mujer.
Existen numerosas teorías sobre el origen de la palabra calambur.
"Parece que lo más probable es que provenga del francés calambour, lengua en la que esta figura retórica tiene una gran rentabilidad por sus características fonéticas (tiene un alfabeto de 42 letras y diversas pronunciaciones, frente por ejemplo a las 27 del español), subraya la lingüista Garrido Martín.
No obstante, pueden encontrarse otras propuestas, como que provenga del árabe kalembusu 'palabra equívoca', o del italiano calamo burlare 'burlarse con la pluma'",
Es bastante común que los niños, sin saberlo, se diviertan haciendo calambures.
Un juego habitual es que repitan de manera seguida y sin pausa una palabra que, en su reagrupación silábica, produce otra distinta. Por ejemplo: la palabra jamón, repetida muchas veces, se transforma en monja. Cava, en vaca. Y como, en moco.
El calambur es una figura retórica que se utilizó mucho durante el barroco español, por su considerable artificio y el gusto por los juegos de palabras con ingenio, los mensajes ocultos y los dobles sentidos.
Quizá el calambur más famoso de la literatura española sea el que se le atribuye a Francisco de Quevedo.
"Según se dice, el autor madrileño hizo un despliegue de ingenio y descaro al llamar a la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, "coja", pues efectivamente esta reina tenía una considerable cojera y se molestaba mucho cuando se hacía referencia a ella. Para llevar a cabo su mofa, Quevedo compró dos flores, concretamente, una blanca (un clavel) y otra roja (una rosa). En su saludo reverencial a la reina, el poeta le dijo: "Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja"; es decir, su majestad es coja", revela Blanca Garrido.
Epanadiplosis
Esta figura retórica, también considerada rara, consiste en comenzar y acabar una frase o estrofa con la misma palabra. Por ejemplo: Crece su furia, y la tormenta crece.
Es especialmente útil en los poemas recitados o en la literatura y canciones populares, como en los romances, ya que es un recurso que ayuda a la memorización de las estrofas, al juego rápido de palabras.
En la literatura española e hispanoamericana es muy utilizado, sobre todo, claro, en poesía.
Ahí está por ejemplo el "Silencio de la noche, doloroso silencio", del poema 'Nocturno' de Rubén Darío.
O el "¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!", que José de Espronceda plasmó en 'El canto del cosaco'.
O esta estrofa de 'Romance del Duero', de Gerardo Diego: "Pasas llevando en tus ondas / palabras de amor, palabras".
Y son especialmente famosas las epanadiplosis de los romances de Federico García Lorca, como: "Verde, que te quiero, verde/ Verde viento; verdes ramas", de su poema 'Romance sonámbulo'.
Tautología
Es la repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras. Suele considerarse en mal sentido por ser una repetición inútil y viciosa.
"Esta última figura retórica es lo que, llanamente, podríamos denominar una redundancia; es una afirmación obvia, vacía y, por ello, no es extremadamente popular entre los autores literarios", señala la profesora del Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura de la Universidad de Sevilla.
Un ejemplo serían los primeros versos conservados de "El Cantar de mio Cid", en que dice: "De los sos (sic) ojos tan fuertemientre (sic) llorando". Lo lógico es que solo se pueda llorar por los ojos, de ahí la redundancia.
"Cuando decimos que una expresión es tautológica, nos referimos a que, en una explicación o definición, se da una acumulación reiterativa de un significado ya aportado desde el primer término de una enunciación, como en 'persona humana': todas las personas son seres humanos y todos los seres humanos, personas.
También hay tautología en 'cita previa', tan de moda en la administración pública en estos tiempos pandémicos", subraya Blanca Garrido.